Si el mundo realmente se preocupa sobre la situación del pueblo afgano, de las mujeres afganas, es muy sencillo: simplemente deben dejar de financiarlos y apoyarlos.
Dada la situación interna de Afganistán, todavía no ha conseguido ser reconocido por ningún país del mundo; fundamentalmente por las acusaciones de violación de los derechos humanos y la negativa a permitir que las mujeres puedan estudiar, entre otras políticas denigrantes.
El apartheid de género implica actos inhumanos cometidos bajo un sistema institucionalizado que oprime y domina a un grupo de género para perpetuar su subordinación.
La inestabilidad política, también, domina la realidad del país a partir del golpe de Estado contra el primer ministro Imran Khan, en abril del 2022, quien se encuentra en prisión por diversos y previsibles cargos de corrupción.
Si bien anteriormente el Gobierno de facto en Afganistán ya había intentado borrar y silenciar a las mujeres en los espacios públicos, ahora presenciamos un silenciamiento literal y ya no sólo metafórico.
Baluchistán, con una población cercana a los quince millones, de un total de 240 que tiene Pakistán, ha sido marginada de sus planes de desarrollo por parte de Islamabad, a pesar de sus ricos yacimientos de petróleo, carbón, oro, cobre y gas.