Historia | La revuelta de los Bóxers

Por Eduardo Montagut

El levantamiento o revuelta de los bóxers en China a finales del siglo XIX debe enmarcarse en la reacción ante la creciente presencia extranjera con fines de dominación y explotación económicas, y que tuvo marcados tintes de xenofobia.

En el norte de China surgió en la década de los años noventa del siglo XIX un fuerte sentimiento de xenofobia. Los bóxers eran miembros de una sociedad secreta denominada “Puños de Justicia”, que realizaban una suerte de ejercicios que, supuestamente, les hacían inmunes a los disparos. Comenzaron a tener mucha importancia gracias al caldo de cultivo que suponían unas condiciones sociales muy deterioradas. Su presencia se canalizaba a través de acciones esporádicas contra los extranjeros en Shantung, hechos que comenzaron partir de 1898. Los bóxers criticaban claramente a los Ch’ing pero la situación cambió cuando la emperatriz viuda Tz’U-hsi y el príncipe Tuan decidieron pactar con ellos en 1899. La emperatriz lanzó a los bóxers contra los enclaves extranjeros de Pekín y Tientsin en el mes de junio de 1900, y declaró la guerra a las potencias extranjeras. Estos asaltos se saldaron con la vida de unos 250 extranjeros y multitud de chinos cristianos. El asedio de las embajadas causó unos 75 muertos. Muchos recordarán la versión cinematográfica de los 55 días en Pekín, rodada en España.

Las potencias extranjeras organizaron una expedición de castigo y ayuda a sus legaciones en ambas ciudades. La emperatriz tuvo que huir a Siam donde tuvo que asentar su corte durante un año. Las tropas expedicionarias liberaron las embajadas y enclaves, asaltaron el Palacio de Verano y lo arrasaron. En los meses siguientes se realizaron diversas expediciones a otras ciudades del norte de China para castigar a los culpables. Se ejecutó a algunos cabecillas.

La desunión y los diferentes intereses de las potencias evitó un mal mayor a China, como podría haber sido su desmembración. Al final se firmó el Protocolo Bóxer de 1901. China tendría que pagar una indemnización de 333 millones de dólares, y que debía abonarse en el plazo de cuarenta años. Una visión peculiar de este hecho se reflejó en el cine a través de la película, rodada en España, “55 días en Pekín”, del año 1963.

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