Los medios de comunicación burgueses forman hoy parte indispensable de ese sustrato con el que se logra la construcción del consenso en torno a ideas y valores ajenos a los propios intereses de la mayoría social.
Por Dani Seixo
Se terminan las cervezas en los chiringuitos, los planes lúdicos sin que aparezca en nuestro interior esa leve ansiedad, siempre presente por el encaje de bolillos de nuestros complicados horarios, los chapuzones en la playa, las comidas familiares, las fiestas populares y llegan también a su fin las charlas intrascendentes hasta altas horas de la madrugada con otros trabajadores y trabajadoras que, al igual que nosotros, también gozaban de unos leves días de dispersión y desconexión de su rutina laboral, escasamente estresante y poco edificante para esta inmensa mayoría social que formamos los perdedores del supuesto mejor de los mundos.
Llegan a su fin las vacaciones estivales y con ello se retoma la rutina de esta clase operaria empujada a funcionar como un mecanismo engrasado para mayor honor y gloria de los burgueses del mundo. Y es por ello que el que aquí escribe, también se pone manos a la obra con el traqueteo de su viejo ordenador, para intentar ofrecerles una mirada crítica, no neutral, profundamente proletaria, acerca de las novedades políticas, culturales y sociales de un mundo cada día más complicado, más inestable y agresivo.
Lo siento si me muestro incapaz, esquivo o incluso firmemente contrario a la hora de pretender seguir la supuesta actualidad nacional e internacional, esa marcada por los grandes medios de comunicación a través de las notas oportunamente filtradas por un par de agencias de noticias, siempre en manos de nuestros declarados enemigos de clase.
Advierto con esto, que no encontraran en mis futuros escritos reflexiones superficiales acerca de temas igualmente insustanciales. Eso es, no esperen grandes titulares examinando los pormenores de alguno de los descuartizadores presos en Tailandia, ni tengo tampoco el mayor interés en las tetas de Amaral, la vida privada de Pablo Iglesias o la última hora con relación al estado de salud de la madre de Rubiales.
No pretendo, por tanto, formar parte de la desatada histeria con la que propios y extraños participan de ese mecanismo masivo de desinformación pseudocultural destinada a mantener viva la superestructura ideológica dictada por nuestros amos. Un esfuerzo con el que nuestras propias oligarquías, pretenden sostener su dominación, contaminando el espíritu obrero a través de prensa escrita, radios, televisiones y redes sociales. Todas ellas, herramientas al servicio de la hegemonía burguesa en la batalla de ideas.
Y es que para mantener intacta su capacidad de dominación sobre el trabajador y la trabajadora, los medios de comunicación burgueses forman hoy parte indispensable de ese sustrato con el que se logra la construcción del consenso en torno a ideas y valores ajenos a los propios intereses de la mayoría social. A través de la repetición incesante de ciertos contenidos, siempre cargados de valores en mayor o menor medida reconocibles a simple vista, la clase dominante avanza en la aceptación universal de sus propias creencias e intereses, como creencias o intereses propios del sentido común, asociados a la propia naturaleza de las cosas.
Mediante una mascarada de imparcialidad, los medios de comunicación burgueses se muestran capaces de interferir en las dinámicas sociales, poner el foco social en asuntos específicos e incluso manipular los modos de selección e interpretación de los acontecimientos por parte de la masa trabajadora.
Si ustedes se han pasado estas vacaciones ocupados y enajenados en torno al eternamente frustrado fichaje del multimillonario Kylian Mbappé, el brutal asesinato cometido a manos de un niño pijo en Tailandia, la subcontratación del feminismo en manos del rosa de Barbie y los pechos de Amaral o si en su aparato televisivo Rubiales ha logrado ocupar mucha más cuota de pantalla que las decenas de asesinatos machistas y la responsabilidad directa de nuestra sociedad en el genocidio en el Mediterráneo o el lucrativo negocio de la moderna esclavitud sexual, que puebla de víctimas olvidadas los campos de concentración para mujeres que salpican ininterrumpidamente las carreteras del estado español, no es por casualidad, sino por esa capacidad de los medios para convertir la realidad social en un producto, una proyección totalmente irreal de lo que ahí fuera acontece y que nos afecta de forma directa.
Esas imágenes oportunamente seleccionadas, manipuladas, descontextualizadas y empaquetadas para su consumo a través de agencias de prensa, logran hábilmente separarnos de nuestra común realidad y experiencia, dilapidando y cercenando cualquier esperanza de unidad y reacción revolucionaria del proletariado. Mediante un continuo espejismo, la sociedad del espectáculo y el sensacionalismo, ha podido restringir al extremo nuestro sentido crítico y con ello convertir determinadas concepciones de mundo, propias de la clase dominante, en una especie de conciencia colectiva irreflexiva, difícilmente modificable.
Es por todo ello que urge romper ese consenso, desafiando firmemente las ideas hegemónicas que nos imponen los medios de comunicación y librar sin tregua alguna una batalla desenfrenada por el relato. Precisamos recuperar un sentido común proletario, es nuestra firme obligación desarrollar una nueva conciencia crítica mediante la cual el pueblo trabajador se dote de las herramientas necesarias para lograr identificar las relaciones de poder y dominación presentes en todos los ámbitos de la sociedad. En esta tarea, los medios de comunicación alternativos y todos los espacios contrahegemónicos que logremos establecer, juegan un papel crucial a la hora de poder desafiar la narrativa burguesa y con ello adquirir la capacidad de avanzar en la tarea de la transformación social y la definitiva erradicación del cainismo capitalista en aras de una sociedad nueva, sostenible y justa.
El espejismo del espectáculo y el sensacionalismo burgués, nos niega la posibilidad de este cambio, embotando nuestras mentes y produciéndonos de forma continua una necesidad irreflexiva de una mayor dosis de esa representación irreal de lo que los medios de comunicación de masas han dado en llamar actualidad. Si me lo permiten, mediante este espacio y a través de las futuras líneas que juntos, lograremos transformar en un aparato de diálogo y reflexión política continua, pretendo poder poner a su disposición una ventana no solo de resistencia y oposición a la hegemonía de la clase dominante sobre nuestra capacidad de informarnos, sino también una pequeña ventana a la emancipación, un lugar desde el que comenzar la construcción de una conciencia crítica que logre un cambio de forma colectiva. Esa es mi intención y de ustedes dependo.
Bienvenidos a la batalla por las ideas.
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