La extrema derecha, de carácter populista, ha construido a su enemigo imaginario: el globalismo ‘con alma socialista’.
Por Oriol Sabata | 19/05/2024
Este 19 de mayo se celebró en el Palacio de Vistalegre de Madrid el evento Europa Viva 24, un encuentro político internacional de la extrema derecha, organizado por Vox y al que acudieron varios líderes europeos y latinoamericanos como el Presidente de Argentina, Javier Milei; la dirigente de la Agrupación Nacional francesa, Marine Le Pen; el líder del Partido Republicano de Chile, José Antonio Kast; o el presidente de Chega de Portugal, André Ventura.
Durante el mitin, que reunió a unos 10.000 militantes y simpatizantes, los distintos ponentes coincidieron en la oposición a la inmigración masiva y hablaron de la necesidad de recuperar la soberanía de los estados frente a la Unión Europea y lo que ellos denominan el ‘globalismo’. Pero quizás uno de los elementos más sorprendentes e inverosímiles de este movimiento conservador emergente es su obsesión con combatir a un socialismo que no existe actualmente. De hecho, en su retórica tratan de construir un enemigo imaginario vinculando el globalismo con el socialismo. El propio Santiago Abascal hablaba en Vistalegre del ‘alma socialista’ del globalismo.
Lo cierto es que el socialismo en Europa, siendo generosos, cayó hace ya más de tres décadas. La hegemonía del capitalismo es incuestionable. Entonces, ¿estos dirigentes viven desconectados de la realidad? ¿Se han vuelto locos? No, simplemente manipulan y tratan de identificar a la socialdemocracia en el poder con el socialismo en su concepción más rupturista y transformadora. Esto explica declaraciones públicas esperpénticas del líder de Vox dando a entender, por ejemplo, que España está siendo gobernada hoy día por el social-comunismo y que el país se encamina a algo parecido a una dictadura de tipo marxista-leninista. Desde un análisis mínimamente riguroso y serio no se sostiene por ningún lado y da vergüenza ajena.
Sin embargo, todo este cuento no deja de ser una maniobra tramposa para evitar reconocer, en realidad, una gran contradicción: el origen del ‘globalismo’ que ellos dicen rechazar es precisamente el capitalismo. Lo que ocurre es que actualmente dentro del capitalismo hay una pugna entre una corriente liberal (globalista) y una corriente conservadora (patriota-nacional), de la que forman parte Abascal, Trump, Le Pen y compañía. Dentro de la corriente liberal (globalista) está la socialdemocracia e incluso organizaciones que provienen del eurocomunismo y que han terminado abrazando este campo político (la izquierda).
Entonces, el problema que hay aquí es que la extrema derecha, de carácter populista, trata de confundir al público con su retórica. A fin de cuentas y en esencia, siguen siendo unos liberales en lo económico pero con tintes conservadores en lo social. De ahí la confrontación que vivimos en el seno del capitalismo. Discursos a parte, ambas corrientes atentan contra los intereses de los trabajadores y defienden a la burguesía y sus negocios, tanto a nivel nacional como supranacional. Por lo tanto, el ‘fantasma’ imaginario del socialismo al que tanto apelan no deja de ser un recurso eficaz para cohesionar y movilizar a la militancia y a los simpatizantes del movimiento de extrema derecha internacional.
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