Henry Boisrolin es integrante del Comité Democrático Haitiano en Argentina y un lúcido en analista sobre lo que viene ocurriendo en Haití. Con él dialogamos acerca de los graves acontecimientos que ocurren en su país.
Por Carlos Aznarez
Cuál es la situación en Haití en estos momentos, ya que últimamente lo que nos va llegando a nivel informativo es el constante accionar de los grupos armados paramilitares y también algunas muestras de reacción de la población contra los mismos.
Evidentemente hemos entrado, desde hace más de una semana, en una nueva fase en ese espiral de violencia marcado por lo que caracteriza la descomposición del sistema neocolonial. Es decir, hace dos o tres años, el pueblo viene sufriendo el accionar tremendo de bandas armadas. Son francamente escuadrones de la muerte, que constituyen instrumentos en manos de la oligarquía haitiana y de la comunidad internacional, principalmente de los EE.UU.; para doblegar el movimiento popular haitiano, sembrar el terror, evitar el levantamiento, y en un tiempo que ellos habrán de evaluar, organizar elecciones. buscando imponer el estatus quo a través de los comicios. Ese es el plan. Ahora resulta que buena parte de la policía haitiana y el gobierno, son funcionales, son cómplices y corresponsables de masacres, de quemas de barrios, violaciones, secuestro.
¿Ante estos atropellos el pueblo ha dado algún tipo de respuestas o impera solo el terror?
Hay gente que ha decidido reaccionar. Como muchos policías también fueron víctimas de esas bandas, hay policías que no están en la corrupción, digamos en el aparato funcional, y se han ido sumando al pueblo, acompañándolo y actuando. Hubo una reacción fuerte, en la que varios bandidos han perdido la vida, más de cien en menos de cuatro o cinco días. Viendo eso, el Primer ministro de facto Ariel Henry y ciertos estamentos internacionales, llamaron al cese de esa reacción popular. Entonces, están presionando sobre los policías para que abandonen las posiciones o el resguardo que daban a los puntos de vigilancia que habían asumido en los barrios.
Ese accionar popular, acompañado por algunos policías, incluso ha llegado a liderar algunas zonas donde no hay más bandidos. Esto dividió las aguas. no solamente con respecto a la socialdemocracia y los sectores reaccionarios, sino en el seno de la izquierda haitiana. Hay un sector de la izquierda que dice que esto no puede ser, porque no podemos actuar igual que los bandidos. Se refieren a “cortar cabezas, quemar cadáveres», etc. Si bien todos entienden la reacción aunque dicen que no es correcto actuar así, otros grupos de izquierda apuntan que eso va a ser peor, porque la venganza que van a tomar los bandidos va a ser tan grave, que va a quedar empequeñecido lo que ya estamos sufriendo. Dicen esto sin ofrecer ninguna alternativa. En cambio, hay otra parte de la izquierda que dice que sí, que habría que acompañar justamente al movimiento popular de reacción, e insertarse en ese movimiento, que tiene su propio nivel de organización, pero evidentemente no está dirigido por la izquierda. La izquierda puede intentar tomar la dirección, sabiendo que ese tipo de movimientos puede ser aprovechado por cualquier sector de la sociedad.
La verdad es que no extrañan esas diferencias de criterio, porque son las que con escenarios iguales o parecidos, se repiten en cualquier país, cuando sectores del pueblo reaccionan y aplican algún tipo de violencia a quienes los atacan.
Lo que pasa es que la izquierda que dice no acompañar, es la que siempre apostó a las elecciones. Creen que en Haití hay un espacio para hacer lo de (Hugo) Chávez (en Venezuela), lo de (Rafael) Correa en Ecuador, o lo de Evo (Morales) en Bolivia: llegar al poder vía electoral. Yo personalmente creo que en Haití eso no se va a dar. Toda elección organizada por este gobierno va a ser fraudulenta, va a ser manipulada. Y si se participa de esto, se lo legitima, y por ende va a ser funcional. Después cuando uno pierde, va a decir que hubo fraude y empieza todo de vuelta. Lo mismo la izquierda electoralista que está en contra. Yo les digo a ustedes que la radicalización de esta violencia extrema, en la lucha de clases en Haití, no tiene a la izquierda preparada para tal escenario.
Llama la atención eso, ya que Haití es un país desbordado por la violencia.
Esto se da porque la izquierda es producto también de una formación eurocéntrica. Hay ciertas cosas que nos han impuesto sin darnos cuenta, y que no podemos ver. Es por eso que algunos están en contra de cortar cabezas, quemar casas, que es lo que estuvieron haciendo sectores del pueblo. Entonces, ellos piensan que hubo algunos inocentes que fueron mal señalados, etc. Puede ser que eso haya ocurrido, pero no alcanza para desvirtuar lo que ha ocurrido, sino para ver cómo corregirlo, evitarlo. De repente, en cinco o seis barrios de la capital, han surgido brigadas de vigilancia, jóvenes armados con machetes, con fusiles, etc. para poder resguardar su barrio, y frente a eso se ponen en contra. Incluso una gran periodista dijo que había que detener a los bandidos y entregarlos, pero ¿a quién? Si la justicia nunca hizo nada, no existe. Si la policía nunca hizo nada. El cuerpo policial no existe, nunca hubo una decisión de poner fin. Se repite la circunstancia que cuando los bandidos atacan un barrio, la gente llama, lanza s.o.s., para que la policía vaya a protegerlos, y no aparece nadie.
Resulta que la gente ahora se está defendiendo y desde cierta izquierda aparecen con elucubraciones como si viviéramos en una “sociedad normal”. Es un tema bastante complejo y difícil. Y en la medida en que no haya una unidad, evidentemente se va a debilitar la posibilidad de reaccionar. Hay maniobras, incluso se habla de 17 millones de gourdes (dinero haitiano) que el gobierno ha puesto afuera para que la policía no siga apoyando eso. Librando a la gente a la rabia de los bandidos que han sufrido alrededor de 146 bajas producto de la reacción popular. Evidentemente, si no hay un replanteo de esto, el movimiento va a fracasar, y las consecuencias ahí sí van a ser dramáticas, porque ésta gente seguirá cometiendo barbaridades como antes. Días atrás quemaron un mercado popular. La división en el seno de la izquierda, me hace acordar a una época que se vivió en Argentina, con la teoría de los dos demonios, y temas por el estilo.
Ahora bien, visto a la distancia, se nota que se está generando -por parte de los medios y quienes quieren dominar aún mas Haití- una idea de país invivible, que no se puede vivir “normalmente”.
Vamos a plantear las cosas de otra manera de lo que dice la prensa. En un país donde más del 70 % de la población no tiene trabajo. En un país donde hay más de 5 millones, sobre un total de población de 12 millones, que padecen de hambruna severa, en un país donde ya hace varios años que violan a niñas de doce años, que masacran, que queman barrios, que el 80% de la capital prácticamente está bajo control de casi 200 bandas armadas. De hecho, en un país donde no funciona prácticamente nada. Fíjate que en este momento, si uno envía una plata a sus familiares o amigos allá, los bancos no tienen dicha liquidez para dar, y lo mismo para las otras empresas. Claro que es un país invivible. no por el accionar de la gente que trata de hacer justicia, que trata de frenar el avance de las bandas criminales. Es un país invivible, donde todo el mundo trata de escapar. Entonces hay que ver cuáles son los verdaderos responsables de esa especie de caos general del que están hablando y hacer frente a esa situación. Y la única forma de resolver esto, es que el pueblo luche. Que nosotros tengamos organizaciones capaces de liderar la lucha. Nadie va a venir a liberar al pueblo haitiano. Es mentira eso y todas las veces que han mandado misiones desde el año 93 hasta ahora. Hace treinta años han mandado misiones y empeoraron las cosas. Violaron, masacraron, manipularon elecciones, nos pusieron el cólera. Sinceramente, lo que pueda decir la comunidad internacional a mí o a muchos haitianos nos tiene sin cuidado. Porque realmente Haití para ellos es un lugar irrelevante, no vivible. Ellos nos quieren hacer aparecer a nosotros como incivilizados, insignificantes.
Hay un racismo tremendo detrás de todo esto, y no es solo en Haití que sucede eso. Lo vimos en Ruanda, lo estamos viendo ahora en Sudán. Hay distintos casos que ilustran cómo es el mundo actual. Cómo es el mudo que estamos viviendo, dominado por el capital financiero, los monopolios, el Fondo Monetario, etc. Entonces, en cualquier lugar donde la injusticia es ley, la reacción popular, la rebelión, es justicia, es un derecho. Creo que frente a la esclavitud nuestros ancestros tuvieron que desarrollar una violencia superior o igual a la violencia de los esclavistas. Y en este momento para extirpar esta violencia tan cruel que padece fundamentalmente el pueblo, es normal emplear la violencia. Ahora el terror se ha trasladado al campo de los bandidos, porque varios fueron ajusticiados.
Entonces, el temor de la comunidad internacional es que esta reacción popular no llegue realmente a hacer tambalear todo y van a tener que cambiar la forma de dominación. Ven la situación como una amenaza real. Si hay un cambio que hay que hacer con respecto a los bandidos, prefieren que se haga a partir de una decisión de ellos, de los propios sectores de poder. Es así porque los bandidos dependen de ellos, ya que no pueden comprar las armas, eso lo hacen las clases dominantes haitianas. Y lo hacen a través de los norteamericanos. Y resulta que los norteamericanos acusaron a diez familias haitianas de ser responsables del tráfico de armas. Son estas familias las que compran las armas en EE.UU. y entonces tomaron sanciones formales contra ellas. Pero dan los nombres de esas diez pero no de los que venden. Entonces, ellos saben quienes compran y ahora nos dicen que no saben quiénes venden, ni cómo hicieron para sacar toneladas de armas y municiones, se está hablando de más de quinientas mil armas. Y no se sabe que todas esas armas salen de los EE.UU. Esto no lo cree nadie, ya que una sola jeringa no puede llegar a Cuba, sin embargo de EE.UU. a Haití salen toneladas de municiones. Si no hay complicidad, por lo menos hay una responsabilidad en todo esto.
Carlos Aznarez es periodista argentino en medios de prensa escrita y digital, radio y TV. Escritor de varios libros de temas de política internacional. Director del periódico Resumen Latinoamericano. Coordinador de Cátedras Bolivarianas, ámbito de reflexión y debate sobre América Latina y el Tercer Mundo.
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