La desautorización inmisericorde de Juan Marín

Por Puño en alto

Allá por marzo del presente año, Juan Marín, el chico de los recados de la Junta de Andalucía, manifestaba que descartaba concurrir junto al PP de Moreno Bonilla en unas nuevas elecciones andaluzas. Hace unos días, muy convencido declaraba todo lo contrario, esto es, que no descartaba una candidatura única, PP-Cs, en las próximas elecciones autonómicas previstas para finales de 2022, pretendiendo dejar una puerta abierta ya que, según Marín, cuando lleguen las elecciones serán dos partidos políticos, que habrán compartido cuatro años de gobierno en un proyecto común.

La desautorización de Inés Arrimadas no se hizo esperar y fue tajante, sin paliativos y sin consideración alguna al responsable de su partido en Andalucía con el argumento de que Ciudadanos es un partido liberal y el PP una formación conservadora, todo ello a pesar de la foto de Colón y de haber ido de la mano del PP en las elecciones vascas de junio pasado, con un sonoro fracaso, por cierto. Una desautorización cuyos ecos han retumbado en toda Andalucía, así como, las risas de algunos y Marín se las ha tenido que envainar haciendo mutis por el foro. Aunque ahora para disimular el ninguneo diga que llegado el caso estaría dispuesto a hablar con el PSOE, pero eso sí, sin Susana Díaz.

Pero más allá del varapalo de quedar rotundamente desautorizado, que no significa otra cosa que el escaso peso que tiene Marín en las decisiones estratégicas de su partido, recordemos que no pertenece al sanedrín nacional de la formación política, veamos qué es lo que lleva a Marín a no descartar ahora la opción de compartir candidatura con los populares andaluces.

La principal, si no la única razón, es que las encuestas le dan un considerable retroceso en expectativa de voto, hasta el punto de ser superado por la extrema derecha que tanto ha blanqueado y muy probablemente por la izquierda andaluza de ir unida. Y ese es su mayor temor, ya que no son pocos los que estarían esperando esa circunstancia para pasarle cumplida factura. Por otra parte, de cumplirse las encuestas, se cambiaría las tornas, es decir, Vox asumiría el papel que tiene ahora Cs y éste tendría que asumir el papel de Vox. Es decir, su nuevo papel sería de acompañante sin capacidad de influir en el PP ni a los que ha blanqueado sin rubor, por lo que su vicepresidencia estaría en el aire y su carrera política también. Lo de volver a vender relojes, no creo que este previsto en sus planes de futuro y, por ello, actúa en consecuencia.

Marín debe pensar que, yendo electoralmente en coalición con el PP, su retroceso quedaría disimulado y de llegarse de nuevo a gobernar se aseguraría de nuevo la vicepresidencia, que sería su única exigencia al PP. De no llegar al gobierno, su fracaso sería menos ostensible y más llevadero, aunque tampoco le salvaría de la quema. Lo cierto es que a Marín le esperan tanto en Andalucía como en la dirección nacional con los cuchillos entre los dientes.

Los que conocen bien a Marín, o han tenido que sufrirlo, dicen que el único centro político que procesa es él mismo y su única estrategia política es la de seguir viviendo de ella y si para ello tiene que mentir, miente; si tiene que engañar, engaña; y si tiene que ponerse de rodillas ante quien sea, se pone.

Sin embargo, esta vez por muchos videos que haga demostrando sus ridículas habilidades reposteras, tiene toda la pinta de quedar como el tonto útil, tanto para el PP como para Vox e incluso para su propio partido. Para el PP, porque es un aliado cómodo que no exige nada más allá de mantener su estatus personal como vicepresidente; para Vox, porque ha sido el mejor blanqueador de sus iniciativas retrogradas y de su partido, porque ha consolidado supuestamente una estructura política a su imagen y semejanza de la que se va a beneficiar terceros y de la que su viabilidad futura, a juzgar por el trato que recibe, no pasa por su persona.

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