Por Ricard Jiménez
Mañanas, tardes e incluso noches de piquetes en Nissan. Viajes a Madrid o Cantabria para seguir reivindicando junto a compañeros asturianos o con el altavoz de la capital. Desplazamientos a Sant Joan Despí, Molins de Rei, Gran Vía, cortes en la C-17, la autopista, quema de ruedas en el polígono de Montcada…
“Vamos a ir a por todas. Trabajo o nada”, fueron las primeras palabras que intercambié con Antonio de la planta de estampación, pintado y soldadura de Sant Andreu de la Barca. La consigna, en un principio era clara, a pesar de que “la lucha iba a ser larga”, eso estaba en la conciencia de la mayoría de los integrantes de los piquetes.
Conservar el propio sustento debería ser ya motivación suficiente para erguirse y no arrodillarse frente a la patronal, pero en tiempos del corre ve y diles, del más vale dinero en mano que ciento volando, los escollos que acarrea la falta de conciencia de clase, a veces, son insalvables. De buenas a primeras, con la excepción del típico esquirolaje supino, la moral de los asistentes a los piquetes parecía que no iba a desfallecer. Un aliciente importante para ello fue que, de las plantas de Nissan, donde además de los 3.000 trabajadores directos, dependían más de 20.000 indirectos. Saberse inmerso en una de las movilizaciones mas grandes que iban a proyectarse en los horizontes peninsulares puede ser una responsabilidad magnánima, pero también “esto puede ser el espejo y cobijo de algo mayor”, repetía Ángel, “por ello tenemos que dar ejemplo, porque vienen tiempos duros”. Con Ángel, un trabajador, sindicalista y militante acérrimo, aunque cansado de promesas incumplidas y proyectos baladís, he vuelto a compartir tardes de charlas interminables después de que tras meses y horas de negociación se llegara a un acuerdo con la empresa.
Por aquel entonces, previo a que se echaran las firmas, las fuerzas ya habían llegado renqueantes, los piquetes se dividían en turnos de cada vez menos gente, que se hacían interminables, mientras otros ya planeaban un futuro próximo, por no hablar también del rol que siempre trata de jugar la empresa en el tejemaneje de hilos para romper todo acuerdo, la inacción de las instituciones “competentes” o las dificultades que presenta la lucha en el contexto de una pandemia mundial. Así que, dentro de lo posible, de frente, no parecía tan malo, aunque el acuerdo tampoco fuera más que un paliativo para apaciguar la insoslayable trituradora del sistema capitalista.
Luego ya comenzaron a asaltar las dudas, los dimes y diretes, pero esto, el análisis que puede extraerse al respecto y sobre como luchar contra una gran multinacional, no me toca hacerlo a mí. Por ello he querido contactar con Javier Adalid, Delgado Sindical de CCOO en Nissan, y uno de quienes formaron parte de la mesa de negociación.
- ¿Cómo se lucha contra una multinacional como Nissan?
La verdad es que nunca hemos dejado de luchar, conseguir los derechos que mantenemos en Nissan nunca ha sido fácil. Esto ha hecho que tengamos un Comité de Empresa aguerrido y acostumbrado a que no te regalan nunca nada. Con estas premisas, ante la posibilidad de cierre fue mucho más fácil crear la unidad dentro del seno del Comité. Tenemos claro que esa unidad de Comité, ha sido clave para alargar este conflicto tanto tiempo, manteniendo el pulso a la multinacional, con toda su maquinaria funcionando a tope. Eso refrenda una vez más el dicho que si los trabajadores se mantienen unidos la posibilidad de éxito se aumenta exponencialmente.
- ¿Crees que las resoluciones y acuerdos a los que llegasteis son por los que luchabais?
En realidad, no. Nosotros luchábamos por mantener la fábrica abierta, y conseguir nuevas inversiones para apuntalar nuestro #FuturoParaNissanYA. Ese era el objetivo, así que no podemos decir que nuestro objetivo se haya conseguido. A partir de esa situación tenemos que valorar todo en general, la movilización, la lucha, las condiciones, las circunstancias y finalmente el acuerdo. Creemos que si finalmente se consigue la reindustrialización habrá sido un buen acuerdo, ya que habremos conseguido mantener el nivel de empleo y el mantenimiento del tejido industrial. Si no es así, el acuerdo se quedará cojo, ya que sí habremos conseguido dar una salida digna a los trabajadores con más edad, pero se habrá dejado sin empleo a muchos trabajadores, así como la pérdida del tejido industrial.
- ¿Cuáles fueron las mayores dificultades que encontrasteis?
La mayor dificultad que hemos encontrado es la legalidad vigente. El famoso artículo 51 del ET, que permite que cualquier empresa que presenta un ERE no necesite ninguna autorización para ejecutarlo, simplemente pasar un trámite administrativo de 30 días ya sea fraudulento o no, se ejecuta, con las consecuencias que ello conlleva. Las administraciones tienen la excusa perfecta para lavarse las manos ante este tipo de conflicto, cuando la derogación de este artículo está en su mano, pero es mejor dejarlo en manos de la justicia, única vía que ahora tienen los trabajadores una vez finalizado el periodo de consultas si acaba sin acuerdo. A esto hay que añadir el tema del COVID-19, ya que en muchas fases del conflicto ha mermado nuestra acción sindical. Las reuniones tampoco han sido presenciales que también condicionan ciertos aspectos.
- ¿Qué pasará con los trabajadores externos? ¿Cómo pueden ellos solventar la situación?
Nissan no planificó el cierre con anterioridad con los proveedores y decidió cerrar su conflicto interno antes de anunciar la decisión a todos los satélites que dependen de ella. Eso ha hecho que después de firmar el acuerdo con nosotros fueran cayendo como fichas de dominó todos los proveedores, uno a uno. Es normal que los proveedores pidan un reajuste de las condiciones contractuales, ya que las condiciones han cambiado drásticamente y sin previo aviso. No sólo es el cierre sino también la bajada productiva hasta que el cierre sea efectivo. En consecuencia, los trabajadores de dichas empresas han empezado a encontrarse con recortes de personal o directamente con el cese de actividad, como en el caso de Acciona. El Comité de Nissan ha tendido la mano a todos los compañeros, hemos ejercido presión e impuesto medidas para intentar que Nissan tenga predisposición a negociar. En el acuerdo que firmamos también se incluyó a los proveedores y subcontratas para la reindustrialización, pero cada Empresa tiene su propio Comité y el asesoramiento de las distintas federaciones sindicales, ahí el Comité de Nissan poco podemos hacer.
- ¿Qué le diríais a los diferentes colectivos obreros que se resisten a pelear por sus derechos por miedo a las posibles represalias o simplemente falta de unidad entre sus trabajadores?
Tener miedo a represalias cuando te han planteado un cierre no tiene ningún sentido, hay que luchar hasta el final y lo mejor es quedarte con la sensación de que hiciste todo lo que tenías en tu mano. Distinto es cuando luchas por una situación de Convenio, en la que sabes que hay continuidad, ya que ahí salen las miserias de cada uno. De esos que se piensan que si se ponen del lado de la empresa luego serán recompensados en el día a día, y además se beneficia de la lucha del resto ya que el Convenio, una vez que se firma, es para todos. Sobre la unidad de los trabajadores para lograr objetivos, no voy a descubrir el fuego, pero es fundamental. La Empresa siempre jugará a desunir, en nuestro caso lo intentó creando una fractura por edad, ofreciendo prejubilaciones muy golosas a cerca de un 40% de la plantilla. Pero no lo lograron porque se encontró un Comité unido y con un objetivo claro, lograr un acuerdo lo más equilibrado posible, y si ahora logramos la reindustrialización lo habremos conseguido y será el fruto de esos 95 días de Huelga Indefinida que llevamos a cabo en plena pandemia.
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