Por Iria Bouzas
Y a usted, ¿qué le da miedo?
Si soy yo la que tiene que contestar esa pregunta confieso que a mí me da autentico terror la pérdida de control. Por eso no me subiría jamás a una montaña rusa ni aunque la recompensa que me esperase abajo fuese la de vivir mil años más de los que me corresponden. Esa sensación de que me aten y empiecen a moverme sin que pueda decidir yo cuando parar, me horroriza.
El miedo es un mecanismo fundamental de supervivencia. Si no tuviésemos miedo, si no se nos dilatasen las pupilas, si no nos subiese la adrenalina, si no nos aumentase el ritmo cardíaco, si no estuviésemos preparados para salir corriendo ante cualquier situación de peligro, es evidente que nos habríamos extinguido hace mucho tiempo como especie. Pero han pasado ya muchos miles de años desde que el miedo nos servía como herramienta para ponernos a salvo de animales salvajes y la vez que nos hemos complejizando como sociedad, nuestros miedos también se han ido haciendo más complejos con nosotros.
Lo ideal, lo perfecto y lo maravilloso sería vivir en un mundo en el que pudiésemos apelar a los principios y a la humanidad de los demás y en el caso de los que trabajan para el bien común, aún con más razón.
¿Nunca se han preguntado qué le da miedo a un político mediocre?
Me encantaría poder decir que lo que más temen la mayoría de los políticos es a la desigualdad y la injusticia. Les prometo que me encantaría poder escribir eso, pero en honor a mí verdad, no puedo. Solo una maravillosa minoría tienen esos miedos tan nobles y sensatos.
Pues, y aunque suene extraño, los políticos mediocres comparten el mismo miedo que tienen los vampiros.
¡Ambos temen a la luz!
La luz es algo maravilloso. Es algo que permite que todo se vea tal cual es, sin filtros, sin maquillaje, sin retoques.
La luz en política es la prensa libre y valiente. Esa que cuenta sin miedo y sin autocensura lo que cree que es la verdad porque ese es el único motivo de que exista el periodismo. Contar su verdad.
La luz son las redes sociales porque, aunque estén llenas de mucho ruido, también son una vía para que cualquiera que sienta que tiene poca voz pueda elevarla y protestar de aquello que le parece injusto y son un lugar más donde revindicar lo que considere que es justo. La luz son las asociaciones, los grupos, las uniones de personas que visibilizan aquello que otros se empeñan en ocultar en una carrera para fingir que todo funciona perfectamente.
La luz es la gente que sale a la calle a decir ¡Hasta aquí! Cuando algunos pretenden pasar por donde no deben.
Tengo una prima defensora incansable de los derechos de los animales y descreída de la política. Hace poco me comentaba que había una necesidad en su municipio para las familias que tienen perros pero que en el ayuntamiento no le habían hecho caso porque “no les importaban los animales”. Mi consejo no pudo ser otro que: “¡Pues si, como debería de ser, no les importa por principios! ¡Pon luz encima del tema y haz que les importe por miedo!”.
Pues, y aunque suene extraño, los políticos mediocres comparten el mismo miedo que tienen los vampiros. ¡Ambos temen a la luz!
Si el miedo de los políticos mediocres es la luz, ¡pongan los focos más potentes que tengan sobre ellos!
No se conformen ante las injusticias. No apechuguen con la corrupción. No se queden quietos cuando quieran pisotear sus derechos. Si ven algo que es inmoral, indecente o ilegal, vayan a los medios. Escriban cartas al director de sus periódicos. Cuenten las cosas en redes sociales. Abran un blog. Cuéntenselo a sus vecinos. Creen asociaciones. Manifiéstense.
Lo ideal, lo perfecto y lo maravilloso sería vivir en un mundo en el que pudiésemos apelar a los principios y a la humanidad de los demás y en el caso de los que trabajan para el bien común, aún con más razón. Pero cuando no se puede tampoco es una opción quedarse en casa aplastado, sabiéndose vejado y con la autoestima por los suelos después de que nos hayan pisoteado los derechos.
A veces nos vemos mucho más pequeñitos de lo que somos y de verdad se lo digo, en pleno Siglo XXI tenemos muchísimos más interruptores de la luz a mano de los que creemos hasta que los buscamos.
Así que unas semanas antes de final de año voy a ir dejando ya escrito mi deseo para el 2018: ¡Qué la oscuridad quede atrás y que la luz nos inunde a todos!
El único problema es que los políticos manejan el interruptor de las lámparas. Los medios nunca someterán a un político importante -y menos oficialista- por miedo de perder las pautas publicitarias del gobierno.
Por ejemplo, en la ciudad en la que resido, la administración municipal está desfinanciando toda la actividad cultural. En una pequeña radio FM hicieron la denuncia, mientras el Intendente por los canales comerciales decía con total desparpajo que las críticas hacia su gestión cultural eran mentiras y que nunca se ha hecho más por la cultura que en su gestión. Pues la crítica fue escuchada por un millar de personas mientras que la voz del Intendente la oyeron tal vez cien mil personas. El intendente actual es un ex periodistas, vocero de las poderosas empresas petroquímicas radicadas en la ciudad. Son dos lámparas con tal diferencia de intensidad que una de ellas no significa casi nada. Saludos desde Bahía Blanca, Argentina.
El único problema es que los políticos manejan el interruptor de las lámparas. Los medios nunca someterán a un político importante -y menos oficialista- por miedo de perder las pautas publicitarias del gobierno.