La factura de la luz en España y el eterno bucle de las subidas de tarifa

Por Roberto Santos

Llega el frío y como cada año por estás fechas, comenzamos a escuchar en las noticias que nuevamente subirá nuestra factura de electricidad. La realidad es que en los últimos años cada vez más hogares hacen virguerías para poder reducir el consumo. El importe de las facturas no solo es una pesada carga que afecta a las familias con menos recursos; el coste resulta igualmente elevado para los hogares de clase media.

“En mi casa hay épocas en los que pagar el recibo de la luz se hace muy cuesta arriba y eso que trabajamos los dos”, me comenta María R. encargada en una conocida cadena de ropa española, lo mismo que Marcos S. que es médico y padre soltero de dos niños, “el recibo de la luz no está entre las cosas que te puedas recortar y sí entre los gastos importantes, tanto porque no puedes vivir sin luz como por la cuantía del mismo. Riño muchas veces a mis hijos por dejar luces encendidas, trato de hacer un consumo responsable e inculcarles eso y sin embargo, el recibo no deja de subir, aún siendo más eficientes, pagamos más”.

Las facturas de tres cifras son una tónica que se reproduce hogar tras hogar a pesar de utilizar electrodomésticos cada vez más eficientes y tratar de hacer un consumo responsable. ¿Cómo es posible que a pesar de cada vez ser más eficientes en el consumo eléctrico paguemos más? 

Según fuentes del Ministerio de Energía, el recibo de la luz de un consumidor medio acogido al PVPC, (Precio Voluntario Para el Pequeño Consumidor), para que nos entendamos, lo que viene siendo la factura regulada, se ha encarecido un 12% en lo que va de año, unos 74 euros, con respecto a 2016.

Según el Ministerio de Energía este aumento se debe a las condiciones climatológicas, que han hecho que con la sequía la participación de la generación hidráulica haya caído hasta la mitad, del 15% en 2016 al 7,5% este año, y que el peso de la eólica en el ‘mix’ también haya descendido del 19,1% hace un año al 17,8%.

Por su parte las asociaciones de consumidores alertan de que este puede ser un invierno especialmente duro para las familias con menos recursos, que seguramente se acabaran privando de calefacción o sufrirán cortes por impago, ante la pasividad de un Gobierno al que claramente no le preocupa la pobreza energética o que cada vez haya también más familias de clase media a las que el recibo de la luz le empieza a suponer una carga más alta de lo esperado.

La realidad es que las tarifas eléctricas se han disparado el pasado mes de octubre, con una subida del 7,2% para el usuario medio con respecto al mes de septiembre.

“Hace años que en mi casa pagar la luz es un suplicio, apenas encendemos la calefacción y no te digo poner el horno o hasta la lavadora… Ahora lavo todo a mano, las luces se encienden lo mínimo imprescindible y nos calentamos con mantas”, me cuenta Carmen G. que lleva ya 3 años y medio en el paro y que el único sueldo que entra en su casa son los 900 euros que cobra su marido, que trabaja como camarero en un restaurante.

¿Qué hace el Gobierno frente a esto?

Nada. Cualquier mal pensado diría que el Gobierno está protegiendo los intereses del oligopolio energético. Más si tenemos en cuenta que el ministro de Energía, Álvaro NadaL, no ha tomado una sola medida para contener los precios de la luz ante las escandalosas subidas que hemos sufrido en los últimos años y pese a los dramáticos niveles de pobreza energética. Mientras, los beneficios de las eléctricas no dejan de crecer. Porque no, a ellos no les va mal y por eso tienen que subir los precios, a ellos les va genial y parece que nunca tienen, ni tendrán suficiente.

De hecho, el beneficio de las grandes eléctricas españolas alcanzó los 4.295 millones de euros entre enero y septiembre de 2017, lo que supone un ascenso del 0,4% con respecto a los 4.276 millones de euros obtenidos en esos meses en 2016. Puede haber quien piense que un ascenso del 0,4% no es tanto, pero ojo que estamos hablando de miles de millones de euros de beneficios.

Llegados a este punto deberíamos plantearnos algún tipo de intervención de las eléctricas, algún tipo de 155 que de al Gobierno la potestad de fijar periódicamente una tarifa asequible y en consonancia con nuestros sueldos y nuestra realidad laboral. Más si tenemos en cuenta que el sistema de fijación de precios fomenta ampliamente la especulación. A esto sumémosle que en el sector energético nunca ha existido una competencia real entre empresas, como se nos prometió cuando se privatizó el sector y tenemos el cocktail perfecto para que el precio de la luz siempre vaya al alza en nuestro país, con ligeras bajadas en épocas de menor consumo y subidas elevadas en las de mayor consumo.

Tampoco vendría mal aplicar el IVA superreducido a la electricidad que para nada es un bien de lujo sino uno absolutamente esencial y básico para vivir en nuestra sociedad, una medida que el Gobierno podría tomar tranquilamente y que reduciría nuestra factura un 17% de un solo golpe.

Quizás tenga algo que ver con la inmovilidad del Gobierno la cantidad de políticos que tras abandonar el cargo han pasado a ocupar sillones en consejos de las principales empresas del sector energético, Felipe González, José María Aznar, Elena Salgado, Ángel Acebes, Pedro Solbes, Narcís Serra, Ana Palacio, Marcelino Oreja, Antonio Hernández Mancha, Carmen Becerril…

Las puertas giratorias parecen evidentes en lo que a las eléctricas se refiere, como también es bastante evidente que si el Gobierno quisiera podría tomar medidas para contener o incluso fijar las tarifas. ¿Por qué no lo hacen? Quizás esperan su sillón al final de su vida política o quizás no les importa que la factura de la mayoría de españoles ya supere cada mes los tres dígitos, mientras que un amplio porcentaje ni siquiera puede hacer frente al recibo fijo, eso que pagas aunque no enciendas la luz.

Sea como sea, este invierno volveremos a pagar más y seguramente en verano nos encontraremos con nuevas subidas, siguiendo el bucle en el que llevamos instalados desde hace años, con unas empresas insaciables a las que nadie parece querer poner coto y que no dejan de aumentar sus márgenes de beneficios, mientras la mayoría se devana los sesos para pagar el recibo mes a mes.

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