[Opinión] La ambición del escritor errante

Por Ramón Sigfredo

Somos jóvenes o lo fuimos algún día, y perdíamos nuestro tiempo entre literatura fantástica de corte tolkiano o en una marabunta de series de animación que nos permitían evadirnos hacia una realidad donde cualquier cosa era posible. Ahora muchos ya somos adultos, y nos enfrascamos en las últimas pesquisas de corruptela y política social para evadirnos con literatura más especializada o todo el catálogo que portales como Netflix pueden ofrecernos. ¿Qué pasaría si el mundo al que decidimos evadirnos es cruel e idéntico a la realidad? La respuesta nos la da el escritor abderitano Juan Miguel Sánchez Fernández con una obra “La ambición del mago errante” que saca toda la peor psique humana hasta torturarla y dosificarla en un protagonista que se muestra inconforme con el contexto que impera y decide tomarse la libertad de actuar según su criterio propio.

Pongámonos en situación, tenemos una máquina que nos permite introducirnos dentro de la obra e interpretar a un personaje más del rico mundo que nos narra. Pues si vamos buscando ser un héroe y rescatar a una princesa vamos errados, aquí de lo que se trata es de sobrevivir entre gente muy poderosa que no dudará en emplear todo su potencial para defender sus intereses. En este alboroto de fuerzas de la naturaleza se darán cita dioses, archimagos y reinos dentro del labrado continente de Caelia; y todo ello se verá perturbado por la ambición de un talentoso aeromante llamado Kilheid.

¿Qué podemos esperar de esta narrativa amateur? Las esperanzas de la ambición de un escritor que depositó su fe en la concepción de una obra que ha terminado siendo publicada por la editorial Tandaia y distribuida por librerías como Babel o centros comerciales como Carrefour. Su infatigable lucha por los foros de internet y el apoyo de sus más allegados han hecho posible que los mecenas premien el florecimiento de una obra que algún día podría ser cumbre del panorama literario fantástico español. Solo puedo terminar esto con un Arthelan, y cierra Lancria.

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