Italia: Adios a las urnas

Récord negativo de todos los votos en Lazio: 62,8% de abstención. Justo encima de Lombardía. En Roma, en los colegios electorales de la periferia, picos de sólo un votante de cada cuatro en los colegios electorales. Es el punto de no retorno de una crisis sistémica

Por Andrea Fabozzi / Il Manifesto

Terminó mucho peor que las ya muy sombrías predicciones. Una pequeña minoría de los que deberían haber elegido presidentes y concejales regionales fueron a votar. En Lazio el 37,2% de los ciudadanos con derecho a voto, menos de 1,8 millones de 4,8 millones de votantes. Es un registro negativo no solo para Lazio y para los regionales, sino para la historia electoral de todo el país y de todas las elecciones. En Roma, la participación fue la más baja: 33,1% y el desplome se produjo en los municipios suburbanos del este y oeste (Torre Angela y Ostia), donde votó algo más de uno de cada cuatro votantes.

Un poco más contenido fue el desastre de Lombardía, donde la participación regional se detuvo en el 41,67%, es decir que de 8 millones de votantes potenciales en las urnas acudieron 3,3 millones. En Milán, la participación fue ligeramente superior a la de la región, pero en la ciudad, a diferencia de la capital, la participación cayó más en los distritos centrales que en los periféricos.

No fue una prueba pequeña debido al tamaño de los territorios involucrados: alrededor de una cuarta parte de todo el electorado nacional debería haber acudido a las urnas. Y es la primera vez que allí donde ha habido una votación, sin excepción -dos regiones, diecisiete provincias (doce en Lombardía y cinco en Lazio)-, la gran mayoría de mujeres y votantes ha decidido no participar. Es por tanto un punto de no retorno. El hecho de que se hayan elegido tan pocos presidentes y asesores inevitablemente cuestiona el valor de estas elecciones. La dimensión de la deserción va mucho más allá de la de un pasaje vacío, de un accidente, sino que comienza a dar forma completa a la crisis de la democracia de la representación. También porque es un derrumbe que cae como un barranco en un camino de participación que ya lleva al menos una década en declive y para todas las elecciones: políticas, europeas y administrativas como autonómicas. Son precisamente las autonómicas -es un hecho consolidado- las que menos elecciones suponen junto a las europeas, pero el pico negativo de ayer arroja una luz inquietante sobre los proyectos de autonomía diferenciada. Sobre todo sobre las pretensiones de presidentes sin pueblo (en primera fila el lombardo) que quieren restar recursos y habilidades al balance nacional. 

Hay razones técnicas que inflan la abstención en las elecciones autonómicas, en primer lugar el hecho de que en materia de políticas los electores residentes en el extranjero engrosan las listas pero no pueden votar en casa, por lo que en casi todos los casos no votan. Luego hay muchos otros factores: la reticencia a salir de casa, especialmente en invierno, de una población mayoritariamente anciana en las dos regiones, la distancia del lugar de residencia para estudiar o trabajar que en Italia impide votar, el cierre de utilizan las escuelas como colegios electorales, lo que se convierte en un impulso para que las familias planifiquen sus viajes. Pero juntos, estos factores pueden explicar, por reconocerlo todo, un 15% de abstención. Y por eso dramatizan el análisis, porque no queda más que abstención técnica sino política, incluso cuando lo dicte la desatención o la resignación, que ahora preocupa -purgada de todo otro motivo- al 50% del electorado. Los números absolutos que se dan a conocer (según la tradición muy lentamente) de las encuestas ayudan a interpretar la abstención.

Hace apenas cuatro meses y medio, cuando se votaron las elecciones – elecciones sin duda diferentes, pero demasiado cercanas en el tiempo para no compararlas – el centro-derecha en Lazio había obtenido más de 1,2 millones de votos. Esta vez la coalición no llega al millón de votos. Una cifra casi idéntica a la que ya había recogido hace cinco años en las regionales, cuando perdió contra Zingaretti. Respecto a 2018, el partido de Meloni gana votos absolutos, pero respecto a septiembre pasado pierde al menos un tercio, resultado que los porcentajes ocultan precisamente por la gran abstención. En votos absolutos, frente a la derecha, la hemorragia de la coalición en torno al Partido Demócrata es aún más contenida, pero sólo tomando la vara de las políticas (en cambio, la caída frente a las autonómicas es enorme).

En Lombardía, la coalición de Fontana no ve ni con binoculares los 2,5 millones de votos recaudados en las políticas de septiembre pasado, es más la misma cuota ya recaudada en las elecciones autonómicas de 2018 y, con el recuento aún en marcha, se queda lejos incluso de los 2 millones de votos. Dentro de la coalición ganadora, Fratelli d’Italia se confirma como primer partido pero se queda muy lejos del casi millón y medio de votos recogidos hace cuatro meses (difícilmente llegará a los 800 mil en tramos cerrados) mientras la Liga es derrotada en lo interno carrera de coalición pero, considerando también los votos de la lista Fontana, es sorprendentemente el único partido de centroderecha que puede recuperar casi todos los votos de los políticos a pesar del enorme peso de la abstención.

En general, por lo tanto, la derecha debe su éxito no a la capacidad de expandirse sobre las alas de la victoria política, sino sobre todo a la ausencia de oponentes desafiantes. Es la misma dinámica de las recientes elecciones políticas, que habían visto sobre todo un dominio general del campo de la derecha, capaz de presentarse unido, y dentro de él una redistribución enteramente a favor de los Hermanos de Italia. Una vez más la mayoría gubernamental gana por abandono.

Una confirmación de que la abstención ha golpeado a los opositores de la extrema derecha, considerada como un voto inútil por no estar en la contienda, llega desde los ayuntamientos de las dos capitales regionales. En Roma, D’Amato consigue sus mejores resultados en el centro, donde menos se ha desplomado la participación, y sus peores resultados en los municipios VI y X que son los de menor participación. En Milán el peor porcentaje de Majorino se registra en el primer municipio que es precisamente en el que menor participación en la votación hubo.

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