Jaque al Rey

Han tenido que pasar casi cuarenta años para que alguien se haya atrevido a mostrar la cara más descarnada de la restauración borbónica

Por Angelo Nero

Después de un exitoso y polémico montaje del Teatro del Barrio, Alberto San Juan y Valentín Álvarez asumieron la dirección de este proyecto teatral para llevarlo a la gran pantalla, en el que cuestiona esa transición que tantas veces los historiadores nos han querido dibujar como modélica, y ahonda en el territorio de sombra en el que se movieron muchos de sus protagonistas, empezando por el jefe del estado, y por las fuerzas que lo auparon y lo sostuvieron, hasta su abdicación.

Con solo tres actores, el propio Alberto San Juan, Guillermo Toledo y Luís Bermejo, nos ofrecen un fresco sobre aquel periodo de nuestra historia, que algunos, que creímos ver una democracia hipotecada por la tutela judicial, militar e incluso política de las estructuras de la dictadura, llamamos simplemente Reforma. En torno a la figura principal de esa reforma, el Rey Juan Carlos I, desfilan un ejército de banqueros, periodistas, presidentes de gobierno, generales, periodistas, todos dispuestos a sacar tajada del nuevo régimen, y a los que dan vida de forma sobresaliente los tres actores, que se ponen en la piel de Franco, Felipe González, Jose Luís Cebrián, Salvador Puig Antich, Carrero Blanco, Sánchez Ferlosio, Kissinger, Don Juan de Borbón, Jesús Hermida, Adolfo Suarez, y un largo etcétera. Un ejército de fantasmas que aparecen en las pesadillas del monarca, haciendo un repaso a los años en los que se mantuvo en el poder, y al precio que tuvo que pagar para mantenerse.

La apuesta escenográfica es tan transgresora como el mensaje, minimalista, como si nos encontrásemos en un teatro, pero aprovechando al máximo, gracias a unos planos inquietantes y a una utilización de las luces y las sombras exquisita, cada uno de los elementos que intervienen, desde el sillón-trono hasta las gafas o la escopeta, que nos recuerda mucho a aquel conmovedor Dogville de Lans Von Trier.

Han tenido que pasar casi cuarenta años para que alguien se haya atrevido a mostrar la cara más descarnada de la restauración borbónica, en un cambio de ciclo histórico que ha cuestionado no solo la monarquía, el bipartidismo, la judicatura, sino incluso la misma integridad territorial. Quizás el descredito de las instituciones, de los gobernantes, de la misma sociedad e incluso del sistema económico, que definitivamente es el que rige la vida de los ciudadanos de a pie, haya propiciado el momento para que surja una apuesta tan valiente y revulsiva como esta, haciendo un retrato demoledor de los actores clave de nuestra historia reciente, artífices de la degeneración política y moral de un estado que, hasta entonces, tenía en su Rey su pilar fundamental.

Escenografía de 'El Rey' con sus tres actores
Escenografía de ‘El Rey’ con sus tres actores

Utilizando declaraciones reales y monólogos imaginados, que plantea muchas preguntas y también da muchas respuestas, a la vez que cuestiona la historia oficial, estos tres francotiradores disparan a matar a aquellos mitos que ya no se sostienen, parodias de sí mismos como Felipe González, que fue un icono de la democracia e, invocándola, nos metió en la OTAN, hizo una durísima reconversión industrial, auspició la guerra sucia y la privatización de las empresas públicas.

Mención aparte, para añadir méritos a la película, decir que esta se rodó en una semana, gracias a una campaña de micromecenazgo, que consiguió un presupuesto de 50.000 euros en un tiempo record, con la implicación de un montón de ciudadanos y organizaciones, de una sociedad civil que se cuestiona el mito de la transición.

El Rey es un retrato descarnado de un hombre dominado por la ambición, que intenta justificarla con los mismos argumentos que el anterior jefe del estado, en creerse que todo lo que hace no es en beneficio propio y en el de los suyos, si no en un fin mayor, en la grandeza, la unidad y la libertad de España, aunque al final de su reinado España sea más pequeña, esté más desunida que nunca y la libertad esté en entredicho, sometida a un gobierno que está más allá de sus fronteras, en Whasinton o en Bruselas. Es también un retrato del poder, de ese que, una vez que se tiene, no se quiere ceder, y que muestra una cara, pero que tiene muchas, pues son muchos los que lo sostienen: políticos, periodistas, banqueros, intelectuales, militares… todos defendiendo también sus propios intereses, puesto que en este juego todos quieren ganar su parte.

Es gratificante que dentro de una sociedad tan poco crítica y con tan poca memoria como la española, surjan francotiradores como estos modernos juglares, decididos a mostrar las vergüenzas del rey, que, en definitiva, son también las vergüenzas de todos aquellos que le apoyaron, que le jalearon y que se creyeron las mentiras de una transición que no fue, para nada, tan modélica como nos la contaron.

Dirección y Guión: Alberto San Juan, Valentín Álvarez

Fotografía: Valentín Álvarez

Reparto: Luís Bermejo, Alberto San Juan, Guillermo Toledo

Productora: Teatro del Barrio

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