El intercambio de cohetes entre Pakistán e Irán eleva el riesgo de una guerra regional.
Por Guadi Calvo | 20/01/2024
El peligroso intercambio de cohetería entre Islamabad y Teherán, buscando destruir bases de los grupos extremistas que, desde uno y otro lado de la frontera que divide el antiguo kanato de Baluchistán, operan con frecuencia, causando importantes números de muertos, no solo entre las fuerzas regulares, sino también en muchas oportunidades de civiles. A mediados de diciembre pasado, esta banda había atacado una comisaría de la ciudad Rask, en la provincia iraní de Sistán y Baluchistán, al sureste del país y junto a la frontera este de Pakistán, donde murieron once personas.
Por lo que Irán, el martes dieciséis, inició una ronda de ataques con drones y misiles contra bases del Jaish al-Adl o JAA (Ejército de la Justicia, en baluche) levantadas en el Baluchistán pakistaní, esta organización separatista baluchi-wahabita, que opera principalmente en Baluchistán y Sistán, anteriormente llamado Movimiento de Resistencia Popular de Irán: Jundallah (soldados de Dios), desde 2005 son financiados y asesorados por Washington y Tel Aviv.
El lunes, Teherán ya había atacado en lo que ha sido la operación antiterrorista más amplia que jamás realizado: un cuartel del Mossad, dentro de una base norteamericana en Erbil, la capital de la región, semiautónoma del Kurdistán iraquí; además de posiciones del Daesh en Siria, en represalia del doble atentado suicida de la ciudad de Kerman el tres de enero, que mató a unas ochenta personas. Si bien rápidamente el Daesh revindicó el ataque, la inteligencia persa cuenta con evidencia que ha contado con la asistencia del Jaish al-Adl.
En una peligrosa respuesta a Irán, Islamabad lanzó la Operación Marg Bar Sarmachar (Muerte a los insurgentes) contra bases separatistas baluchis, instaladas en territorio iraní.
Esta situación hasta ahora inédita situación en la frontera irano-pakistaní, de poco más de novecientos kilómetros, donde ambos países, históricamente, han trabajado juntos, luchando, no solo contra los grupos separatistas y fundamentalistas, sino también, tratando de detener a contrabandistas y traficantes del opio afgano. Más allá que en el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos, hubo un encuentro fuera de agenda, entre el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, con el primer ministro interino de Pakistán, Anwaar-ul-Haq Kakar, en la que, si bien no se ha conocido que se discutió, cae de hecho que él intercambió misilístico ha debido ser el tema central. Si consideramos que las relaciones entre Islamabad y Teherán, más allá del breve gobierno de Khan (2019-2022), han sido de mutua desconfianza.
Los persas tienen fundadas sospechas para creer, que la Dirección de Inteligencia Inter-Services (Inter-Services Intelligence o ISI), el cerebro del ejército pakistaní, ha alimentado, proporcionando refugio y asistencia técnica y militar, por más de dos décadas a los separatistas baluchis, para generar focos de inestabilidad en la frontera sureste de Irán, más allá de que Islamabad tiene exactamente el mismo problema, responde a la presión de Washington y Tel Aviv. Que están intentando golpear a Irán, alarmados por el importante giro positivo, que han tenido en las relaciones internacionales con en el restablecimiento de relaciones, nada menos que con su archirrival en el mundo islámico, Arabia Saudita, con quien acabas de incorporarse a los BRICS a principios de este año. Lo que aniquila el bloqueo establecido por los Estados Unidos, desde el comienzo de la Revolución.
Más allá de esa reunión en Davos, y considerando el poco poder real que tiene Kakar en su país, controlado por los militares y la embajada norteamericana, las dos fuerzas que motorizaron el golpe de abril del 2022, contra el Primer Ministro Irmam Khan, abre un nuevo flanco a la ya desbordada situación de Medio Oriente, en a partir del genocidio sionista en Gaza, el que ya se ha extendido a Cisjordania, donde entre los “colonos” judíos y las Fuerzas de Defensa de Israel, (FDI), desde el pasado siete de octubre, han asesinado a más de setecientos palestinos desarmados y encarcelado a más de seis mil personas. Hay que sumarle lo que ya puede considerar una guerra abierta de los Estados Unidos y el Reino Unido, contra Yemen, intentando “disuadir” a los Houthies de sus operaciones contra embarcaciones sionistas y norteamericanas, ya no solo en el mar Rojo, sino también en el golfo de Adén. Este nuevo conflicto creado por el Pentágono, más temprano que tarde, terminará involucrando a más naciones.
¿Dónde esconder un elefante?
Con la inminente victoria rusa, sobre Estados Unidos y sus socios menores de la OTAN y el colapso que sobrevendrá, a continuación, del régimen de Volodímir Zelenski, Washington se dispone a esconder, rápidamente, el desastre humanitario al que arrastraron a Ucrania y económico a la Unión Europea, (UE) como aquello de, ¿dónde esconder un elefante? Y para eso nada mejor que en una nueva guerra, aunque en este caso podría tener dimensiones más terribles que la de Ucrania. (Ver: Mar Rojo: Navegación con mal tiempo).
La nueva brecha que se ha abierto entre estas dos naciones musulmanas, será difícil de cerrarse, ya que más allá de la voluntad de Pakistán, las presiones del Departamento de Estado sobre los militares pakistaníes, serán insoportables.
Y aquí juegan dos factores a tener en cuenta Islamabad, de alguna manera se reposiciona, frente a las cada vez más intensas relaciones entre el gobierno de los ayatollahs y de Nueva Delhi, que además, ahora comparten membrecía en los BRICKS, club a los que Nueva Delhi, se opuso, taxativamente sea incorporado Pakistán, al tiempo que a Washington se le presenta una oportunidad de oro largamente añorada, que es de generar, no solo inestabilidad real en la frontera este de Irán, sino de instalar un espectro de conflicto posible, cómo no ha tenido, el país persa desde la guerra con Irak (1980-1988).
A esto se ha llegado de un modo un tanto aleatorio, tras el complejo entramado de la “moción de censura” por parte del congreso pakistaní, con la que finalmente se consiguió el derrocamiento del Primer Ministro, Imran Khan, en abril del 2022, (Ver: Estados Unidos, por un segundo frente.). Su popularidad arrasadora y sus postulados antinorteamericanos, fueron las razones para ese derrocamiento, que incluyó, el intento, de su asesinato, en noviembre de ese mismo año.
Khan, desde que abandonó su exitosa carrera en el criquet de su país y a nivel internacional, un deporte que, en India, Pakistán y Bangladesh, tiene la trascendencia del fútbol para Europa y América Latina, saltó al campo de la política para ocupar un lugar más descollante en la política de su país. Convirtiéndose en el caudillo que Pakistán no tenía desde los tiempos de primer ministro, Zulfikar Ali Bhutto, derrocado y ejecutado por los militares en 1979.
Tras el afianzamiento de los generales pakistaníes, después del derrocamiento de Khan, escondidos detrás de la “moción de censura”, entre el ejército y la embajada norteamericana, emplazaron a Khan, interinamente, con un oscuro senador baluchi, Anwaar-ul-Haq Kakar (Ver Pakistán: Los crímenes de Imran Khan).
El derrotero continuó con el encarcelamiento de Khan, multitudes de juicios por corrupción y su suspensión para ejercer cargos públicos. Liberados de la figura política más importante del país de los últimos cuarenta y cinco años, Islamabad, volvió a conseguir la insignia del empleado del mes, otorgada por Washington, por lo que, para mantenerla, aprovecha los novecientos kilómetros de frontera que tiene con la nación persa, para generar lo que a partir de este jueves se ha generado.
En este contexto, seriamos muy generosos, de atribuir a la casualidad, que el ataque a la comisaría de Rask, se haya producido en el mismo momento, que el jefe del Estado Mayor del Ejército paquistaní (COAS), Asim Munir, viajaba a los Estados Unidos y llevando esos muertos, como prenda de paz a Washington.
Con la posibilidad de agitar a Teherán, Estados Unidos quizás ceda Ucrania, todavía antes de la victoria real de la Operación Especial Z una guerra, casi perdida de antemano, por la ilusión de por fin derrocar la revolución iraní, después de cuarenta y cuatro años, para reconfigurar Medio Oriente, de una vez y para siempre.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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