Por Daniel Seixo
«En busca de fortuna y de placeres
Más siempre atrás nos ladran,
Ladran con fuerza…
Quisieran los perros del potrero
Por siempre acompañarnos
Pero sus estridentes ladridos
Sólo son señal de que cabalgamos«
Johann Wolfgang von Goethe
«El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas«
Charles Bukowski

Tiene uno la fea costumbre de preparar sus textos y las opiniones que en ellos vierte con lecturas, documentos gráficos, consultas a compañeros y compañeras y mucha paciencia, especialmente con mucha paciencia. Esto resulta especialmente necesario en los últimos años debido a que la incoherencia, el fanatismo y la barbarie, han ido poco a poco erosionando el debate en el campo de la cultura, hasta lograr transformar lo que antaño era un intercambio de pareceres más o menos tenso, en una mera reposición de uno de esos programas de cotilleo amarillista en los que la razón brilla por su ausencia en medio de la continuidad de la sin razón. Da igual que hablemos de Sálvame naranja, Sálvame limón, Todo es Mentira o La Sexta Noche, la izquierda inscrita en la trinchera de Jorge Javier Vázquez, Eduardo Inda y el espectáculo como fetiche y fin en sí mismo, produce la misma desidia y desazón independientemente de la hora del día en la que nos encontremos. Lo suyo es una eterna mala imitación de lo que un debate intelectual debería ser. En tiempos de televisión y pseudocultura, la inteligencia llega a producir a muchos incluso alergia.
Y no, no crean que el que aquí escribe tiene ínfulas de intelectual o una alta estima por las líneas que de vez en cuando deja caer sobre sus pantallas, les aseguro que se trata más bien de todo lo contrario. Uno simplemente hace lo que puede. No se trata de que mis expectativas en el estudio de nuestra realidad social sean elevadas, sino que es tal la degradación del entorno de nuestra razón que lo que antaño parecía vulgar o indeseable, hoy se ha convertido simplemente en la norma. Nos dejan personajes como Fidel Castro, Margaret Burbidge, José Luis Cuerda, Julio Anguita, Teresa Rodrigo, Juan Marse, Little Richard, Luis Eduardo Aute, Betty Wright o Kirk Douglas y nos quedamos cada día más solos, rodeados de las miserias «culturales» arrojadas a un consumo incesante por la televisión por cable, internet y toda clase de empresas cuyo único empeño se basa en vendernos como novedoso, transgresor o incluso deseable las mismos valores reaccionarias del capitalismo de siempre, decorados ahora con un poco de brilli-brilli y «bases teóricas» difusas y rápidas. De vital importancia resulta de cara a poder sumarse a esas nuevas corrientes sociales que uno no tenga que malgastar demasiado tiempo en trabajar su razón crítica o incluso abrir algún que otro libro para lograr ampliar sus horizontes, pensar mucho en medio de una realidad material precaria e inmersa en el vértigo constante del desastre absoluto, podría resultar peligroso para el sistema.
Es por todo esto que no puedo tomarme con demasiada seriedad las campañas de acoso o incluso las amenazas de la fiel feligresía del neoliberalismo, independientemente de la identidad momentánea y perecedera en la que en ese momento se enmarquen. Cuando nenes elegantes o bobos de corte de toda índole se acercan a mis palabras para manipularlas, vilipendiarlas y finalmente hacerse mala sangre con ellas para terminar recurriendo a la amenaza, en lo único en lo que puedo pensar es en la enfermedad que está detrás de todos sus síntomas. El capitalismo, compañeros y compañeras, es un criadero de cretinos y necios incesante, un vertedero en ilimitado crecimiento capaz de intentar borrar a la mujer, suplantar a la izquierda y sembrar activistas en aquellos espacios en los que antaño reinaba la militancia. El capitalismo, en definitiva, es el enemigo, la superestructura que necesitamos batir. Una enfermedad que no queda más remedio que erradicar si no queremos vernos eternamente rodeados de incultura, vulgaridad y garrapatas ventajistas a medida que lo poco bueno que nuestra clase nos ha legado durante el pasado siglo, perece lentamente mientras la mendicidad intelectual avanza sin remedio. Sé que resulta complicado soportarlos e incluso tener que convivir con ellos en nuestros espacios, pero perdonadlos camaradas, pues no saben lo que hacen.
Pero no por ello guarden duda alguna de que se llamen como se llamen, se sientan como se sientan y ocupen los sillones que ocupen en el parlamento y bajo las siglas que quiera que lo hagan, la barbarie, lo reaccionario y la sin razón, serán siempre enemigos acérrimos del materialismo, la razón y la clase… La social, la eternamente nuestra, la clase obrera, y esa otra de la que hace gala el hijo de unos agricultores para mandar a todos esos posmodernos que tanto gritan hoy a la mierda, sin que se note mucho. Aunque en última instancia lo termine dejando claro, porque viendo el panorama y su escasa comprensión lectora, sin esta directa nota aclaratoria final, tiene uno serias dudas de que lograsen entenderlo.
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