“Holywins” ¿Qué necesidad había?

Hace unos días salí a pasear con un par de familiares. Estos familiares estaban en la plaza de la iglesia de mi pueblo, ellos se habían quedado dando de comer y entreteniendo al bebé más reciente de mi familia, el resto de esta se encontraba dentro de la iglesia, escuchando misa porque un hermano y una prima de ese bebé hacen la comunión en un par de años. Hasta ahí todo normal, mi pueblo es bastante pequeño y generalmente cuando los niños van a hacer la comunión, se pasan todos los domingos en la iglesia y luego les compran unas golosinas al salir. Eso es un domingo en mi pueblo cuando eres un niño o tienes niños de esa edad.

Lo curioso no fue aquello, sino que hablando en un banco mientras el bebé devoraba su biberón, mis familiares fueron comentando un par de cosas que les molestaban, o cuanto menos, les extrañaba, ahora que se encuentran de nuevo en esa rutina de domingo. Al principio comentaban que esa asistencia a misa, no era algo tan casual ni tan arraigado, sino que era obligatoria. No le presté mucha atención en un primer instante, no lo veía así, quizás porque en mi época de niño era distinto, quizás porque mi madre era catequista y yo iba a ir a misa, “obligasen” o no, como ya digo, ni siquiera entré a plantearme hasta qué punto es legítima o apropiada una u otra perspectiva.

Después, la conversación tomó un matiz un poco más posicionable, cuando comentaban que en Molina de Segura, un pueblo cercano, las catequistas pasan falta a quienes no acuden a la misa. No sé si es sólo sobre los niños o ese control también afecta a los padres, tampoco me interesa, sólo sé que eso sí que me parece saltarse un par de semáforos ¿Quiénes son esa gente para juzgar la situación, la disponibilidad, o la “buena cristiandad” de una familia? Si yo algún día tengo una hija y después de una semana de agobios quiero llevarla a hacer fotos por el monte, qué tengo que justificar ante sus catequistas a la semana siguiente? Si eso algún día ocurriese, espero que sepan entender que en el monte no dan justificantes. Pero aún en esta altura de la conversación, decidí callarme, no conocía a esa gente ni sus motivos, y aunque el resultado fuese más absurdo que un elefante en una tienda de timbres, yo no era nadie para juzgarlo.

Lo que me hizo escribir este artículo fue, que este año, la gente que lleva la iglesia y la catequesis, ha creído conveniente celebrar “Holywins”. Muchos de los que estáis leyendo esto ahora mismo no sabréis qué es exactamente; Holywins es una celebración que surge en 2002 en París para combatir la hegemonía a Halloween, sobre todo entre los más pequeños. Este juego de palabras entre “holy”, sagrado y “wins” victoria, consiste en disfrazar a los niños de  monjas, santos, ángeles y demás repertorio eclesiástico y divino durante toda la tarde del día 31 de octubre y que jueguen, coman monas con chocolate y se diviertan de las 17 a 20, con el objetivo indirecto de cansar a los niños para que no salgan esa noche vestidos de brujas, demonios o piratas; una mención especial es que también se les da cirios a los niños cuando empieza a oscurecer.

Cartel de «Holywins» del año pasado de la diócesis de Cádiz y Ceuta

A pesar de mis menciones anteriores, esta iniciativa no surge directamente de un grupo de catequistas, sino que la iniciativa es obra de las diócesis de cada territorio y el mensaje a transmitir por parte de todos ellos es: “La vida es hermosa y su meta es el cielo”. “La vida es hermosa, pero ver disfrutar a tu hijo disfrazado no, si no es de lo que a mí me parezca bien” parece que se transmite más.

Esta fiesta en España tiene poca aplicación, su boom tuvo lugar el año pasado, y no fue muy seguido en cuanto a participantes como para la atención que le dedicaron los medios.

Algunas personas justifican esta fiesta desde una perspectiva ideológica-nacional con el argumento de que “Halloween es de lo americanos”, que en España no deberíamos celebrar eso. Esto también es falso, porque el origen de Halloween no es americano, sino celta, Halloween se celebraba en Irlanda o en Galicia hace más de 3000 años, siendo esta tradición mucho más antigua que el día de todos los santos. Evidentemente, la fiesta no era tal y como la conocemos, y la gente que se queja con el argumento anterior puede seguir tendiendo una validación al decir que eso sí que no tiene nada que ver con nuestro país. Pero ese argumento sigue siendo absurdo, ya que no es una cuestión de meras festividades, el que Halloween se celebre en España a imitación de los Estados Unidos tiene el mismo origen que el que lleves a tu hijo al Burger King o que tu ropa esté hecha en China, la globalización, ese proceso consecuente de que el capitalismo descentralice las relaciones económicas, culturales y sociales y los países más poderosos establezcan su cultura audiovisual, su estructura productiva y miles de ejemplos más, sobre los países que tienen un papel menor en la geopolítica internacional.

Mujer hindú maquillándose para la noche de Halloween

Puedo llegar a entender que exista gente que se escandalice de ver a un niño vestido de Pennywise, o de La novia cadáver, aunque serán pocos casos, ya que los niños suelen llevar la cara un poco pintada, una capa y unos cuernos de plástico con lucecitas, algo que ellos no suelen ver como maligno y perverso ¿Pero por qué para los niños es una simple diversión disfrazarse de algo terrorífico? Por algo que el sociólogo Anthony Giddens denomina “el secuestro de la experiencia”. El resumen de esta teoría es que un individuo puede tener comportamientos y sensaciones contrarias a lo que contempla o experimenta dándose una serie de circunstancias. Es decir, un chico que juegue a un videojuego puede pasarlo estupendamente bien en la búsqueda y consecución de matar a su oponente, porque no se hace hincapié en el valor de la muerte o la vida, sino que se sigue una historia, unas normas y el jugador está entretenido en ver caminos o estrategias posibles para llevar a cabo su acto. Pero esto no es algo que se dé sólo sobre situaciones nuevas o sólo en las mentes de los niños: Si preguntásemos a las personas que a estas alturas del artículo están maldiciendo a Halloween y a los videojuegos si llevarían a sus hijos a un lugar oscuro donde se viesen a personas sufriendo, con gestos de dolor, repletos de sangre o directamente muertos ellos se llevarían las manos a la cabeza y dirían que no, aunque el ejemplo se refería a una iglesia y no es mío, sino del propio Giddens. Si preguntásemos a una persona si hubiese disfrutado viendo las torturas, las burlas y la ejecución de Cristo, seguramente nos diría que no, pero si esas burlas, torturas y ejecución fuesen hacia un toro o hacia un cerdo y luego hubiese un banquete, quizás no existiese ningún problema.

Dada ya toda la argumentación, si era usted alguno de los aludidos en este artículo ¿Sigue viendo propicio boicotear el que un niño se disfrace de momia con papel higiénico por una noche y que, si puede, consiga caramelos a ser posible con usted y llamando a casa de gente conocida? Y de ser así ¿Sigue viendo apropiado que su hijo se disfrace de una persona que ha decidido abandonar su vida y su familia para dedicarla a orar, y que dependiendo de la época histórica, pudo ser responsable de la muerte de otras personas por una cuestión de fe?

Si aún con todo la repuesta sigue siendo sí, lo lamento por su hijo.

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