La memoria de los hermanos Vergara Toledo no es solo una historia del pasado; es un llamado a la lucha en el presente.
Por Isabel Ginés | 3/02/2025
Chile bajo la dictadura: el régimen de terror de Pinochet
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 marcó el inicio de una de las etapas más oscuras de la historia de Chile. Augusto Pinochet, al mando de las Fuerzas Armadas, derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende, instaurando una dictadura militar que duró diecisiete años.
Desde el primer día, el régimen impuso un brutal aparato represivo. Miles de personas fueron perseguidas, detenidas, torturadas y asesinadas. La Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y luego la Central Nacional de Informaciones (CNI) se convirtieron en los brazos ejecutores de la represión. La disidencia era castigada con desapariciones forzadas, fusilamientos y torturas sistemáticas en centros clandestinos como Villa Grimaldi y Londres 38.
La prensa, controlada por el régimen, desinformaba y manipulaba la realidad. Los asesinatos se presentaban como enfrentamientos, y las víctimas eran retratadas como delincuentes o terroristas. El gobierno utilizó el miedo como arma política, creando un país donde el silencio era sinónimo de supervivencia.
Pero el pueblo no se quedó inmóvil. Durante los años 80, la resistencia popular tomó fuerza. En las poblaciones, en las universidades, en las calles, la lucha contra la dictadura se expresó en protestas, barricadas y organización clandestina. Y en este escenario de lucha, un nombre se convirtió en símbolo de resistencia: la familia Vergara Toledo.
Villa Francia: un territorio de lucha
Villa Francia, en la comuna de Estación Central, se transformó en un epicentro de resistencia. Fue un sector donde la represión golpeó con especial crudeza, pero donde también floreció la organización popular.
Las primeras grandes manifestaciones contra la dictadura comenzaron en 1983, y la población se sumó activamente. Con cacerolas, barricadas y enfrentamientos con la policía, la comunidad expresó su rechazo al régimen. En esas jornadas, los jóvenes jugaron un papel clave, organizándose en movimientos políticos como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
En este contexto de lucha emergieron los hermanos Vergara Toledo: Pablo, Eduardo, Rafael y Ana. Hijos de Luisa Toledo y Manuel Vergara, crecieron en un hogar donde la conciencia social y la solidaridad eran valores fundamentales.
Los hermanos Vergara Toledo: una vida de compromiso
Cada uno de los hermanos Vergara Toledo asumió la lucha contra la dictadura desde distintos espacios:
• Pablo Vergara Toledo, el mayor, estudiaba Ingeniería en la Universidad de Santiago. Desde la universidad, se sumó al MIR y asumió el compromiso de la lucha armada como única vía para derrotar a la dictadura. Fue un puente entre la población y el movimiento revolucionario.
• Eduardo Vergara Toledo estudiaba Pedagogía en Historia en la UMCE. Destacaba por su capacidad de oratoria y liderazgo. Era dirigente estudiantil y fue expulsado de la universidad por su activismo político.
• Rafael Vergara Toledo, el menor de los hermanos varones, era conocido por su arrojo y rebeldía. Militante del MIR, participaba activamente en la organización de la resistencia en Villa Francia.
• Ana Vergara Toledo, la única hermana, también militó en el MIR y sobrevivió a la persecución. Junto a su madre, se convirtió en un pilar de la lucha por la memoria y la justicia.
La casa de los Vergara Toledo se convirtió en un punto de reunión y organización. Allí se planificaban acciones de resistencia y se apoyaba a los niños del barrio con sus estudios. La educación y la conciencia social eran una parte fundamental de su lucha.
Pero la dictadura los tenía en la mira. Y cuando el ojo del panóptico represivo se posa sobre alguien, la bala no tarda en llegar.
29 de marzo de 1985: el asesinato de Rafael y Eduardo
La noche del 28 de marzo de 1985, la policía patrullaba Villa Francia buscando a los hermanos Vergara Toledo. Habían detenido y golpeado a una vecina exigiéndole información sobre su paradero. Ella logró escapar y avisar a la Vicaría de la Solidaridad. Pero el aviso no llegó a tiempo.
El 29 de marzo, en una jornada de homenaje a Mauricio Maigret (militante del MIR asesinado un año antes), los hermanos Rafael y Eduardo fueron emboscados por Carabineros en la esquina de Río Quetro con 5 de abril.
Eduardo recibió una ráfaga de disparos con una UZI, que le atravesó los pulmones. Rafael intentó huir, pero fue alcanzado y recibió un disparo en la espalda que lo dejó parapléjico. Luego, fue ejecutado de un tiro en la cabeza y arrojado junto a su hermano en un furgón policial.
Ese mismo día, la CNI asesinó en otra operación a Paulina Aguirre, militante del MIR.
Los cuerpos de Rafael y Eduardo aún yacían en la calle cuando la casa de la familia Vergara Toledo fue allanada con violencia. Luisa Toledo, su madre, fue informada de la muerte de sus hijos entre burlas y amenazas de los agentes del régimen.
La prensa oficial justificó el asesinato con un montaje, acusándolos de delincuentes y subversivos. Pero la verdad se abrió camino: habían sido asesinados por su lucha política.
Desde ese día, la memoria de Rafael y Eduardo se convirtió en una bandera de resistencia.
La persecución a Pablo Vergara y el tercer golpe a la familia
Tras el asesinato de sus hermanos, Pablo Vergara y Ana Vergara tuvieron que exiliarse en España. Pero el deseo de justicia y venganza lo llevó a regresar a Chile de manera clandestina en 1988.
El 5 de noviembre de ese año, Pablo fue encontrado muerto junto a Araceli Romo, militante del MIR. Sus cuerpos aparecieron destrozados en el Cerro Mariposas de Temuco. La versión oficial hablaba de una explosión accidental, pero las pruebas apuntaban a un montaje de la dictadura.
Así, en menos de cuatro años, Luisa Toledo y Manuel Vergara perdieron a tres de sus hijos a manos del régimen.
Luisa Toledo: la madre de la juventud combatiente
Tras la muerte de sus hijos, Luisa Toledo se convirtió en un símbolo de lucha. Nunca se resignó, nunca calló. Participó en marchas, denunció la impunidad de los asesinos y se enfrentó a la policía con su grito de combate: “¡Asesinos, cobardes!”
El 29 de marzo se convirtió en el Día del Joven Combatiente, una fecha de protesta y confrontación con la policía en todo Chile.
Hasta sus últimos días, Luisa nunca creyó en reformas ni en plebiscitos. Para ella, la lucha contra el Estado y el capitalismo era total. Sus nietos siguieron su legado, como Tamara Sol Vergara, encarcelada por atacar a un guardia de banco en 2014.
El 6 de julio de 2021, Luisa Toledo falleció, pero su memoria sigue viva en cada joven que alza la voz contra la injusticia.
Memoria y legado: la lucha continúa
El asesinato de los hermanos Vergara Toledo fue parte de la brutalidad de la dictadura, pero su legado sigue presente en cada joven que desafía la opresión.
El Estado intentó enterrar la memoria con montajes, impunidad y pactos de silencio. Pero cada 29 de marzo, las calles recuerdan que la lucha no ha terminado.
Luisa Toledo y sus hijos no creyeron en cambios dentro del sistema. Su lucha era por la revolución. Y su historia sigue siendo un faro inapagable para quienes, en todo lugar donde exista la miseria, levantan la rebelión.
La impunidad y la lucha por la justicia
A pesar de las décadas transcurridas desde los asesinatos de Rafael, Eduardo y Pablo Vergara Toledo, la justicia aún sigue siendo una deuda pendiente. Como en tantos otros crímenes de la dictadura, los responsables directos han gozado de impunidad, protegidos por un sistema judicial que nunca ha estado del lado del pueblo.
Los asesinatos de los hermanos fueron parte de la estrategia del Estado para eliminar la resistencia popular. El gobierno de Pinochet, con el respaldo de sectores empresariales y políticos, consolidó un modelo de impunidad que, incluso después del retorno a la democracia en 1990, siguió protegiendo a los perpetradores.
Las querellas presentadas por la familia y organizaciones de derechos humanos han enfrentado obstáculos sistemáticos. Muchos de los criminales que participaron en estos hechos no fueron juzgados, y otros recibieron penas irrisorias en comparación con la magnitud de sus crímenes.
Luisa Toledo nunca confió en la justicia institucional. Para ella, la verdadera justicia solo llegaría con la transformación radical del sistema que permitió estos crímenes. Su lucha no fue solo por el castigo de los responsables, sino por la construcción de un país donde el Estado no fuera el enemigo del pueblo.
La herencia de los Vergara Toledo en las nuevas generaciones
La memoria de los hermanos Vergara Toledo no es solo una historia del pasado; es un llamado a la lucha en el presente. Cada 29 de marzo, miles de jóvenes salen a las calles en su nombre, enfrentando a un sistema que sigue criminalizando la pobreza, la protesta y la organización popular.
La represión no terminó con la dictadura. Los montajes policiales, las detenciones arbitrarias, la brutalidad de Carabineros y la persecución política siguen siendo una realidad. La revuelta social de 2019 lo demostró: el aparato represivo del Estado sigue intacto, con los mismos métodos que se usaron para asesinar a los hermanos Vergara Toledo.
Luisa Toledo decía que su lucha no era solo por sus hijos, sino por todos los jóvenes que han sido asesinados y perseguidos por el Estado. Su mensaje sigue resonando en cada protesta, en cada barricada, en cada grito de rabia contra la injusticia.
Luisa Toledo: Una vida de lucha inquebrantable
Luisa Toledo fue mucho más que la madre de los hermanos Vergara Toledo; fue una luchadora incansable, una mujer que convirtió el dolor en fuerza, la injusticia en motor de resistencia y la memoria en una herramienta de combate. Desde que la dictadura le arrebató a sus hijos Eduardo, Rafael y Pablo, Luisa jamás se rindió. Su lucha trascendió el duelo personal y se transformó en un compromiso absoluto con los derechos humanos, la justicia y la dignidad de los pueblos. No aceptó nunca el silencio, no cedió ante las amenazas ni se doblegó ante la represión. Durante décadas, denunció el terrorismo de Estado, el encubrimiento de los crímenes y la impunidad que protegió a los asesinos. Pero su lucha no fue solo contra el pasado: se mantuvo siempre del lado de quienes continuaron resistiendo en las calles, de los jóvenes que enfrentaron la violencia del Estado en la revuelta social de 2019, de los pobladores organizados en Villa Francia, donde construyó comunidad y dignidad junto a su esposo Manuel Vergara. No era una figura distante, sino una compañera de lucha para las nuevas generaciones. Aun con la enfermedad avanzando en su cuerpo, su llamado fue claro: seguir adelante, no detenerse, no ceder al miedo ni a la resignación. Su voz no se apagó con su partida, porque su legado sigue vivo en cada barricada, en cada grito por justicia, en cada joven que se niega a aceptar la opresión. Luisa Toledo no solo fue la madre de la juventud combatiente; fue y sigue siendo un símbolo de que la lucha es hasta el final, sin concesiones, sin medias tintas, sin claudicar.
La lucha no muere
La historia de la familia Vergara Toledo es una historia de resistencia. Es la prueba de que, incluso en los momentos más oscuros, hubo quienes no bajaron la cabeza ni aceptaron la opresión.
El Estado chileno intentó borrar su memoria con el silencio y la impunidad, pero la sangre derramada de los hermanos Vergara Toledo se transformó en un símbolo de lucha. No murieron en vano, porque su historia sigue encendiendo la rebeldía en las nuevas generaciones.
Hoy, cuando el poder sigue defendiendo a los mismos grupos que sustentaron la dictadura, cuando la represión sigue golpeando a quienes se levantan contra la injusticia, la memoria de los Vergara Toledo es un recordatorio de que la lucha no termina en una tumba.
Cada vez que un joven se enfrenta al poder, cada vez que una familia desafía la impunidad, cada vez que un pueblo se levanta contra la opresión, los Vergara Toledo siguen vivos. Porque en la lucha, como decía Luisa Toledo, no hay derrotas definitivas.
La memoria es un arma. Y la lucha continúa.
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