Italia: da igual sexo, siempre a la derecha

Nuevo capítulo de podcast: "Salvini & Meloni: Hijos de la misma rabia" ( Salvini & Meloni) — Salvini & Meloni: la derecha radical se apodera de Italia

En algún momento deberíamos hacernos mirar más ese infantilismo poselectoral de la izquierda y menos neorrealismo en streaming.

Aida dos santos

El hombre fuerte de Italia es un xenófobo y la mujer fuerte de Italia otra fascista, se nos está quedando una década espectacular que combina los discursos propios del fascismo del siglo XX con la llamada a la nación del XIX y el desarrollo digital del XXI.

Daniel Vicente Guisado nos habla de Mateo Salvini, el líder La Lega que se hizo famoso por criminalizar a los inmigrantes que llegaban a las orillas de Lampedusa. Y Jaime Bordel Gila le hace el perfil a Giorgia Meloni, una mujer que tuvo que compaginar sus estudios con trabajos precarios hasta alcanzar su sueño: ser la líder política mejor valorada en las encuestas. La pesadilla, para el resto de las mujeres, es que sea lideresa de un partido heredero del fascismo de Mussolini, Fratelli d’Italia, y vaya por delante de cualquier otro partido en las encuestas.

Salvini & Meloni. Hijos de la misma rabia, lleva en portada a la loba mitológica en torno a la creación de la ciudad de Roma, pero más que a los años del Imperio, la lectura de sus páginas nos lleva a la indignación. El prólogo, del Profesor Jorge del Palacio, nos enmarca Italia como un país que es casi mejor echarlo abajo y hacerlo de nuevo.

A muchos colegas de la Ciencia Política les encanta hablar de Italia: de su pluralismo extremo polarizado, de la connivencia entre medios de comunicación y política, de la espectacularización de la política, la creación de personajes mediáticos, Berlusconi, el clivaje entre comunistas y católicos, el neorrealismo del cine italiano o los ojos almendrados de sus actrices. A mí, particularmente, me da muchísima pena que un país europeo del primer mundo esté albergando tal calibre de corruptos y sinvergüenzas en la política, que tal calibre de políticos y políticas, cuyo máximo deseo es perseguir a inmigrantes, mujeres o personas racializadas, no solo tenga apoyo popular, sino que sea este tan numeroso como para que haya tenido, tenga y tendrá, capacidad de decisión política. Que con ese poder, lejos de mejorar las condiciones materiales de los italianos y de las italianas, lejos de perseguir el progreso del conjunto de la sociedad, han restringido los derechos de miles de personas migrantes, les han negado su humanidad, han cuestionado la igualdad de género entre mujeres y hombres, han precarizado el empleo y criminalizado los barrios obreros. Porque más allá de ese “escenario privilegiado para la Ciencia Política como campo de investigación y análisis de la vida de los partidos”, en Italia viven millones de hombres y de mujeres que están padeciendo a la derecha radical. Ya vale de fascinarse con eso porque lo firme Sorrentino.

Los autores utilizan ese término, derecha radical, y coinciden con Fidel Oliván (El Toro por los cuernos, Tecnos, 2021) en negarles la categoría máxima de fascistas, en ambas obras se demuestra que sin cordón sanitario a la extrema derecha por parte de la derecha no tiene sentido que la izquierda insista en llamarles fascistas. Berlusconi les abrió las puertas desde dentro, de Berlusconi se pueden decir muchas cosas, ninguna buena, y no se podrá poner punto final a su actuación en el panorama político hasta que no descanse en campo santo. Y luego está lo del Movimiento 5 Estrellas, que solo les mencionaré para recordar que traicionaron a sus votantes nombrando a Salvini Ministro del Interior, y que por supuesto, esa gentuza no tiene nada que ver con Podemos. Italia es otra cosa, Italia puede ser un escenario privilegiado para investigar, pero eso no quiere decir que se pueda extrapolar lo que ocurre en Italia a cualquier otro país, y cómo desarrollan los autores, el hecho de la hiperpersonalización de la política, crea particularidades en los partidos italianos que poco tendrían que ver con las decisiones particulares en partidos con los que comparten ideología en su entorno. La mediatización de la política en España sabemos que ha salido regular, y esas artes solo nos han demostrado que favorecer a líderes populistas que no mejoran las condiciones de trabajo de nadie.

Para animaros a haceros con un ejemplar, editado por Apostroph, el detalle de los perfiles tanto de Salvini como de Meloni es aterrador. Cuatro párrafos después podrá, quien lea esta pieza, haber advertido que, particularmente, Italia me despierta más miedo que fascinación. La erotización de las actrices en el neorrealismo italiano no compensa la amenaza real que ha supuesto Salvini como ministro del Interior ni la amenaza para los derechos de las mujeres que representa que Meloni conquiste el poder del país, tras haber conquistado el poder en el bloque de la derecha italiana. Ella es muchísimo más peligrosa que él, ella no tiene prisa en alcanzar el Palazo Chigi, sabe que lo que está en juego es mucho más que una cartera ministerial, ha sabido aguantar a los márgenes hasta que la ciudadanía se ha sentido traicionada por Salvini y han mirado hacia ella, como líder que no cambia de opinión ni hace concesiones, como líder que no se vende, como heredera de los líderes más intolerantes y radicales de un partido con claras raíces fascistas.

Meloni no hace prisioneros. La derecha radical se podía mantener, en cierto modo, alejada del poder institucional porque no atraía a las mujeres, pero ella sí, hay demasiadas mujeres que le han perdido el miedo a la derecha radical al ver a una mujer como ellas: una mujer que compaginó trabajo y estudios, que fue abandonada por su padre y vivió en un barrio obrero, al frente de un partido, aunque no les desea nada bueno. Les ha convencido de que ser una mujer empoderada es la que puede con todo, hay un discurso meritocrático contra el que la izquierda no ha sabido hacer nada tampoco. 

Lo que más lamentarán los lectores de Salvini & Meloni. Hijos de la misma rabia, presumiendo que sus lectores son respetables demócratas, es que la pugna en el clivaje entre democristianos y comunistas, cuando los casos de corrupción descapitalizaron a los partidos de derecha moderada, haya dado como resultado, primero a Berlusconi, luego al Movimiento 5 estrellas, y ahora, a la derecha radical populista. Sin haber sido capaz, ningún líder, ningún partido de izquierdas, de articular una propuesta de gobierno atractiva para la mayoría de italianos e italianas. Me tiene particularmente fascinada que ante la amenaza de un gobierno de derecha radical o de la vuelta de Berlusconi se articule un gobierno tecnócrata tras otro sin que la Izquierda sume votos. Se limitan a manifestarse cuando ya es tarde, son capaces de convocar a miles de personas en las plazas contra la formación de un gobierno con miembros de la derecha radical, pero no son capaces de movilizar a miles de personas para hacer una campaña electoral en condiciones de ganar unas elecciones. A pocas páginas de terminar el libro, los autores recuerdan que se convocó, a través de redes sociales, a 15.000 personas en Bolonia, y me recordó a las convocatorias que lamentaban que la derecha hubiese llegado a San Telmo, en Andalucía. En algún momento deberíamos hacernos mirar más ese infantilismo poselectoral de la izquierda y menos neorrealismo en streaming.

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