En verdad, aunque algunos en París todavía hablan de una “política africana”, hoy en día éste es un proyecto sin rumbo, ya que los persistentes supuestos de prerrogativa nacional se ven eclipsados por la decadencia de la influencia y las capacidades francesas.
Mientras el 40 por ciento de la electricidad francesa se produce con el uranio nigerino, solo el 18 por ciento de sus 26 millones de habitantes de Níger tiene acceso a ella.
Ya han declarado su apoyo total al nuevo Gobierno de Níger las tres naciones del Sahel que en los tres últimos años dieron golpes de Estado en contra del abuso neocolonialista del neoliberalismo global de Occidente: Malí en 2020, Guinea en 2021 y Burkina Faso en 2022.
En 2022 nació en Níger el llamado ‘Movimiento M62’, una coalición que aglutina a diversas organizaciones, sindicatos y comités populares y que aboga por la lucha contra la presencia militar extranjera en el país.
Este rosario de golpes en las antiguas colonias francesas, que han apuntado a terminar con su devastadora presencia, junto a otras potencias occidentales, es un claro ejemplo para otras naciones, que tendrá graves consecuencias.
Níger todavía tiene una cómoda ventana de oportunidad para resistir la invasión. Esto podría terminar en un desastre para Francia, ya que otra derrota militar en el área conduciría inevitablemente al colapso total del sistema neocolonial que dejó en la década de 1960.