Entrevistamos al cineasta Iván López, quien aborda en la película ‘Quesada: La verdad del silencio’ el caso del asesinato del estudiante Javier Fernández Quesada en 1977 a manos de la guardia civil.
Por Angelo Nero | 19/02/2025
El 12 de diciembre de 1977, Javier Fernández Quesada, un canario de 22 años, fue asesinado en el campus de la Universidad tiñerfeña de La Laguna, por un disparo de un guardia civil, efectuado a poca distancia. Su muerte se produjo en un contexto de fuerte agitación política y sindical en las islas, en medio de una huelga general y de una fuerte represión policial, que continuó tras el asesinato del joven estudiante. Fue un caso más del largo inventario de víctimas de la Transición Sangrienta, que ahora ha recuperado el cineasta Iván López en la película “Quesada: La verdad del silencio”, donde no solo hace un minucioso relato de los hechos, con varios testimonios de testigos presenciales, sino que también da un amplio contexto de la situación social en la que se produjo el asesinato de Javier.
La historia de Javier Fernández Quesada ha traspasado varias generaciones de canarios, que todavía hoy le siguen rindiendo homenaje, a ti, en particular, ¿qué es lo que te llamó la atención para que le hayas dedicado una película como esta, cuanto tiempo le has dedicado a materializarla, y con que apoyos has contado?
Lo que me llamó la atención fue la historia de este chico al que no conocía. Cuando entré a estudiar en la Universidad de La Laguna veía la placa en el hall del edifico central. Por aquel entonces estudiaba filología y después hice periodismo, así que empecé a sentir curiosidad por lo que había ocurrido en aquel hall. Cuando comencé a conocer la historia de Javier y después de la publicación del libro de Rosa Burgos en el que se relataba el sumario, tomé la decisión y tuve claro que esto debía ser una película documental y empecé a documentar todos los datos que iba recogiendo.
He tardado 15 años en documentarme, en grabar y editar la película. He invertido tanto tiempo porque nunca tuve prisa en terminarlo. Mi primera opción para el final de la película era conseguir que la familia pudiera encontrar una redención, que los responsables políticos les pidieran una disculpa o que, por lo menos, hubiese una conciliación con la familia.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que eran muy herméticos, que no podía acceder a ellos y que eso iba a ser imposible. Entonces me centré en averiguar el nombre del guardia civil, a partir de los pocos datos que se tenían, y estuve muy cerca. No lo pude demostrar, pero hablé con un Guardia Civil que estuvo allí, Manuel Palau Cabrera, pero no me quiso confirmar nada, sino disculparse por aquello.
Ha pasado casi medio siglo desde la Transición, muchas de sus víctimas han caído en el olvido, y casi todas llevan esperando todo ese tiempo Verdad, Justicia y Reparación, ¿crees que sigue siendo necesario reivindicando su memoria, y que, al menos, sepamos la verdad y, en este caso, se sepan los nombres de los victimarios?
Si, claro, el objetivo del documental, en primer lugar, era hacer perdurar la memoria de Javier y que la gente no solo se acuerde todos los 12 de diciembre de su muerte, sino plasmarlo y fijar la memoria a través de este audiovisual. La película es el documento más completo que se tiene del caso. Lo que he hecho ha sido documentarme sobre todo lo que se había trabajado con anterioridad a parte de lo que yo he podido documentar, sobre todo recogiendo el testimonio de los testigos, muchos de ellos ya han muerto, y el valioso testimonio de los familiares. Es un trabajo para que la memoria perdure, y lo más importante, para que las nuevas generaciones conozcan de cerca y con todos los datos lo que ocurrió y como ocurrió realmente.
El documental aclara muchas cosas en torno a Javier, por ejemplo, he leído que era simpatizante del Partido Comunista Canario (provisional), y que el MPAIC lo reivindicó como uno de los suyos. Por sus escritos parece deducirse que defendía la independencia y el socialismo, aunque sus hermanos dicen que no militaba en ninguna organización, ¿qué es lo que has averiguado en tus investigaciones sobre este tema?
Sinceramente, y después de estar tantos años cerca de la gente que convivió con Javier, no solo sus familiares sino también su antigua novia, sus amigos y allegados, creo que Javier, como cualquier joven de su época, tenía una ideología o unas inquietudes progresistas. Encasillarlo en si era independentista, si era comunista o nacionalista me parece que no es importante. Lo digo porque muchos partidos o movimientos han querido adueñarse de su imagen para aprovecharse y hacer sus propias reivindicaciones y eso me parece poco lícito. Desde mi punto de vista, Javier era una persona progresista a la que le gustaba la naturaleza y soñaba con una Canarias libre, un pensamiento muy extendido durante la Transición en la isla. Muchas personas como él creían que tenían que optar a ser libres porque no sabían si iban a conseguir una autonomía o no, pero querían libertad. Repito que no creo que sea importante si estaba afiliado a algún partido o tenía determinada ideología.

Para construir una historia como esta o, más bien, para reconstruirla, imagino que hay un trabajo intenso de documentación, además de conseguir tantas entrevistas de personas que estuvieron aquel 12 de diciembre en el Campus de La Laguna, cuando se produjo la intervención de la guardia civil, ¿cómo fue este proceso de investigación y de documentación y con que obstáculos, si los tuviste, te encontraste?
La verdad es que el proceso de documentación ha sido lo más emocionante de todo esto. El proceso ha sido una ardua tarea de estar metido en hemerotecas durante años, consultando todos los diarios, no solo locales sino nacionales publicados durante los meses previos a la muerte de Javier hasta que se cerró la Comisión de Encuesta.
Esa fue la primera etapa: recoger toda la información que se había publicado en los periódicos, también en algunas revistas como Interviú o Cambio 16. Después tuve que acoplar toda esta información junto al sumario de Rosa. Básicamente realicé un desglose del libro, lo ordené y a partir de toda esa información empecé a construir la historia junto con los testimonios de los testigos, y los familiares de Javier.
En el apartado audiovisual, tuve que conseguir las pocas fotografías que existían del día del suceso. En este caso, La Asociación de ex alumnos de la Universidad de La Laguna me cedió una treintena de fotografías que se hicieron aquel día. Estuve mucho tiempo buscando unas fotografías que había hecho Carlos Bosch, que es uno de los mejores fotógrafos de la Transición española, y que estuvo allí trabajando los días posteriores. Yo sabía que existía un carrete del que nunca se habían visto las fotos, al menos públicamente y donde se ven imágenes de la ciudad de La Laguna ocupada totalmente por fuerzas que habían venido de la península para establecer un toque de queda. Esas imágenes las pude conseguir en Argentina, a través de la Fototeca Argra, que se portó muy bien y me facilitó mucho el trabajo.
Luego, buscando material de video que pudiera existir, conseguimos localizar unas imágenes de estudiantes velando el lugar donde murió Javier horas antes y del traslado del féretro a Las Palmas de Gran Canaria, que tenía Reuters y TVE. Por cierto, nos ha costado casi 10.000 euros dos minutos de esas imágenes, porque tanto Reuters como TVE hacen un negocio con las imágenes de archivo, sean del tipo que sean y para quién sean. Eso me parece absolutamente lamentable. En el caso de Reuters lo puedo entender, es una empresa privada, pero TVE es una empresa pública y que el precio por minuto sea de 4.000 euros me parece algo totalmente excesivo. Es una crítica que hago directamente aquí.
Por lo demás ha sido un proceso muy largo para recabar toda esta información y organizarla en un montaje que no excediera de las dos horas de duración. Un trabajo de chinos como se suele decir, una labor titánica.

Una fuente fundamental, que ya has citado, es Rosa Burgos, que plasmó su investigación sobre el asesinato de Quesada en dos libros “La bala que cayó del cielo”, y “El sumario Fernández Quesada”, ¿qué queda por saber, después de un estudio de este calado, sobre lo que rodea a este caso?
Indudablemente los dos libros publicados por Rosa Burgos son la piedra angular de todo lo que sucedió después con el Sumario y la Comisión de Encuesta. Ella hizo una gran labor con esos libros y prácticamente descubrió todo, incluso el nombre de Manuel Palau Cabrera. ¿Qué falta por saber? Pues realmente que alguien diga el nombre del Guardia Civil que mató a Javier, es básicamente lo que queda para que la familia pueda descansar en paz, aunque ellos piensen que eso nunca se va a saber. Existen unas balas que Rosa pudo ver en el sumario. Esas balas en su momento, junto a una autopsia bien hecha y si hubiesen pasado una prueba de balística como es debido, hubieran sido vitales para descubrir el calibre y el arma que mató a Javier Fernández Quesada y por lo tanto al portador de aquella arma. Si alguna vez se pudiera acceder a esas balas e intentar buscar los números de serie de las armas que se utilizaron quizá habría alguna opción de dar algo de luz al suceso, pero es muy complicado porque no hay información y no quisieron dar los nombres completos de los guardias civiles que estuvieron allí. Quizás habría que escarbar más a fondo en esos archivos que puedan existir en el Congreso.
El asesinato de Javier guarda ciertas analogías con el de Manuel García Caparrós, que también investigo Rosa Burgos, asesinado solo ocho días antes, en Málaga, por la Policía Armada, ¿crees que había una estrategia por parte del gobierno, o parte de él, para infundir miedo a los sectores más combativos, por medio de la violencia del estado?
Dado el número de muertos que hubo en ese periodo desde la muerte de Franco hasta que se consiguió la Constitución creo que fue un periodo en el que todavía mandaba la vieja guardia franquista. Así que entiendo que sí, que de alguna manera y a través de las autoridades hubo un pacto de violencia para retener a las masas porque tenían miedo a que la cosa se fuera de madre. Por eso se cometieron muchos crímenes de estado durante todo este proceso. Ahí están las víctimas, casi doscientas, que murieron de forma violenta por un estado represor que disparaba a la población civil, a los estudiantes y donde había gente que moría.
Es muy importante el contexto de conflictividad social previo al asesinato de Javier, con una huelga general que venía precedida de un ciclo de movilizaciones por diversos conflictos laborales, ¿cuáles eran estas luchas sindicales y cual fue la respuesta de las autoridades de entonces?
Es muy importante el contexto histórico, sobre todo desde el ámbito canario. En Tenerife llevaban muchos meses con conflictos laborales en tres sectores básicos donde había muchísimos trabajadores y trabajadoras y que eran: el sector del frío, el del tabaco, y el sector del transporte. Llevaban meses luchando para aumentar los salarios y también querían hacer despidos masivos y cerrar fábricas. Esa conflictividad se vio culminada con una convocatoria de huelga general que fue convocada precisamente el 12 de diciembre y que luego desembocó en el asesinato de Javier.
Había sido una jornada bastante intensa, con piquetes en los alrededores de la Universidad. Los manifestantes habían levantado algunas barricadas. Previamente a la muerte de Javier, también había volcado un camión cisterna, pero todo eso se había erradicado por parte de la policía. Alrededor de las tres de la tarde parecía que había tranquilidad hasta que los pocos rezagados que quedaban en la Universidad vieron como la guardia civil se presentó allí, empezaron a disparar en todas direcciones y finalmente cayó Javier.
Por lo que pude descubrir en la hemeroteca, se contaban más de cinco mil despidos en la isla, aquello era una sangría absoluta, muchos de los que se manifestaban acababan en la cárcel. Díaz Palarea, que era el abogado que defendía a muchos de estos trabajadores acabó en la cárcel represaliado por el gobernador civil de aquel entonces Luís Mardones. Esa era el perfil político que había por aquel entonces. No había ninguna cortapisa para meter a los trabajadores que se manifestaran en la cárcel acusándolos entre otras cosas de independentistas.
La respuesta de la sociedad canaria a los sucesos del 12 de diciembre fueron de gran indignación, e incluso en la Península hubo manifestaciones de duelo, sin embargo, la represión no cesó, más bien al contrario, ¿por qué crees que sucedió esto y quienes tomaron la decisión de incrementar la represión?
Después de la muerte de Javier hubo una gran represión, sobre todo en La Laguna. Sí es cierto que también hubo un montón de manifestaciones en la península, en Bilbao, en Barcelona, en Madrid, en las universidades. El responsable de aquella respuesta a las manifestaciones por la muerte de Javier fue Martín Villa, que era el ministro de Interior. Él mandó a un grupo de policías armadas que vinieron de Córdoba y Zaragoza y que mantuvieron la ley marcial en La Laguna durante tres días. Hay un montón de testimonios de gente que habla de cómo querían mostrar su luto por la muerte de Javier colgando crespones en las ventanas o en su ropa y la respuesta de aquel grupo militar era dispararles pelotas de goma a las ventanas o incluso fuego real. No dejaban hacer ningún tipo de manifestación en contra de lo que había ocurrido. Se convirtió en un toque de queda absoluto al más puro estilo de un estado dictatorial. Y el responsable fue Martín Villa, que sabemos cuál ha sido su historial, acompañado por Luís Mardones, que era el Gobernador Civil de Tenerife. La represión siguió muchos días hasta que las cosas se fueron apaciguando.
Y a nivel político e institucional, ¿la respuesta que se le dio a la muerte de Quesada, como la comisión del Congreso, no pasó de ser un mero paripé, para no asumir responsabilidades?
Evidentemente sí, la Comisión de Encuesta fue un paripé. Cualquier persona que lea los documentos no solo de dicha Comisión sino del sumario, se llevaría las manos a la cabeza porque las preguntas, las cuestiones y los hechos que se llevaron allí y se debatieron parecían tratados por políticos de parvulitos. Fue una auténtica vergüenza.
Sin embargo, el PSOE fue el que presentó una enmienda, en la cual se quería demostrar que la Guardia Civil había disparado y que nadie más lo había hecho. Desde mi punto de vista, esto solo fue un maquillaje para quedar bien. Luís Fajardo, el diputado que presentó esa enmienda cuenta y defiende en el documental que: “en un Estado que aún no era democrático porque todavía no había Constitución, aquello era un gran paso”. Yo no digo que no le falte razón, lo que pasa es que también creo no hubo una voluntad verdadera para culpar a alguien y de este modo se lavaron las manos.
Esa es la verdad del silencio: aunque todos los partidos políticos, estuvieran enfrentados ideológicamente por la izquierda o por la derecha, todos llegaron a la conclusión o al pacto de: “no vayamos a mover más el tema por si acaso esto se nos disparate y se nos vaya fuera de control”.
Yo creo que esa conclusión es también una visión de lo que fue la Transición española. No fue lo que nos han vendido siempre como un modelo. Después de cuarenta años de dictadura, creo que fue un acuerdo para no remover más la mierda, aunque siempre ha existido. Tú te quedas tranquilo y aquí queda todos tranquilos y todo que bien atado como predijo el Caudillo. Pienso que el caso de Javier Fernández Quesada fue un fiel reflejo de cómo se puede definir la Transición española, que no fue tan modélica como nos la han vendido a través de la historia. En la Comisión las conclusiones fueron desestimadas y hasta el Partido Comunista se abstuvo, que para mí es muy significativo.
Hay una frase de Bertolt Brecht al comienzo del documental que dice “El que no sabe es un imbécil. El que calla y sabe es un criminal”, que creo que resume muy bien la intención del documental, ¿es más importante que la sociedad sepa la verdad sobre los muchos Quesadas de la Transición, o que el estado tire abajo el muro del silencio, y nos diga esas verdades que están ocultas bajo leyes como la de Secretos Oficiales?
La frase de Bertolt Brecht está seleccionada para evidenciar esto. En este caso el que calla es un criminal, porque si tú callas sabiendo que se ha cometido un crimen, de alguna manera, tú también eres un criminal, estás encubriendo ese crimen, eres un cómplice. Por muy secreto de Estado con el que se le quiera denominar. Han pasado 47 años, para 48 y si en este tiempo, en este país que se llena la boca de ser un ejemplo democrático, hay secretos oficiales de crímenes que se cometieron y no fueron resueltos, quiere decir que el trabajo no se ha cumplido y que el que calla otorga.
Es un deber que tiene el Estado para con la sociedad, que se sepa la verdad de esa historia y la verdad muchas veces es incómoda, pero tiene que salir para que todo siga adelante de una manera más limpia. Por eso he seleccionado esta frase, al igual que el título de la película, La verdad del silencio. En el silencio está la verdad y la verdad es la que han silenciado los que no han querido hablar nunca. Por eso en el documental los que no han querido hablar quedan también ahí reflejados.

Para terminar nos gustaría saber dónde podemos ver el documental, y qué respuesta está teniendo entre el público y la crítica, y también cuáles son los proyectos que tienes entre manos.
Nuestra idea a lo largo de este año es empezar a proyectarlo en salas de Canarias, no solo de cine sino también en pequeñas asociaciones, o espacios donde nos abran la puerta. Pero no solo en Canarias, nuestra intención es llevarla también a la península a salas donde nos dejen proyectarla. Después haremos el estreno comercial para el que aún no tenemos fecha. Supongo que será en algún cine de Canarias, tanto en Tenerife como de Gran Canaria y también vamos a intentar que haya otro estreno en Madrid y en alguna otra ciudad. Finalmente, nuestra idea es que acabe en alguna plataforma de streaming para que pueda verla todo el mundo que no pueda ir a una sala. Este va a ser el recorrido durante este año. Tanto mi productor Lamberto Guerra como yo somos muy independientes, nos ha costado encontrar las ayudas. Fue gracias a que metimos mucha presión a las instituciones siendo conscientes de que tenían el deber social de que esta película saliera adelante ya que hablamos de memoria democrática. De esta manera pudimos hacer la postproducción de una película que salió bastante cara y que por nosotros mismos no íbamos a poder llegar. Anteriormente habíamos presentado el proyecto a las subvenciones culturales y audiovisuales de Canarias, pero lo valoraron muy mal. Ahí es donde fui consciente de que por esa vía nunca lo lograríamos así que aparecí en el periódico local Diario de Avisos y en los medios pidiendo ayuda. Fue en ese momento cuando se apuntaron las instituciones. La primera de ellas y sin pedirnos casi nada a cambio fue el Parlamento Canario a través del diputado Gustavo Matos. Con el resto de las instituciones llegamos a un acuerdo para ofrecer un servicio. Nosotros haríamos un cinefórum con la película si nos ayudaban económicamente a acabarla. Quiero dejar claro que no hemos sido subvencionados, las instituciones han pagado por un servicio que ofrecemos con la película a la sociedad.
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