Por Juanjo Peris
Corría el mes de Julio del año 2016, la Ministra de Fomento en funciones Ana Pastor visitaba Valencia para la inauguración del muelle costa que empezaba a estar operativo para la entonces terminal Noatum del puerto de Valencia. La sombra de una sentencia del Tribunal europeo rondaba los muelles donde a las empresas del puerto ya no estarían obligadas a ser accionarias de la Sagep , empresa que proporcionaba a los estibadores a las terminales, y con un preaviso de huelga encima de la mesa por la incertidumbre y la falta de estabilidad en los puestos de trabajo, acechaba el normal funcionamiento de un sector que llevaba creciendo muchos años. Preguntada la Ministra al caso, instó a la estiba a esperar a la confección del Gobierno para solucionar el problema, el cual garantizó que se arreglaría enseguida…
Estrasburgo, Gijón, la reforma del PSOE del 85, son historias que a los mas jóvenes nos contaban por los rincones mas oxidados de los muelles y en las previas de las asambleas. Un largo periplo de acciones sindicales al límite, victorias y conquistas de derechos en memoria de la sangre muchos compañeros que se dejaron la vida en el muelle y con dignidad, mucha dignidad. Son historias que te hacen crecer, conocerla, respetarla y dignificarla es el camino para continuar con un legado de pura resistencia.
Convocados en asamblea una vez confeccionado el Gobierno, habla el presidente del comité; “ venimos de Madrid, donde íbamos a negociar las condiciones del nuevo marco legal y el nuevo Ministro De la Serna nos ha plantado un Real Decreto que acaba con nosotros en tres años, nos ha dicho que esto es lo que hay y se ha marchado”. En un entorno lleno de ruido y maquinaria pesada se hizo el mas absoluto de los silencios, el aleteo de las gaviotas resonaban en el cielo y en los despachos de la sede del PP en la calle Génova. La guerra estaba declarada y las tropas todavía andábamos escuchando historias de antaño, de batallas sin cuartel, de esquiroles, de luchas a cara de perro contra la policía, ya fuese gris, azul o verde. Los estibadores firmábamos la declaración de guerra a mano alzada y en asamblea, mirándonos a los ojos y convencidos de que era el momento.
Un trabajo es un trabajo, y sabemos que producir al servicio de una gran multinacional para enriquecer a otros a costa de nuestro sudor y esfuerzo, eso siempre lo hemos tenido presente, pero la estiba ha sido desde tiempos de nuestros bisabuelos algo nuestro, nuestra forma de vivir, de sentir, de amar y odiar una profesión de turnos imposibles, de una humedad que te destroza los huesos y arrastra tu alma y tu vida personal al mas profundo averno marítimo, allá donde solo puedes encontrar el consuelo de tus compañeros, almas tan castigadas como la tuya, sin embargo almas dispuestas a cogerte del brazo y llevarte allá donde se ganan las batallas, donde los derechos se conquistan, donde mirar atrás sirve para decirle a futuro que estamos ahí, que jamás nos vencerán.
Comenzado el conflicto nos tenían en frente, en el frente y de frente. Ningún compañero debía quedar atrás, y plantamos cara con nuestras armas, con unos servicios mínimos ilegales del 100%, pero todo esto fue posible gracias al aliento de nuestros mayores, nuestros jubilados que nos ofrecieron un manual de la victoria impecable, casi inmaculado, donde las victorias se cuentan por goleada.
Por segunda vez en democracia se derogaba un Real Decreto Ley y no fue otro que el de la estiba, una victoria de los trabajadores que llevaron a un sector de la clase política a votar en contra de este texto, en lo que significó el primer gran golpe del PP en muchos años de sillón y para regar el comienzo del fin de su legislatura antes de la moción de censura. Una pequeña victoria en medio del desierto provocada por la organización y coordinación de cada puerto, de cada afiliado, si, cada afiliado. La estiba cuenta con un 100% de afiliación entre su personal, mismo porcentaje en participación en huelga sectoriales y generales. Una conciencia de clase y una memoria sindical trabajada a lo largo de muchos años que ha sentado un poso que, ahora, nos toca mantener vivo a mi generación. Un camino apasionante, y una responsabilidad que debemos hacer nuestra si o si para intentar garantizar un futuro de calidad a nuestro sector.
La lucha obrera está en desuso, aparcada en un viejo almacén industrial o en una mina, allá donde los fuertes cayeron con la cabeza muy alta pero con el bolsillo desgarrado, allá donde el compañero te cubre, donde te apoya si tu puesto de trabajo no está en condiciones, donde te planta una huelga si el empresario abusa y te despide sin mas motivo que una vendetta. En nuestros días nadie conoce a nadie, una vida y un día a día que te arrebata la cesta de la compra, una prestación que nunca llega o catorce horas de trabajo mientras el hermano mayor cuida del pequeño. Imperialismo que devora salvajemente tu nevera y no te deja apenas reaccionar.
Una sociedad dormida que señala al estibador o al minero y le llama privilegiado por labrarse unas buenas condiciones. Una sociedad que vota liberales y pide explicaciones y señala a obreros.
Ahora pretenden normalizar el esquirolaje, sustituir a trabajadores mientras estos están en huelga con el pretexto de así todos contentos, los que hacen huelga y los empresarios que paran la actividad de su empresa. Una huelga es un ejercicio de conciencia muy profundo y un momento sagrado en la lucha por nuestros derechos, todo lo contrario a una fiesta donde no caben batucadas y si mucho trapo y gasolina. Sindicarse es el primer paso hacia la revolución, tratar nuestro día a día y los problemas cotidianos del trabajo con dedicación y esfuerzo para que poco a poco y algún día, nadie mueva un dedo por nosotros y si movamos nosotros el dedo que hizo votar en contra de ese decreto. No esperes a tu sindicato, se tu el sindicato y llévales a donde deben estar.
Siempre se ha dicho que los estibadores tenemos tanta fuerza por pertenecer a un sector estratégico, pero yo te digo querida compañera, querido compañero, que tu desde la caja de tu supermercado, gasolinera, camión, autobús, despacho, hospital, colegio, fábrica, restaurante, taxi, redacción, desde ahí, mueves el mundo. El color del enemigo se enmascara en progreso, libertad, oportunidad y un sueño americano muy cool, un sueño que pone nombre a tu miseria y la normaliza. Llamar cooling a gente que vive sin calefacción en ciudades donde hasta el mismísimo Yeti mataría por una manta y decir que es tendencia o moda entre los jóvenes no es un síntoma, es la confirmación que hemos perdido. Llevar a mujeres pobres a recurrir a la mal llamada gestación subrogada para concebir un hijo para otra persona, y que a esto lo llamen libertad cuando en realidad y con toda seguridad esta mujer esté vendiendo un vida que ha creado dentro de si para poder alimentar a los que ya tiene en su casa, es demoledor, no se me ocurre una peor forma de esclavitud. Invierten el dinero que expolian de tu convenio y de tus condiciones laborales para pagar a medios que crean este tipo de noticias, es una derrota mas que sangrante, es desgarradora.
Su única bandera, color e idioma es el dólar, tapémoslo con la bandera de la dignidad. En estos días los estibadores de Bilbao mantienen una huelga contra la precariedad eventual en su puerto, próximamente en otros también tendremos movimiento, cualquier concesión, cualquier signo de que la precariedad se pueda convertir en norma debe ser atajada de raíz. La lucha sigue viva, cuestión de clase.
Lucha, nuestra mera existencia es pura resistencia, hazla tuya. Ni un paso atrás.
Como dice Juanjo, es un sector que tiene lo que tiene porque ha luchado por ello. Desde los tiempos en los que era una profesión catalogada como “penosa”, donde se pagaba con la salud (y la vida) un peaje difícil de asumir por muchos.
A día de hoy, los que conocemos la estiba desde el lado del “mal” seguimos viendo como, en muchas ocasiones, mi beneficio es su salud, sus derechos y su dignidad.
Algo que falta para que el común de los mortales entienda lo que realmente pasa, es una visión global y contextualizada de donde se encuentra el sector y que intereses se mueven en la sombra. Mientras entretenemos al pueblo con el ruido de los privilegiados desviamos el foco de lo importante. Si ese “privilegiado” no hace el trabajo, ¿quién lo va a hacer? ¿A qué coste? ¿En qué condiciones? ¿A quién beneficia?
Poco se dice que, durante los momentos duros, mientras la opinión publica estaba ocupada poniendo verde a la estiba, se aprovechó la puerta trasera y se cedió la explotación de una INFRAESTRUCTURA PUBLICA Y ESENCIAL a intereses privados, que están sentados muy lejos de los muelles y sin apenas contraprestaciones.
Llamar privilegiado al estibador mientras se le enjuagan las lágrimas al que declara X millones de beneficio… pues que queréis que os diga…..es no entender nada.
Las empresas están para ganar dinero y los trabajadores para realizar su trabajo con dignidad. Nunca un Yuan/Dólar/Euro puede ser justificado con la precarización del obrero.
Pero en este tema (como en otros) los medios y las empresas se lo han montado de madre. Nos presentan al obrero como al tirano y a la empresa como la víctima. Hoy mismo decía la consejera del Gobierno Vasco que las empresas están sufriendo por culpa de la huelga. Ojo, las empresas (empresas subvencionadas con dinero público, empresas internacionales que no tributan ni declaran sus beneficios aquí, empresas que su salario medio no llega a los 1.000 euros para el obrero)
Así que mientras tanto, Ni un paso atrás. Al final del día, todos somos obreros; incluso los que nos sentamos en despachos, vestimos de bonito y viajamos en avión. Que nos han vendido la moto de que somos empresa, y algún tonto la ha comprado….