No podremos ser un país libre de miedo e injusticia, democrático y seguro para todas y todos sus habitantes hasta el día que no permitamos a nadie blanquear el fascismo, defenderlo o crear y propagar fake news que lo alaben. Toda exaltación y todo blanqueamiento deberían constituir un delito punible.
Por Isabel Ginés y Carlos Gonga
Llega un punto en que en España hemos considerado normal el hecho de pasear por calles donde hay símbolos fascistas o franquistas, que rememoran un régimen autoritario, una dictadura genocida que asesinó despiadadamente a miles de personas cuyo pensamiento discrepaba del fascismo que se había impuesto por la fuerza.
Nuestras calles no son lugar para vestigios de violadores, asesinos ni genocidas, que recuerdan épocas oscuras. Los espacios públicos no son lugar para cruces de los caídos ni placas que homenajean a aquellas personas adheridas al bando franquista, que provocó la Guerra Civil, ni otras exaltaciones fascistas. Si alguien quiere esto puede plantar un monolito en el comedor de su casa o poner un recordatorio en el pasillo de su socio Atila, una persona cruenta, pero no deben estar por los espacios que todas y todos compartimos. Queremos cerrar por fin la transición de la dictadura a la democracia, queremos una democracia plena que lleva décadas demandándose y en ella el fascismo no tiene cabida.
El blanqueamiento de un régimen genocida como el franquismo debe ser condenable y, por tanto, deben ser condenadas las personas que pretenden blanquearlo o defenderlo. No podremos ser un país libre de miedo e injusticia, democrático y seguro para todas y todos sus habitantes hasta el día que no permitamos a nadie blanquear el fascismo, defenderlo o crear y propagar fake news que lo alaben. Toda exaltación y todo blanqueamiento deberían constituir un delito punible.
Recientemente hemos visto cómo el alcalde de Madrid no gobierna para el bien de su pueblo sino solo para una parte del mismo, ya que ha retirado el nombre de una calle de la ciudad y la ha cambiado por el de un buque de guerra que causó una masacre entre civiles indefensos a la orden del genocida Francisco Franco. No podemos estar esperando a que, una vez se alcance la plenitud de calles españolas sin vestigios franquistas, a un Gobierno que solo busca provocar crispación, cuya dinámica habitual son los robos de dinero público y los apuñalamientos internos, le dé por renombrar nuestras calles a su antojo con motivos fascistas, violando los derechos fundamentales de la ciudadanía, provocando dolor y enfado a la parte de la población que sí es empática, que sí quiere que haya justicia y reparación, y deteriorando la democracia. La democracia, si no es plena y consiente el fascismo, se devora a sí misma.
Uno de los mayores problemas que afecta a España es que aquí no se venció al fascismo. Sí, pasaron. Aquí el fascismo ganó y su poder terminó cuando el genocida murió, dejando atado a su sucesor, el rey emérito, y una Transición que hicieron pasar por modélica cuando fue sangrienta. Aquí no se venció al fascismo y eso da alas a personas nostálgicas y descerebradas que aún lo añoran. Las hay que incluso piensan que el fascismo en España hizo cosas buenas y que es una fuerza política tan respetable como cualquier otra ideología.
El mito de la Transición modélica, en que las derechas fascistas y las izquierdas antifascistas se dieron la mano, terminando así con la dictadura franquista y dando paso a la democracia actual, fue una patraña que acalló a quienes sufrieron la represión franquista, junto con los atentados a diversas bibliotecas valencianas o catalanas, la quema de libros, numerosas agresiones y la muerte de más de 900 personas.
Al sistema político de gobierno que derivó de la Transición española le llamaron democracia, nadie mencionó que no iba a ser plena ni ejemplar. No se puede construir una democracia sobre las miles de personas muertas y asesinadas y arrojadas a fosas comunes, pozos y cunetas; no se puede crear una democracia si se intenta silenciar a familiares de estas personas, a gente que fue violada, agredida o cuyas hijas e hijos fueron robados a manos del franquismo.
No se puede construir una democracia que deje atrás el franquismo si no se condena el franquismo, si no se condena a quien lo blanquea, a quien lo exalta o a quien lo defiende, a quien para taxis o a quien instala en su municipio calles con nombre de adeptos franquistas o de acontecimientos que provocaron la masacre de la población española. Los vestigios franquistas y las exaltaciones fascistas en nuestras calles denotan que nuestra democracia no es plena.
No se consolidó nada con el paso a la democracia. Quien crea que al llegar la democracia todos nuestros problemas se solucionaron es una persona ilusa: no solo estamos comprobando que la extrema derecha no desapareció y que sigue teniendo fuerza sino que se ha reorganizado en un numeroso partido político y que ya forma parte de la política de este país. La democracia española no está consolidada porque la ultraderecha está difundiendo fake news, noticias falsas, que avalan sus discursos de odio, sabiendo que mucha no sabe comprobar la veracidad la información que le llega y tiende a creérsela sin comprobarla. Los discursos de odio están a la orden del día y se camuflan como información verídica, de forma que la sociedad los normaliza.
Personas con ideología fascista se amparan en la libertad de expresión para dispersar su odio, de la misma manera que se escudan en la diversidad de opinión para considerar el fascismo como fuerza política, cuando la libertad de expresión no recoge los discursos de odio y cuando el fascismo no es un sistema de gobierno sino de dominación.
La extrema derecha nos va a tener enfrente, más que nunca ahora que conocemos sus armas y su metodología para captar gente. Uno de los pasos a seguir es condenar la exaltación y el blanqueamiento del fascismo, otro es dejar nuestras calles libres de nombres y vestigios franquistas. Solo así daremos un gran paso adelante. Solo así quizá podamos decir un día que nuestra democracia es plena y que la sociedad dejó atrás el fascismo.
Se el primero en comentar