Por Manuel Pérez
Hoy cuesta dormir. Es la primera vez que me cuesta dormir tras unas votaciones. No me cuesta creer que haya perdido la izquierda, no es eso. Hace tiempo que critico este lado del ring. Me cuesta dormir por lo invisible, por lo ensordecedor que nos acontece.
Hoy duelen los sueños que no tienen que soñar. Hay quienes se alegran de la despedida de Pablo Iglesias, también los hay que celebran la victoria de Ayuso como una llamada más de atención a la indefinición. Hay quienes tenían fe en Votar y, tengo que confesarlo, yo también creía que la abstención era de izquierdas.
Mi madre, que no entiende más de política que el ciudadano medio, me preguntaba decepcionada -¿Qué ha pasado?-. Mi novia me hablaba atónita por los resultados, mis amigas creaban un grupo para buscar una respuesta conmigo. Mi padre no ha llamado esta noche tras volver a su casa, ¿Cómo recordará mi abuelo esos tres meses de soledad obligada? ¿Qué nos dirían los ecos de las voces que ya no hablan?
Mañana trabajo y sigo escribiendo estas líneas, son las tres de la mañana y no puedo dormir. He preguntado a todos lo que creía necesario preguntar, ¿para qué? ¿Qué buscaba? Supongo que tras los resultados necesitaba huir del ruido tramposo de los tertulianos y buscaba refugio en la confianza. Hay vacunas y Madrid es una fiesta. No se utilizan las mascarillas por salud.
Quien aclamó a la responsabilidad individual fue el gobierno central hace poco más de un año. Decían que saldríamos mejores, pero no salimos. Me atrevería a decir que no salimos de la cuarentena. Hace una semana debatíamos la necesidad de lo próximo. Madrid hoy nos ha mostrado que no siente.
No duermo por el peso del crimen que no nos avergüenza compartir. Hay quienes piensan que el resultado de Más Madrid es una pequeña victoria, puede serlo. También UP ha aumentado su porcentaje de votos. Pero no solo ha perdido el PSOE en el funeral de Cs. Hoy hemos perdido todos.
Más allá de “lo malo conocido” que ha ganado hoy, ha ganado el individualismo. Ha ganado el desarraigo, ha ganado la economización de la existencia. Hoy no ha perdido la izquierda, que lleva tiempo hablando de lo mismo, han ganado ellos. Me cuesta dormir y creer que tengo vecinos.
El sentido común no tiene porqué ser “común” y, parecer ser, que tampoco “sentido”. Ha brillado por su ausencia. Es verdad que las encuestas llevaban tiempo advirtiéndonos de los resultados ¿pero por qué no íbamos a pensar que era posible? Lo cierto es que no sabíamos que tenía que ser lo posible. Desde la izquierda podemos echarnos piedras y criticar el discurso antifascista como herramienta. Podemos criticar los ER(t)E o aceptarlos, pero falta algo.
En Madrid ha aumentado el voto. Espero, que Madrid no sea España, que Ayuso no lleve razón en ese alarde de nacionalismo barato. Justamente, en la inconsistencia del mismo se encuentra su éxito. El nacionalismo madrileño es el nacionalismo de lo disperso. Hay quienes culpan a los pequeños comercios, a los hosteleros… Madrid es culpable, eso seguro.
Casi 2 millones de persona han hablado y mi madre no ha sabido que querían decir. Ella, perdió a la suya en la primera oleada sin poder verla. ¿Está equivocada? Hoy cambió el voto por primera vez desde que vota y tenía fe en el aumento de participación. Duele, pero la izquierda desconoce España, hoy Madrid.
Quienes defendían desde hace muchos años la entrada de la “vida” en la pugna contra el “capital” lo han conseguido, el carácter antropófago del capitalismo ya no tiene que esconderse. Ya no queda ninguna vida que reivindicar.
¿Por qué ir a trabajar mañana? Me cuesta dormir, lo siento.
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