La ecosexualidad

Manuel López Arrabal

Actualmente existen decenas de términos que describen la manera en que entendemos la sexualidad. También son cada vez más las personas que se identifican con otras formas de practicar la sexualidad, distintas a la heterosexualidad, en base a una identidad sexual previamente asumida o en proceso de concreción. Lo que sí está claro, es que nuestra fisiología humana está dotada de unos órganos sexuales que nos diferencia genitalmente a los hombres de las mujeres, aunque psicológicamente y emocionalmente pudiera no ser así. Al fin y al cabo, la sexualidad, como instinto genético provoca un estímulo poderoso en muchos seres vivos que les impele hacia la obtención de placer más allá de la intención de reproducción, sobre todo en la especie humana. Por tanto, me atrevería a decir, que la sexualidad humana es una fuente de placer extraordinaria que no se circunscribe únicamente a la estimulación de las zonas genitales, sino también al resto del cuerpo, con la participación o no de otro/s cuerpo/s humano/s, jugando la mente y la consciencia un papel fundamental. La activación consciente o inconsciente de los deseos asociados al instinto sexual desencadena lo que se conoce como energía sexual.

Cuando no hay participación de otro cuerpo en la práctica sexual, podemos hablar de autosexualidad, autoerotismo o masturbación, donde nuestros sistemas de creencias harán que pongamos o no en funcionamiento la imaginación o nuestros recuerdos para autoinducirnos placer, con los únicos estímulos que nos proporcionan nuestros cinco sentidos, principalmente el tacto.

Y si existe otro cuerpo con el que practicar la sexualidad, entendiendo por cuerpo todo aquél que pertenezca a otro ser vivo de la misma especie, entonces estaríamos hablando de sexualidad compartida. En este sentido me estaré refiriendo siempre a la actividad sexual libre y consentida por ambas partes, puesto que cuando no hay consentimiento tácito o expreso de una o ambas partes, estaríamos hablando de violación o sexualidad forzada. Mi intención no es hablar de prácticas sexuales irrespetuosas o patológicas, donde también interviene más de un cuerpo, como pudieran ser la pedofilia, la necrofilia o la zoofilia. Aquí, solo me referiré a la sana sexualidad practicada libremente por dos o más seres vivos desde el respeto y el amor. Y es aquí, cuando puedo señalar a la Tierra (o Naturaleza) como el símbolo que representa a un Cuerpo Sintiente o Ser Vivo, enmarcándose en este contexto lo que cada vez más personas denominan ecosexualidad.

De todos es bien sabido que la sexualidad más saludable entre seres humanos, ocurre cuando hay una fuerte atracción y/o vínculo entre dos o más personas que se respetan y aman. Otra cuestión distinta es si se puede considerar al planeta Tierra, o a la Naturaleza, como un Ser Vivo que “acepta” libremente ser parte de una relación, sexual o no, con uno o muchos de los seres humanos que viven en y gracias a Ella.

Desde mi punto de vista y según lo que he descubierto a través de internet, la ecosexualidad implica, al menos, un tándem sexual, donde la Tierra o Naturaleza es siempre una de las partes, siendo la otra cualquier persona o personas que la elige/n como pareja o soporte sexual (entiendo yo que mentalmente y de manera simbólica), experimentando por tal motivo una exaltación sensual y/o éxtasis sexual en su presencia o mediante la imaginación, sin necesidad de que existan más personas implicadas en tal juego sexual. Esto, lejos de ser comprendido por la mayoría, supone que existen personas capaces de alcanzar estados de excitación sensorial y sexual muy elevados que, incluso, llegan a alcanzar el orgasmo sin necesidad de estímulos propios, aunque la masturbación también pudiera estar presente, así como otras personas que observen y participen del mismo modo con la Naturaleza.

Con lo que hasta aquí llevo expuesto, quiero decir que además de los múltiples constructos sociales más o menos conocidos en relación a la sexualidad (hetero, homo, bi, tran, a, pan, antro, demi… -sexual), existe uno más que tiene que ver, en este caso, con la ecología y, más concretamente, con el disfrute de la sexualidad en presencia, contacto o imaginación de la Tierra y con lo que Ella representa para tales personas. La ecosexualidad no hay que confundirla con la vegasexualidad, considerada ésta como una tendencia sexual que ocurre entre personas que son veganas, que se eligen mutuamente para este tipo de relaciones, excluyendo a quienes no se alimenten o piensen de la misma forma que ellos, es decir, que no consuman ambas partes productos de origen animal, por considerar que quienes sí los consumen (los ingieren) están “contaminando” sus cuerpos y, por tanto, en una relación sexual una parte puede contaminar a la otra.

Para muchos, ser ecosexual es una“filosofía” de vida, aunque dentro de ella pueden existir múltiples variantes. Hay ecosexuales que eligen a la Tierra o Naturaleza como “pareja sexual”, produciéndose incluso “casamientos” públicos entre ambas partes. Existen también quienes llevando vida de pareja también se consideran ecosexuales. Y, por último, existen matrimonios o parejas que deciden, a su vez, “casarse” con la Tierra, formando de esta manera un interesante trío. Este sería el caso de los fundadores de este movimiento, Beth Stephens y AnnieSprinkle, dos artistas estadounidenses que fundaron en el año 2011 un híbrido entre arte, ecologismo y sexo, la sexecology. Desde entonces, cuando definieron sus bases con un manifiesto, la pareja se “casó” con la Tierra, iniciando una ruta de promoción mediante conferencias y a través del rodaje de un documental llamado Here come theecosexuals (“Aquí vienen los ecosexuales”). En su página web hablan de «un encuentro entre el arte, la teoría, la práctica y el activismo» y se describen como acuófilos, terrófilos, pirófilos y aerófilos. Dicen también: «Abrazamos los árboles sin pudor, masajeamos la tierra con los pies y hablamos eróticamente a las plantas. Nadamos desnudos, somos adoradores del sol y observadores de las estrellas«.

Este movimiento social está dando lugar a que muchas personas favorables a la defensa y preservación del medioambiente se vayan autodenominando, sexualmente hablando, como ecosex, aunque más bien sería un añadido más a su tendencia sexual habitual, puesto que personas ecosexuales que solo y exclusivamente se exciten o practiquen el sexo con la Naturaleza son una minoría. El denominador común que aglutina en esta nueva tendencia a heteros, homos, bis, trans…-sexuales, es la sensibilidad y conexión con la Tierra o Naturaleza como una inmensa fuente de placer que hay que cuidar. No obstante, un aspecto importante que, al parecer, tienen muy en cuenta los que se denominan ecosex y que tienen vida amorosa (estable o no) con otras personas, es el de la búsqueda de una pareja que también sea ecosex o, al menos, que sea respetuosa con el medioambiente.

De alguna manera, esta orientación sexual vanguardista promueve el cuidado y respeto por la Tierra y de toda la vida que contiene, haciendo suyas todas las prácticas cotidianas que ayuden a salvar el planeta, como puede ser el consumo responsable y, en relación a las prácticas sexuales, tienen muy en cuenta el decálogo de Greenpeace por un sexo amigable y ecológico, donde se fomentan, por ejemplo, hacer el amor sin gastar electricidad, gastando poca agua, el uso de ecolubricantes, la cama sustentable (de madera certificada FSC), el sexo verde (mediante consumo de productos orgánicos) o el famoso lema “haz el amor y no la guerra”.

No obstante, el principal pilar de la ecosexualidad se fundamenta en su breve manifiesto con seis principios muy clarificadores, a saber:

I-SOMOS LOS ECOSEXUALES. La Tierra es nuestro amante… La tratamos con amabilidad, respeto y afecto.

II-HACEMOS EL AMOR CON LA TIERRA. Somos acuófilos, terrófilos, pirófilos y aerófilos…

III-SOMOS UNA COMUNIDAD GLOBAL ECOSEXUAL QUE CRECE RÁPIDAMENTE. Como consumidores aspiramos a comprar productos sostenibles, ecológicos y locales…

IV-SOMOS ACTIVISTAS ECOSEXUALES. Salvaremos a las montañas, las aguas y los cielos por todos los medios necesarios…

V-ECOSEXUAL ES UNA IDENTIDAD. Para algunos de nosotros, ser ecosexual es nuestra identidad primaria…

VI-EL COMPROMISO ECOSEXUAL. Prometo amar, honrar y cuidar de la Tierra hasta que la muerte nos acerque para siempre…

Antes de concluir, me gustaría dejar claro que, a pesar de que soy un enamorado de la ecología, con todo lo que ello supone (respeto, observación y aprendizaje de la Naturaleza, así como la consciente defensa de la vida y del equilibrio de todos los ecosistemas de la Tierra), acepto y respeto esta nueva fórmula de ecología y/o sexualidad con unos principios que hago míos en su práctica totalidad a excepción de considerar a la Tierra como un/a amante. Puedo entender perfectamente que somos seres vivos dotados de unos sentidos corpóreo-mentales, capaces de alcanzar estados elevados de excitación sexual, niveles altos de placer sensorial, gran efervescencia emocional y tremenda elucubración mental. Y todo ello, más fácil de obtener en un ambiente propicio como es la Naturaleza, gracias a que las energías que en Ella se mueven son totalmente afines con las propias energías que nos constituyen. De hecho, venimos de la Naturaleza. Por tanto, somos Naturaleza. Pero no olvidemos que nuestros cuerpos pertenecen a la Tierra, pues además de nacer en Ella, crecen con sus alimentos, su agua, su tierra, su fuego y su aire, siéndoles devueltos, inexorablemente, cuando finalizan su ciclo vital. Así pues, la Tierra en la que vivimos, nos movemos, experimentamos y expresamos nuestro Ser, podemos considerarla nuestra Madre, pero nunca nuestra amante.

La Tierra jamás nos dará su consentimiento expreso para hacer el amor con Ella (o follarla, como incluso se llega a decir); más bien, siempre nos permitirá disfrutar del Amor en Ella, siendo la sexualidadla más acabada expresión del placer humano, que posiblemente desata las mayores energías de exaltación sensual, siempre que el acto amoroso se realice con libertad y respeto, también hacia la Tierra. Esto no impide, ni mucho menos, el poder disfrutar sanamente de la sexualidad en la Naturaleza, más bien al contrario. Todas las energías de la Madre Tierra están y estarán siempre a nuestra disposición, más aún, si elegimos hacer el amor (con uno mismo o con otra persona) con Amor y Respeto en plena Naturaleza.

Desde mi punto de vista, y con todos mis respetos hacia quienes se sientan atraídos o identificados con la ecosexualidad, he de decir que se trata de un movimiento social más, que inteligentemente aúna sexualidad y ecología para captar más fácilmente adeptos y seguidores que promuevan esta nueva tendencia o inclinación sexual dentro del maremágnum de identidades sexuales que no para de crecer y de confundir, principalmente a los más jóvenes y a las personas indecisas con su orientación sexual.

Como todos sabemos, hay personas que no se identifican sexualmente con el género que generalmente se asocia a su genitalidad. Esto da lugar a muy diversos tipos de relaciones sexuales entre seres humanos, de lo que ya no me da tiempo hablar en estos momentos, aunque sí escribiré sobre la ideología de género más adelante, pues este asunto merece un análisis más profundo. Como explicaré en el próximo artículo, tal ideología de género obedece a unos intereses de agenda global, que desde hace décadas se está tratando de imponer en la mayoría de países del mundo a través de la ingeniería social.

Para concluir, diré que hacer el amor con la Tierra no es posible (como ficción mental sí lo es), aunque sí podemos amarla incondicionalmentedemostrándolo con nuestro estilo de vida (consumo cada vez más consciente y responsable, reciclaje, evitando contaminar o ensuciar a nuestro paso por la Naturaleza,…) y, también, dándole gracias cada día.

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