Ante la aprobación en el Congreso, por ley, de la eutanasia no puede el debate ensimismarse y viciarse, una vez más, hacia los designios de la tosca oposición de la derecha. Esto, por una vez, debe quedar lejos de todo economicismo y ensoñaciones religiosas.
Rudos, por llamarlo de algún modo, volvieron a mostrarse antes, durante y después los miembros de PP y VOX, que a largas luces ensombrecen la posibilidad de un fructífero análisis propicio para el desarrollo social. Aunque para ser honestos la vida política, y no meramente por culpa de los partidos mentados, año tras año se convierte en el lugar idóneo para el cultivo de la opinión (‘doxa‘), que profesa y queda reflejado también un estado subsumido en una clara distopia amarillista en la que cabría recordar más frecuentemente que «las opiniones son como un culo».
El ‘ser humano‘, lejos de haber podido ser comprendido en esencia, tras el desarrollo del mecanicismo cartesiano por parte de la ilustración, ha sido puesto, arrojado y ofrecido como centro de la reflexión científica, siendo así que este deba ser definido por cualidades y valores que los son intrínsecos, como lo es la ‘dignidad‘.
Con brocha gorda sobre un lienzo de minúsculas proporciones desde ambos bandos se hizo referencia, obviamente de forma desdibujada, a este concepto, el de ‘dignidad‘. Encontrándonos ante esta tesitura, de paleta con cromática claroscura, debe tratar de rehacerse el esbozo propuesto por la izquierda parlamentaria por tal de afrontar oposiciones críticas.
La derecha de forma inconsciente a nivel lógico-formal propuso una aporía de muy corto camino al alegar el derecho de autodeterminación, pero obviando que este también incumbe la ‘muerte‘. Esto es precisamente a lo que hace referencia la ‘eutanasia‘.
‘Eutanasia‘ como concepto proviene etimológicamente de la corriente estoica del pensamiento para referirse a una muerte indolora, una buena muerte, y por lo tanto ‘digna‘. Pudiera hablarse aquí de la ‘dignidad ontológica’ de Kant, pero visto que ni Pablo Iglesias, ni el desaparecido Albert Rivera eran muy propensos a su lectura extrapolaremos que ese análisis queda fuera de juego a nivel parlamentario.
Al ‘ser humano‘, retomando el hilo argumental, le es intrínseca la ‘dignidad‘. Hasta aquí todos de acuerdo, ambos bandos hablaron de ella como garantes, aunque ya hemos visto que la derecha olvida la muerte como proceso individual. Por lo tanto, siendo esta propia, no puede perderse o enajenarse por la actualización de ninguna potencialidad accidental. Es decir, incluso en la enfermedad esta ‘dignidad‘ permanece inmutable (que viene a ser la ‘dignidad ontológica’, pero que quede entre nosotros).
Justo en este punto aparece Díaz Ayuso, que cuesta abajo y sin frenos afirma que «la muerte no es digna, es muerte» y así destruye todo el trabajo de cualquier gabinete o iniciativa bioética.
Ahora enserio, en los orígenes del debate, Paul Ramsey ante el ‘morir con dignidad’, al igual que Díaz Ayuso aunque con un poco más de desparpajo, argumentó que «no puede existir la idea de que haya una dignidad intrínseca en la muerte y el morir del hombre». Y concluyó que «es mejor aceptar la indignidad de la muerte que tratar de dignificarla, pues siempre cuidaremos mejor de los moribundos si, además de aliviarles del dolor y del sufrimiento, reconocemos que la muerte es un duelo que ningún recurso al alcance del hombre es capaz de aliviar».
Frente a ello debe argüirse, una vez más, que en presencia de la enfermedad terminal el ser humano continúa siendo ser humano y debe permanecer el cuidado de su dignidad.
Esto podría dar incluso para un libro, pero lo relevante ahora es que tras la votación se abre la posibilidad al reto actual, que debe hacer hincapié en los planteamientos de cara al alivio emocional y físico del ‘ser humano‘ y que todo lo demás atenta fulgurantemente contra la esencia misma de este.
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