En esta entrevista, recogemos su testimonio de Julián, un minero: la memoria viva de un oficio que fue mucho más que un trabajo.
Por Isabel Ginés | 15/04/2025
Durante décadas, la minería fue el eje económico y social de numerosas comarcas en España. Bajo tierra se forjó una identidad colectiva marcada por el esfuerzo, la solidaridad y la lucha obrera. Hoy, con la mayoría de las minas cerradas y los pueblos enfrentando el abandono, los mineros recuerdan una vida de trabajo duro, riesgos constantes y dignidad conquistada a pulso. En esta entrevista, recogemos su testimonio: la memoria viva de un oficio que fue mucho más que un trabajo.
¿Qué te queda dentro después de tantos años bajo tierra?
Pulmones maltrechos, luché como nadie y trabajé para que mis hijos tuvieran estudios y no tuvieran que bajar a la mina.
¿Te cambió como persona la mina?
Claro, te curte. Empecé de crío y terminé de mayor, fue mi vida y dolor. Aprendes a no fiarte del silencio, porque a veces el silencio anuncia que algo va mal. Aprendes a confiar en quien tienes al lado, más que en los de arriba. A ver a tu mujer sufrir, a tú madre, la dureza.
¿Pensaste alguna vez que no ibas a salir?
Más de una. Perdí dos compañeros y es duro para la mente. Cuando había un estruendo, un caída de tierra o se notaba el temblor, se te encogía el alma. Pero no puedes vivir con miedo, si no te quedas paralizado. Hacías la señal de la Cruz, besaba mi virgen la medalla y palante. Yo siempre he llevado a la virgen y foto de mi mujer en el bolsillo.
Se te murieron compañeros dentro ¿Cómo se lleva eso?
Sí, y eso no se olvida. Te duele, porque un día almorzabas con él, y al siguiente lo sacaban envuelto en una manta. Su mujer, podrías haber sido tú, el día siguiente volver a trabajar…
¿Qué es lo más injusto que viviste en la mina?
Trabajar como un burro para que un jefe se forre. No hay medidas muchas veces. Sueldos injustos. Que te recorten el sueldo y encima te digan que es por el bien de todos. Y lo peor: que si protestas, te amenacen con echarte.
¿Qué significa para ti “lucha obrera”?
Es que sin lucha no tienes ni pan. Necesitaba que mis hijos estudien, no quiero la mina para ellos. Luchaba para con mi dinero no tener que depender de que estén aquí. No es por gusto, es por necesidad. Y la lucha te la enseñaban los viejos: con una linterna y los puños apretaos.
¿Cómo terminaba tu cuerpo después de una jornada?
Cansado hasta el alma. Reventado. Las piernas doloridas, la espalda partida. Llegabas a casa negro de arriba abajo, y con suerte te daba tiempo a cenar antes de quedarte dormido en la silla.
¿A qué olía la mina? El sonido…
A humedad, a hierro, a sudor de hombres. A veces olía a miedo, aunque eso no se dice. Pero lo notas. Y contábamos, hablábamos y silbabas. El compañerismo es increíble.
¿Qué te enseñó la mina?
Es trabajo duro e injusto. Lo poco que importas. Pero que está unido a gente que te cuida y apoya. A no rendirme. A respetar al que tengo al lado. Y a saber que el pan no cae del cielo. Se lucha de negro.
¿Qué pensabas cuando salías a la superficie?
Respiraba hondo. Besaba al virgen y foto de mi Amalia. Miraba al cielo y pensaba: ‘un día más’. Porque eso era: un día más de vida.
Gracias por la interesante entrevista