¿Hay un problema de suministros en el sistema o hay un sistema que suministra problemas?

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Ilustración: Van Saiyan.

La verdadera solución es priorizar la eficiencia, la resiliencia y la sostenibilidad de la cadena de suministro. 

Celia Ojeda 

¿Realmente faltan materias primas? ¿Faltarán productos en Black Friday? ¿Podré comprar mis regalos de Navidad? Desde hace meses, estamos oyendo estas preguntas. ¿Cómo se relaciona esto con el elevado consumo? En este post vamos a desgranar las consecuencias ambientales de este problema.

No hay una respuesta sencilla, hay ciertas cosas que se ven afectadas y otras no, incluidas las materias primas y los productos finales. Tenemos un sistema que se basa en el “just-in-time”, lo que significa que las existencias se mantienen al mínimo en la mayoría de los casos y las cosas se entregan sólo para cuando se necesitan. Esto estaba destinado a mejorar la «eficiencia», pero ahora vemos lo que sucede cuando hay un problema en el sistema. La verdadera solución es priorizar la eficiencia, la resiliencia y la sostenibilidad de la cadena de suministro. Esto resolvería los problemas y quitaría poder económico a aquellas élites que se están beneficiando de la destrucción ambiental y social. Esta sí es una verdadera solución real, y no simplemente «comprar regalos con anticipación».

Existe un problema logístico a nivel mundial. En las últimas décadas las grandes empresas se han dedicado a externalizar su producción llegando a depender completamente de un sistema logístico por tierra, mar y aire para obtener su producto final. Hicieron esto para reducir los costes de producción, para lo que se trasladaron a lugares donde los salarios y el respeto por los derechos laborales estaban por los suelos, lejos, muy lejos, de los ojos de quienes finalmente consumían estos productos.

A raíz de la pandemia de COVID, la gente dejó de consumir bienes y servicios y consumió más cosas. Al mismo tiempo muchas fábricas estaban cerradas y por esto ahora enfrentamos retrasos, además de los problemas logísticos reales. Se han congestionado los puertos, dónde los barcos hacen colas para descargar y luego vuelven a cargar. Resultado: no hay suficiente espacio en los puertos y no hay suficientes contenedores.

Así se ha generado un baile de precios, en aumento, ¡obvio!, y una escasez de productos parados en puertos, en grandes contenedores. Además hoy en día “las cosas” están fabricadas de pequeñas piezas que se hacen en distintos lugares del mundo, algo que complica mucho más todo esto.

El COVID nos ha hecho más conscientes del sistema globalizado de producción y consumo. Pero esto no acabará cuando tengamos la pandemia bajo control, ya que se espera que la crisis climática tenga consecuencias sobre este sistema, que a su vez ha contribuido a la crisis climática. En otros momentos de grandes catástrofes, como las lluvias torrenciales en Tailandia o el desastre nuclear de Fukushima, el sistema también se vio afectado. A medida que los fenómenos meteorológicos se vuelven más frecuentes y volátiles, los puertos se verán más afectados. Llegados a este punto, ¿no crees que deberíamos cuestionarnos si mover productos por todo el mundo es soportable para el planeta?

Este sistema de producción y consumo globalizado, tiene consecuencias ambientales; contaminación de ríos y acuíferos, explotación y destrucción de ecosistemas, aumento de emisiones por los elevados usos de energías de fuentes no renovables y la suma a estas emisiones por el transporte. El transporte marítimo representa el 2,2% de las emisiones globales anuales de gases de efecto invernadero; si fuera un país, sería el sexto mayor emisor de CO2 del mundo, a la par con Alemania.

Si acercamos la producción al consumo, las personas consumidoras valoran más el sistema de producción y por tanto exigen mayor responsabilidad al productor. Esto hace que los verdaderos costes de producción sean más difíciles de externalizar eliminando las consecuencias ambientales y sociales.

Otro de los problemas es la falta de materia prima. Sí, hay algunas materias primas que escasean. Principalmente por dos razones; escasez y un parón en la producción. Se estima que si nuestro nivel de consumo se mantiene necesitaríamos, en el ritmo de consumo de España, 2.5 planetas. Y esta necesidad va asociada a las materias primas. A más consumo y más falsa economía circular, mayor necesidad de obtener nuevas materias primas. Si las empresas realmente pensaran en las consecuencias de seguir extrayendo nuevas materias primas en el planeta igual optarían por incrementar la reutilización de materiales procedentes de productos ya usados para hacer nuevos productos. Es decir, si ya una lavadora ha dejado de funcionar y no se puede reparar, sus componentes se usarían, lo máximo posible, para hacer una nueva lavadora. Hoy en día esto se tira y se fabrica y extrae todo nuevo. Otra alternativa es regular la actividad de las empresas desde la administración pública, regulando mercados de manera que se internalicen todos los costes.

En definitiva, no es un tema sencillo, es una crisis de materiales, es un exceso de ansia de hacer dinero por parte de las empresas, y que las fábricas no son capaces de producir lo suficiente para satisfacer toda la demanda, ya que aunque parecía lo contrario, tras los confinamientos estamos consumiendo al mismo ritmo o incluso superior que antes de la pandemia, pero de manera diferente (por ejemplo, en vez de ir al cine, compramos una televisión, en vez de ir al gimnasio compramos una máquina para nuestra casa). Este consumo beneficia a unos pocos, empobrece a otros muchos y destruye el planeta.

Para enfrentarnos a la crisis de suministros, es necesario que la población y las instituciones se enfoquen en reducir, reutilizar, reparar, intercambiar, comercio de segunda mano y comercio local. Consumir sólo si realmente es necesario y si lo es, buscar aquellas empresas que realmente producen de manera sostenible cuidando a sus trabajadoras y al planeta.

Greenpeace

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