La abolición de la esclavitud animal

Manuel López Arrabal

“La grandeza de una nación y su progreso moral puede ser juzgado por la forma en que sus animales son tratados.” 

Mahatma Gandhi

Me atrevo a decir para empezar, que el objetivo final que aquí propondré y que se puede deducir del título de este artículo, pudiera ser tildado de irrealizable o utópico. Así lo entiendo yo también a corto o medio plazo, aunque presiento que llegará el momento en que tal utopía llegará a cumplirse antes de que finalice este siglo. No obstante, una realidad distópica donde la inteligencia artificial y la robótica sustituyan por completo la mano del hombre en la explotación animal, también sería posible. Ante tal disyuntiva, mi corazón se decanta por la primera opción, pues no nos queda otra si en verdad queremos vivir en un mundo que pueda proveer de alimentos saludables a todos los habitantes del planeta sin necesidad de explotar y sacrificar a nuestros compañeros no humanos. Por ello, no me cansaré de compartir mis visiones e ideales que nacen de mi interior para alcanzar tal utopía.

Hace, aproximadamente, un año y medio opté por dejar de consumir cualquier alimento o producto de origen animal, pues considero que es la acción individual más eficaz que tengo a mi alcance para disminuir la explotación y los sacrificios innecesarios de seres vivos. Evidentemente, lo que aquí comparto pudiera no ser asumible por muchas personas en estos momentos, al igual que tampoco lo fue para mí durante más de 40 años. El autoconocimiento y la exploración durante años de las innumerables alternativas de consumo saludable y respetuoso con el medio ambiente y con la vida en general, me han permitido tomar consciencia del problema especista y de sus posibles soluciones desde un punto de vista práctico y, a la vez, filosófico.

Actualmente se habla de explotación ganadera con entera normalidad, como si otros seres vivos fueran meramente explotables. Lo mismo ocurría siglos atrás cuando se hablaba de los hombres y mujeres esclavos, a los que también se les consideraban mercancías susceptibles de ser compradas, vendidas y subastadas para que sus propietarios pudieran explotarlas a su antojo. Afortunadamente, la esclavitud humana se abolió hace ya más de un siglo, gracias a la perseverancia de miles de personas que trabajaron muy duramente, y millones que las apoyaron, para tratar de conseguir la libertad e igualdad de todos los seres humanos, sin excepción, llegándose a plasmar estos valores universales en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este documento marca un hito en la historia de la Humanidad para con nosotros mismos. Fue elaborada por representantes de todas las regiones del mundo, proclamándose por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París el 10 de diciembre de 1948 como un ideal común para todos los pueblos y naciones. La Declaración establece, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero. Cosa distinta, es que se cumpla en su totalidad y en todas partes. Pero el hecho de que exista y sea conocida por todos, hace que se tenga muy presente dondequiera que se vulneren tales derechos fundamentales.

La proposición inicial que planteo, es que nuestros compañeros de planeta, los animales, quienes llevan mucho más tiempo que nosotros en este mundo, también tienen derecho a una vida digna y en libertad. Muchos de vosotros me podríais decir que esto es inviable actualmente o totalmente imposible, puesto que el ser humano siempre se ha servido de los animales para su supervivencia. Y tendríais toda la razón, pues así ha sido hasta ahora. Sin embargo, no tiene porqué seguir siendo siempre así. El razonamiento que expondré a continuación me hace ver que algún día no muy lejano, los seres humanos de la mayoría de naciones del mundo pedirán la abolición de la esclavitud animal. No obstante, y antes de que esto ocurra, tendrán que darse de manera simultánea y paulatina otros logros menores, en favor de los animales, que vayan confluyendo y aproximándonos hacia el objetivo abolicionista. Está claro, que los avances que vayamos consiguiendo en este sentido irán aparejados, inexorablemente, de otros similares en el ámbito de la propia especie humana. En ambos casos, los logros de un lado repercutirán en el otro, puesto que todos los seres vivos estamos interrelacionados e íntimamente conectados. Formamos parte los unos de los otros y, por tanto, no podemos ignorar ni alejarnos del dolor que infligimos consciente o inconscientemente a los demás, sean humanos o no.

El sufrimiento y el dolor de nuestros compañeros planetarios, principalmente el de los animales de granja, antes o después nos salpicará también a nosotros. Si se les trata mal (pésima nutrición, medicados para mantenerlos hacinados con vida, sin que apenas reciban la luz del sol, engordados a marchas forzadas y sacrificados en serie), esa vivencia formará parte de nuestros cuerpos una vez que los ingerimos, pero también afectará a nuestra psique y, en definitiva, a la totalidad de nuestro Ser. Estaremos integrando en nuestros cuerpos, no solo la medicación y malnutrición de sus cuerpos, sino también sus carencias de sol y de afecto, así como la información cristalizada en cada una de sus células referente al dolor y sufrimiento padecidos durante sus miserables vidas. Evidentemente hay pocas excepciones, que tendrán que ir a más, en cuanto a la ganadería ecológica de pequeñas granjas o ecoaldeas que existen por todo el mundo, donde el trato hacia los animales es mucho más digno, respetuoso y con afecto, inclusive hasta en el sacrificio final.

De los más de 100.000 millones de animales terrestres, actualmente explotados para consumo humano en el mundo, sólo una ínfima parte de ellos son tratados y sacrificados de manera digna. Y es aquí donde la mayoría de consumidores del mundo, tenemos que enfocar nuestra demanda y atención a la hora de consumir productos de origen animal: a la par que disminuimos progresivamente el consumo de estos productos, lo poco que consumamos de origen animal debería ser de origen ecológico y, a ser posible, de ganaderías cercanas que podamos visitar. Esto provocará una disminución de la producción ganadera, así como su reconversión hacia la producción ecológica de las granjas que vayan quedando. Y a partir de ahí, la abolición de la esclavitud animal será solo cuestión de tiempo. Está claro que este proceso será lento y empezará a producirse en muy pocas naciones del mundo, sirviendo éstas de referente para las demás.

Pasemos ahora a analizar brevemente ciertos argumentos antes de elaborar una conclusión final acerca del noble ideal a alcanzar por la mayoría de personas y pueblos del mundo:

            Los seres humanos con capacidad de elección, de la mayoría de países del mundo, podemos vivir perfectamente sin necesidad de consumir alimentos o productos de origen animal. Somos omnívoros por elección y no por necesidad.

Está más que demostrado que una dieta variada y equilibrada con alimentos de origen exclusivamente vegetal, no solo nos mantiene vivos, sino también más sanos, longevos y vigorosos. Sin embargo, pasar de una dieta totalmente omnívora a una totalmente vegetariana o vegana en poco tiempo no es fácil. En mi caso, el proceso completo ha durado más de 15 años, aunque todavía, de manera muy excepcional, sigo tomando algunos alimentos elaborados con lácteos o huevos, sobre todo cuando como fuera de casa o cuando siento que prevalece ser un poco flexible para conectar mejor o compartir con los demás. No obstante, aspiro a conseguir en breve una dieta y un estilo de vida 100% libre de sufrimiento animal. Por ahora me conformo con estar cerca de ese 100%.

De las cuatro grandes categorías de alimentos procedentes de animales (carnes, pescados, lácteos y huevos) conviene ir dejándolas de una en una, a la par que se van introduciendo nuevos alimentos vegetales y vamos aprendiendo sobre la marcha, además de observar las respuestas de nuestro organismo ante los cambios que vayamos realizando. La información y/o formación en este sentido es clave, pero también lo es el prestarnos atención y seguir nuestra intuición.

Una alimentación completa a base de legumbres, cereales, frutas, verduras, semillas y frutos secos puede llegar a ser hasta 10 veces más económica y de muchísimo menor impacto ambiental, además de más saludable, que la alimentación con carnes, pescados, huevos y lácteos. Véase mi artículo anterior “La dieta sostenible”.

 Para producir un solo kilo de carne de ternera se necesitan 9 kilos de cereales y 15.000 litros de agua. En la actualidad, más del 40 % del cereal mundial se destina a alimento para ganado y se estima que para el año 2050 se superará el 50%. Solo en Estados Unidos el porcentaje es del 70 %. La creciente población de la humanidad no puede alimentarse en su totalidad si seguimos destinando al engorde de animales los cereales y el agua necesaria para que todos los seres humanos se mantengan con vida. Sin embargo, debemos saber que se puede obtener un kilo de verduras o un kilo de frutas con tan solo 300 o 900 litros de agua, respectivamente. Es decir, con 15.000 litros de agua podemos obtener un kilo de ternera o bien, 50 kilos de verduras o 16 kilos y medio de fruta. Asimismo, también se han hecho estimaciones en cuanto a la contaminación, llegándose a la conclusión de que toda la ganadería del planeta contamina más que todos los coches del mundo.

La inteligencia animal está más que demostrada y es un hecho comprobable para cualquier persona que tenga o haya tenido mascota, por muy pequeño que sea el animal. Asimismo, la ciencia no para de descubrir capacidades de inteligencia sorprendentes en otros animales. Según Rocío Pérez Benavente de El Confidencial, “A los cerdos, aunque no solemos reconocerles muchos méritos, podrían ser tan inteligentes como los perros o los delfines. Algunos estudios sugieren que tienen una muy buena memoria a largo plazo, que forman complejas relaciones sociales y aprenden unos de otros, que pueden aprender a usar un ‘joystick’ para mover un cursor por una pantalla (algo que comparte con los chimpancés) y que sienten empatía con los sentimientos de los demás.”

Un grupo internacional de científicos prominentes, encabezados por Stephen Hawking, han firmado la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia en la que proclaman su apoyo a la idea de que los animales son conscientes en la misma medida en que lo son los humanos.

Los animales tienen intereses, al igual que nosotros, aunque los ignoremos o no los respetemos, generalmente. Sus principales intereses serían: el interés por vivir y el interés de no sufrir, es decir, tratan de ser felices. Si los respetamos y los observamos en libertad o, en el caso de nuestras mascotas, si las tratamos con amor, veríamos cuán fácil alcanzan ellos su propia satisfacción y felicidad. Podemos aprender mucho de ellos, así como también ellos de nosotros.

Frente al especismo, que se caracteriza fundamentalmente por una visión antropocentrista del ser humano respecto de otras especies, está surgiendo un movimiento cada vez mayor basado en el sensocentrismo, que preconiza la igualdad de trato y de derechos para todos los seres sintientes por el hecho de estar dotados de un sistema nervioso central que les hace experimentar emociones y sentimientos al igual que nosotros.

En diciembre de 2017, el Congreso español aprobó por unanimidad que los animales dejen de ser considerados cosas y, en cambio, sean reconocidos como seres vivos, eliminando así la cosificación jurídica de los animales y considerándolos como “seres vivos dotados de sensibilidad». Esta es una gran noticia y, para mí, también un gran paso que nos encamina como nación hacia la futura abolición de la esclavitud animal en España.

Existen partidos políticos animalistas, como PACMA en España, que promueven entre otros asuntos “dejar de utilizar productos de origen animal en nuestra alimentación”.

Desde la Unión Europea se ha legislado con múltiples Directivas acerca de las condiciones mínimas en el trato con los animales, para que los países integrantes las apliquen en sus territorios, así como para que las desarrollen y amplíen en beneficio de los animales. Para los animales de granja, tales directivas tratan de su conservación, transporte y matanzas. Aquí, queda todavía mucho terreno por recorrer hasta que de verdad nuestros compañeros los animales dejen de considerarse y de tratarse como cosas o mercancías y se establezcan unos mínimos más éticos.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) también regula las condiciones de trato hacia los animales de granja. En el capítulo de los sacrificios, por ejemplo, existen Directrices para el sacrificio humanitario del ganado. En su web se dice: “Es una obligación el sacrificar de una forma humanitaria a los animales destinados al suministro de productos comestibles y de subproductos útiles”. La palabra humanitario/a, desde luego, en este caso no hace honor a su significado puesto que a la gran mayoría de los animales de granja del mundo se les sacrifica sin piedad después de una terrible vida de sufrimientos y dolor. A mi modo de ver, el término humanitario solo se podría contemplar en el caso de los animales cuando, por ejemplo, una enfermedad o un accidente aboca al animal a un sufrimiento continuo sin remedio y a una muerte segura, practicándose en este caso una eutanasia para una muerte indolora.

El 23 de septiembre de 1977, en Londres, se publicó la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales afiliadas. Sin embargo, hoy día, su contenido, lo observo muy escaso y con una gran incoherencia entre los artículos 1 y 9, puesto que, de una parte, se dice que “Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia” y, por otro lado, se establece que “Cuando un animal es criado para la alimentación debe ser nutrido, instalado y transportado, así como sacrificado, sin que de ello resulte para él motivo de ansiedad o dolor”. Que yo sepa, el derecho a la vida y a la existencia de todos los animales, incluye también a los animales criados para la alimentación, evitándoles no solo la ansiedad y el dolor, sino también la muerte innecesaria para servirnos de alimento.

En cuanto a Declaración de Derechos para los animales me gusta más la Carta de la Tierra, que nace a raíz de una recomendación en 1987 de la Comisión Mundial de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, firmándose internacionalmente y publicándose en junio del año 2000 en el Palacio de la Paz de la Haya. La redacción de la Carta de la Tierra constituyó el proceso más inclusivo y participativo que se haya efectuado jamás en torno a la creación de una declaración internacional. Este proceso es precisamente lo que le confiere su legitimidad como marco ético rector. Recomiendo su lectura pues su contenido es casi inmejorable. Simplemente el título del apartado 1 de la sección I, lo dice todo: “Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad”. No obstante, existe una importante omisión en el apartado 15 de la sección IV titulado “Tratar a todos los seres vivos con respeto y consideración”, donde entre sus subapartados se menciona a los animales domésticos y a los animales salvajes, pero nada se dice de los animales relacionados con el consumo humano.

Desde 1997, el 10 de Diciembre también se conmemora el Día Internacional de los Derechos Animales coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos Humanos, realizándose actos en numerosas ciudades del mundo para reivindicar los derechos de TODOS los animales, con el objetivo de lograr hacer reflexionar a la humanidad sobre el respeto que debe otorgarse a todos los seres sintientes.

Además de los partidos políticos animalistas que van tomando posiciones más relevantes en algunos países, existen también cientos de miles o millones de colectivos en el mundo que defienden los derechos de los animales, así como empresas e instituciones públicas que también los defienden y, lo más importante, la cifra de vegetarianos en el mundo crece a mayor ritmo que la propia población mundial. Actualmente se estima que pueden existir en el mundo más de 600 millones de personas vegetarianas. En España y Alemania se estiman en casi un 8% de la población, es decir, unos 3,5 millones en España y cerca de 6 millones en Alemania, quedando ambas aún muy lejos de Australia con un 18% de su población vegetariana o del país más vegetariano del mundo, la India, con un 40% de su población.

Hemos heredado de nuestros padres y abuelos una forma de entender la realidad a la hora de normalizar el consumo de alimentos de origen animal como algo natural y necesario para nuestra subsistencia. De nuestros ancestros proviene la creencia de que los animales han nacido para servirnos, siendo esto el resultado de un modo de pensamiento inicial en épocas remotas donde por desconocimiento de la mayoría, la subsistencia del ser humano se creía que dependía en gran medida de la caza-pesca y, más recientemente, de la ganadería. Esta creencia o pensamiento inicial, se ha perpetuado hasta la actualidad mediante hábitos de consumo y tradiciones populares profundamente arraigadas en nuestras culturas.

Desde el punto de vista moral, hemos ido incluyendo dentro de lo que podríamos llamar el “círculo moral de la sociedad”, el respeto y la defensa de los derechos de las personas que son víctimas de las distintas clases de violencia social por motivo de discriminación (violencia sexista, racista, clasista, xenófoba…). Pero, en el planeta existe una clase de violencia hacia los animales, generadora de tremendo dolor y sufrimiento (mucho mayor que la padecida por una sola especie: la humana), que la gran mayoría de la población ignora, bien sea porque de ella nada o poco se dice en los principales medios de comunicación ni en los estamentos políticos y educativos, o bien, porque aun sabiendo que existe, ignoramos la magnitud y las repercusiones de dicha clase de violencia para nosotros y para el planeta. Estamos hablando de la VIOLENCIA ESPECISTA. Algún día, esta clase de violencia se hará tan visible e intolerable como las demás clases de violencia entre seres humanos, llegando a formar parte del mencionado “círculo moral de la sociedad”. Este hecho, no solo impedirá el crecimiento de la violencia especista, sino que propiciará su progresiva e imparable disminución.

La erradicación de la violencia especista, como cualquier otra clase de violencia, pasa por sacarla a la luz y darla a conocer. Esto permitirá que se vaya regulando cada vez más y mejor, en relación a las condiciones de vida y sacrificio de los animales. Como dije anteriormente, una ganadería ecológica (criados al aire libre, en entornos naturales, con una alimentación saludable y con un trato más afectuoso) sería una posible solución intermedia, conforme vaya disminuyendo progresivamente la producción de alimentos de origen animal como consecuencia de la disminución de la demanda de tales productos. La solución final, como apunté al principio del artículo, tendrá que llegar en la forma de abolición de la esclavitud animal, primero en algunos países y, finalmente, en todo el mundo mediante una Carta o Declaración Universal que promueva el derecho a la vida y a la libertad de todos los animales, terrestres y acuáticos, del planeta.

En base a todo lo anterior y como conclusión final, podemos afirmar que se está produciendo una Nueva Revolución basada en el simple acto de comer. Como dicen muchos colectivos de veganos y vegetarianos “la verdadera revolución está en tu plato”. Esto me infunde muchísima esperanza, pues inicialmente no necesitamos a los políticos ni a los Gobiernos o Estados-Nación para que solucionen el problema del especismo y de la esclavitud animal. En este caso lo tenemos tremendamente fácil cada uno de nosotros a través del consumo consciente. Pero como dije anteriormente, el proceso para dejar de consumir animales es algo muy personal y requiere de un alto grado de compromiso personal y de toma de consciencia de las problemáticas animalistas a través del acceso a una información veraz y adecuada, fácil de obtener a través de internet, libros, colectivos vegetarianos y veganos, así como por profesionales especializados en nutrición y dietética.

Por otro lado, también es fundamental incidir en una buena educación alimenticia para los más jóvenes. Por ello, los padres o los que estén a punto de serlo, podemos hacer un esfuerzo por mejorar nuestra alimentación vegetariana, sirviendo de ejemplo a nuestros hijos. A veces ocurre al revés, con niños que reciben información en las escuelas sobre la posibilidad de vivir como vegetarianos por salud y por ética, incidiendo esto en la alimentación de toda la familia cuando un menor se niega a tomar alimentos de origen animal. Por tanto, asociaciones y padres, podríamos promover charlas, conferencias, talleres, degustaciones, etc., en las escuelas e institutos de nuestros hijos, relacionados con la alimentación ética y el especismo. Posiblemente, las autoridades educativas, se mostrarán poco proclives a realizar cambios en los libros de texto en relación a la pirámide alimenticia, así como para la introducción en los mismos de nuevos conceptos morales y éticos en relación al especismo, sin embargo, estoy seguro que muchos profesores y algunos directores de centros educativos podrían estar abiertos a este tipo de actividades educativas.

Y, como ya anuncié al principio, sin cansarme de repetirlo una vez más, el objetivo final de todo esto será la abolición total y definitiva de la esclavitud animal en el mundo, seguramente antes de que acabe este siglo, o quizá mucho antes. No nos queda otro camino si de verdad queremos que haya Paz en el mundo. Pero, mientras existan seres humanos y animales que sufran cualquier clase de violencia, esto no será posible. Pongamos oídos al gran lamento y consternación que a cada instante sale de los millones de campos de concentración que existen repartidos por todo el planeta. Nuestros hermanos menores los animales claman Justicia y Libertad, y ya va siendo hora de que se les otorgue, tanto por ellos como por nosotros. La Paz con los animales nos llevará a la Paz entre nosotros y la Paz entre nosotros nos llevará a la Paz con los animales.

 

 

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