Por Javier DG / Ilustración de Javier F. Ferrero
Un relámpago hendió el cielo
y por un instante, iluminó
el interior de la noche.
La luz quiso pasar hasta la salita
de estar, resquebrajando el Pleno.
Pero la luz no pudo llegar al bolsillo
de la víctima propiciatoria.
Quiso pero no pudo, la luz,
entablar una conversación justa
con quien la justicia aparta de ella.
Quiso la luz iluminar una España
opacada por otra España
que se vende a los buitres,
a precio de coste y hedor a rata.
La luz, ahora, ilumina más
si hablas con policías corruptos
y llevas un coche de gama alta,
un traje hecho a medida frente
al espejo o una cuenta bancaria
patrocinada por el Tribunal Supremo,
en nada parecida a la del quiosquero
de la esquina o el panadero.
Alguien, desde dentro, con buen criterio
y desprestigiado sentido de la equidad,
intentó dirigir la luz hacia un lugar
apacible, de verdes pastos.
Pero ese, amigos, es un lugar reservado,
donde pace a sus anchas
la especie más vil, surgida de le mezcla
entre algunos políticos, jueces
y banqueros del Tribunal Supremo.
Una caricatura del Estado.
Una criatura cosida con hilo negro.
Un Frankenstein de un solo poder
fabricado con una toga y dos injertos.
Se el primero en comentar