Por Daniel Seijo
Theresa May ha perdido la apuesta, la lideresa del partido conservador británico, no logra alcanzar la mayoría absoluta en el parlamento que le permitiría gobernar en solitario, y se verá forzada a buscar apoyos en un escenario político complejo, en donde el Partido Democrático Unionista y el Partido Liberaldemócrata, parecen sin duda, las opciones más factibles para ceder su apoyo a los conservadores en la hipotética formación de un nuevo gobierno. La intención de la Primera Ministra de lograr alcanzar un poder ejecutivo reforzado de cara a las negociaciones con la Unión Europea, los retos migratorios y los desafíos a la seguridad tras los recientes ataques yihadistas, queda aplastada por la realidad de un parlamento (bloqueado) sin la existencia de mayorías absolutas.
Conservadores y Laboristas, encaran estos resultados electorales con sensaciones muy distintas. Mientras los conservadores pierden la mayoría absoluta en una campaña que comenzaba con sus máximos rivales en franca decadencias e inmersos en serias disputas internas por las dudas ante la idoneidad de Jeremy Corbyn como candidato, los laboristas, logran por su parte contra todo pronostico, un espectacular aumento en escaños, no tanto por su relevancia histórica para el partido, sino por lo inesperado de los resultados en el contexto de crisis global de la socialdemocracia.
Pese a los sondeos, gran parte de la prensa y un partido no demasiado dispuesto a seguir a su líder, Jeremy Corbyn, sin duda ha logrado sobreponerse a un desastre anunciado y resucitar de entre las cenizas no solo de su partido, sino de todo un movimiento político en su conjunto, para lograr una dulce derrota que dota de voz a los socialdemócratas en una legislatura en la que se puede decidir a grandes rasgos el futuro de los ciudadanos británicos para las próximas décadas. Lejos de suponer un verdadero giro a una alternativa de izquierda anticapitalista, Jeremy Corbyn representa poco más que la vuelta a un socialismo anti establishment, una ruptura definitiva con el espíritu de la Tercera Vía, con la que Tony Blair llegó al poder tras la larga sombra de Margaret Thatcher sobre Downing Street.
A priori no debemos esperar grandes rupturas en materia internacional por parte del laborismo (El Brexit seguirá su camino) pero sí hemos de esperar un liderazgo fuerte de cara a buscar la implantación de mayores políticas sociales y una nueva realidad económica, por parte de un Jeremy Corbyn que durante sus más de 30 años como diputado, ha trabajado cara a una mayor redistribución de la riqueza gracias a un ideario centrado en tres puntos básicos: más Estado, más inversión y más impuestos. Los nuevos laboristas no parecen tener miedo a hablar de mayores impuestos o una mayor inversión, siempre teniendo en mente, que será sobre los más favorecidos del país, sobre los que recaiga la mayor parte del esfuerzo para mejorar las prestaciones del estado.
Ha sido este punto y no otro, en donde Theresa May ha dejado escapar gran parte de la aparentemente insalvable ventaja con la que contaba sobre los laboristas, pese a las continuas promesas de una mayor regulación para las empresas y la aparente apuesta del partido por una política liberal más humana con las clases populares, la credibilidad de los tories en este sentido, hace ya tiempo paso a ser escasa. Tampoco resultó de gran ayuda la aparición en plena campaña electoral de la controvertida fórmula con la que May pretendía reformar la financiación de la asistencia de los mayores en el hogar (la tasa de la demencia) una impopular propuesta que terminó con la retirada de la misma incluso antes de los comicios, demostrando una clara inestabilidad entre los conservadores justo en la recta final de los comicios.
Su apuesta por una salida rápida y sin fisuras de Europa («Brexit significa Brexit… no debe haber intentos de permanecer en la UE, ni intentos para volverse a integrar por la puerta de atrás ni una segunda consulta») de cara a unas negociaciones formales que deberían arrancar apenas transcurridos ocho días de la cita con las urnas y su dilatada experiencia al frente del ministerio de Interior, parecían no hace demasiado tiempo asegurar según todas las encuestas, la victoria a Theresa May, pero en su primera cita con las urnas, los resultados no han sido los esperados.
Pese a los sondeos, gran parte de la prensa y un partido no demasiado dispuesto a seguir a su líder, Jeremy Corbyn, sin duda ha logrado sobreponerse a un desastre anunciado y resucitar de entre las cenizas no solo de su partido, sino de todo un movimiento político en su conjunto
Tras los resultados electorales, Theresa May encara un futuro realmente complicado, con menos apoyos que nunca y una agenda política que atendiendo a sus propias palabras a mitad de campaña, «en caso de perder 6 escaños ya habría perdido las elecciones», “y Jeremy Corbyn debería sentarse a negociar con Europa” podría estar ya en manos de un renacido Jeremy Corbyn, pero también podría suceder que esas palabras se tratasen tan solo de una promesa electoral sin contenido más pese a la perdida de importantes escaños, después de todo, los resultados electorales son demasiado estrechos y el futuro de Reino Unido demasiado ambiguo, como para que cualquiera de las dos partes renunciase a su cuota de poder.
Laboristas y Conservadores se disputarán finalmente en la mesa de negociaciones el liderazgo de un país en guerra contra el yihadismo, en plena ruptura con Europa y con una importante crisis migratoria y cultural, que pese a todo, ha dejado el eurófobo UKIP, como el gran perdedor de la noche.
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