La furia de la serpiente fascista que mostró los colmillos en Utøya

“Furia” indaga en las redes de los grupos de extrema derecha noruegos, y en su conexión con otras organizaciones de ideología afín en Europa, y en sus planes para alterar los resultados electorales, o para amenazar al gobierno de turno

Por Angelo Nero

Utøya, una pequeña isla en el interior del fiordo de Tyri, a menos de cuarenta kilómetros de Oslo, es más que una localización geográfica en el imaginario de la nación noruega, es un lugar que marca el momento exacto en el que se rompió el huevo de la serpiente, que llevaba anidando en las redes de la ultraderecha con expresiones neonazis como el Movimiento de Resistencia Nórdica. Ese momento fue el 22 de julio de 2011, cuando una fuerte explosión hizo temblar la oficina del primer ministro laborista Jens Stoltenberg (actual secretario general de la OTAN), provocada por un coche bomba que al detonar dañara varios edificios gubernamentales, matando a ocho personas e hiriendo a más de 200. Horas después, con el país todavía conmocionado por el ataque, un antiguo militante del Fremskrittspartiet, el Partido del Progreso noruego, Anders Behring Breivik, irrumpió en Utøya, sede del campamento de verano de las juventudes del Arbeiderpartiet, el Partido Laborista, disfrazado de policía, y, durante algo más de una hora, disparó indiscriminadamente contra los jóvenes, matando a 69 de ellos, y dejando heridas a más de cien, hasta que fue detenido por las fuerzas de seguridad noruegas.

El brutal ataque de Utøya fue recreado en varios films, como el que rodó Paul Greengrass -el director inglés de la saga Bourne, y de la notable “Bloody Sunday”- titulado sencillamente “22 july”, y también en una serie noruega del mismo título, dirigida por los realizadores Gjyljeta Berisha y Pål Sletaune, en la que realiza un detallado retrato de las víctimas, de sus familias, de los policías y sanitarios que, de un modo u otro, fueron protagonistas de esa larga jornada, a la vez que compone un fresco descarnado de la sociedad noruega del momento, que, sin saberlo, había cambiado para siempre. En 2009 el Fremskrittspartiet, la formación ultraderechista, era la tercera fuerza política del país, con un 22% de los votos, y en la actualidad ha retrocedido hasta ell 12%, relegado a la cuarta fuerza, aunque a bastante distancia de los principales partidos, el conservador Høyre con un 20% de los votos, y el laborista Fremskrittspartiet, con un 26%, e incluso por detrás del centrista Senterpartiet, que logró casi un 14% y que forma parte de la coalición gubernamental dirigida por el primer ministro, también laborista, Jonas Gahr Støre.

El legado de Utøya también es visible en una nueva ficción noruega, “Furia”, co-dirigido por el noruego Magnus Martens, muy curtido en dirigir series USA como “Banshee” o “Good Behaviour” y por el alemán Lars Kraume, que ya había explorado el fenómeno terrorista, desde distintos ángulos, en films como “Die Kommenden Tage” (2010), “Terror-Ihr Urteil” (2016), y otros conflictos políticos, como la revolución húngara de 1956 en “Das schweigende Klassenzimmer” (2018), que llegó a nuestras pantallas con el título “La revolución silenciosa”. Aunque el verdadero creador de la serie es Gjermund Eriksen, artífice también de las notables “Fartblinda” y recientemente de “Ida tar ansvar”, y ganador de un Emmy internacional por “Mammon”.

“Furia” indaga en las redes de los grupos de extrema derecha noruegos, y en su conexión con otras organizaciones de ideología afín en Europa, y en sus planes para alterar los resultados electorales, o para amenazar al gobierno de turno, y obligarlo a seguir sus planteamientos políticos, bien por la fuerza o a través de la manipulación informativa. El protagonista de la serie es Asgeir, un antiguo miembro de las fuerzas especiales, que tiene que vivir bajo una identidad falsa, tras una operación contra la mafia rusa, y que se traslada, con su hija preadolescente, a Åndalsnes, una pequeña localidad en el interior de uno de los fiordos del centro (la capital noruega del alpinismo), como policía de una tranquila comisaria, en la que, al poco de llegar, no le va a faltar trabajo, tras la aparición de un misterioso cadáver.

La apacible comunidad en la que se instala Asgeir esconde una organización xenófoba, que ataca al centro de refugiados ubicado en las inmediaciones de la localidad, y donde se encuentra, realmente, el germen de uno de esos violentos grupos de extrema derecha, que está resuelto a dar un salto cualitativo en sus acciones. En esta célula ultra está infiltrada una policía, Ragna, que al ser descubierta unirá su destino al de Asgeir, y juntos tendrán que investigar contra reloj, para llegar hasta la cabeza de la serpiente, y así poder evitar el atentado que, desde el principio de la serie, parece gravitar sobre ellos y amenazar no solo los cimientos de la sociedad noruega, si no de la de toda Europa, al destaparse la conexión alemana y las redes que la extrema derecha tiene también en la policía y el servicio secreto de ambos países.

Para los amantes del thriller político, de las series que en pocos capítulos, como en “Furia” son capaces de condensar una historia con tantas ramificaciones de una forma efectiva, en la onda de “Homeland” sin necesidad de alargar tanto la historia, aunque con ese toque especial del noir nórdico, esta es una producción que les resultará adictiva, y de la que demandarán, al final de la octava entrega, una nueva temporada, para seguir los pasos de Ragna y Asgeir, protagonizados por Ine Marie Willman, a la que vimos en la serie noruega “Exit”, en la piel de Celine Bergvik, la mujer de un broker sin escrúpulos, curiosamente interpretado por Pål Sverre Hagen, que también se metió en la piel del explorador noruego Thor Heyerdahl, en “Kon-Tiki”, e interpretó al traficante Greven-Ole Forsbyen, en “Kraftidioten”. También son notables las interpretaciones de Preben Hodneland, como Ole, y Ulrich Noethen, como Bremhe, dando vida a dos fanáticos ultraderechistas, dispuestos a todo por cambiar el rumbo de la historia.

Pero, al margen de los buenos actores de “Furia” y del consistente guión del equipo capitaneado por Gjermund Eriksen, la historia es un buena muestra de hasta que punto los huevos de la serpiente de Utøya, están anidando en todos los estamentos de la sociedad europea, esperando su momento para eclosionar y poner patas arriba a un sistema que no duda en alimentarlos, sin ser consciente de los riesgos que esto supone para esa democracia que tanto gustan invocar.

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