Hablando sobre deportados españoles a campos nazis

Si España no había participado en esa guerra mundial, ¿cómo es que había miles de españoles prisioneros tras las alambradas de los muros de esos campos de muerte?

Por Pepe Sedano

ASÍ EMPEZÓ TODO

Me asomo a esta ventana con cierto temor a esa primera vez por la que todos, en alguna ocasión, hemos pasado. Son muchas -a lo largo de toda una vida- las primeras veces a las que nos hemos enfrentado o a las que están por venir. Ésta es una de esas primeras veces que aún no me había llegado a pesar de una dilatada vida de la que, por ahora, puedo presumir de haberla vivido con normalidad, como cualquier persona aunque, si he de ser franco, creo que he tenido quizá más suerte que otros semejantes puesto que, por unas circunstancias o por otras, he podido crecer y hacerme hombre, crear mi propia familia y ser padre de una pareja de criaturas a las que adoro, he podido conocer once países y multitud de ciudades impensables cuando tenía menos edad de la que ahora llevo con orgullo; he podido estudiar una carrera docente que no he ejercido por decisión propia, he trabajado en una fábrica de terrazo, también he sido alarife, he estado haciendo de minero en un túnel durante un año, he trabajado en la construcción de invernaderos y por último recalé en la administración local donde he estado desarrollando mi labor de atención al público durante treinta y nueve años.

Usted -que me lee- se preguntará a qué viene todo lo anterior. Se lo comento. NR me ha ofrecido esta oportunidad de ponerme delante de usted y contarle cosas que, a lo largo de mi vida, me han ido sucediendo. Seguramente no tendrán importancia, ni relevancia alguna para usted, pero para mí sí que la han tenido. Le comento. Desde antes de mi adolescencia el tema de la Segunda Guerra Mundial me interesó, por una serie de razones que sería muy prolijo explicar; interés que, a día de hoy, aún persiste como un martillo pilón, como una gota china –sin las connotaciones de maldad-, y que realmente me acompañará hasta el último de mis días. Uno de los aspectos de esta guerra a la que me he referido anteriormente que más me ha sorprendido, y que descubrí ya avanzado de edad puesto que en nuestro país no existía esa clase de información, fue el de los campos de concentración que erigieron los nazis para hacer desaparecer de la faz de la tierra a toda una raza como era la judía aunque, paralelamente a esta idea, también fueron daños colaterales los prisioneros de otros ejércitos que se enfrentaron en esa contienda mundial que tanta muerte arrastró tras sí. Confieso que descubrir estos campos fue una gran sorpresa para mí. Pero no se puede imaginar lo que supuso descubrir, igualmente, que detrás de los muros de esos campos también hubo vecinos del lugar donde vi la luz por primera vez: Berja (Almería), que murieron en ese fatídico campo que tiene por nombre Mauthausen, al norte de Austria, o en alguno de sus kommandos, como Gusen por ejemplo. Pero… Si España no había participado en esa guerra mundial, ¿cómo es que había miles de españoles prisioneros tras las alambradas de los muros de esos campos de muerte?

A principios de los años ochenta del siglo pasado intentar contestar esa pregunta del apartado anterior en nuestro país era difícil, diría que muy difícil, al menos eso es lo que supuso para mí. No existía información sobre ese particular con la excepción de un libro publicado en Cataluña y, por ende, en catalán titulado Catalans als camps nazis, escrito por Montserrat Roig que falleció demasiado joven. Libro que descubrí cuando ya llevaba algunos meses intentando recabar esa información de la que carecía y de la que no sabía dónde poder adquirirla. Así que decidí escribir una carta al Ministerio de Asuntos Exteriores solicitando me informasen a dónde podría dirigirme para obtener datos relacionados con la deportación de españoles a los campos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El resultado fue una sugerencia para que me dirigiera a las Embajadas de los países donde yo quería recabar esos datos que yo quería conocer. Efectivamente las Embajadas a las que yo me había dirigido contestaron dándome direcciones, en sus países de origen, a las que podía enviar otras tantas misivas solicitando esa información de la que yo carecía. Salieron cartas para Francia, Alemania, Dinamarca, Polonia, Checoslovaquia, Austria, y cada una contestó, en su idioma, dándome una dirección en Alemania donde estaba centralizada toda la información sobre todos los deportados de los diferentes países que habían traspasado las puertas de cualquiera de las decenas de campos y subcampos que se erigieron a lo largo y ancho de Europa durante el período de la guerra (1939-1945).

De eso me enteré después de enviar –para que me las tradujesen-, las cartas recibidas en diferentes idiomas a una agencia de traductores en Madrid, previo pago de lo estipulado por ese menester que por cierto era carísimo en aquel tiempo. Solamente el Ministerio del Interior de Austria me ofreció la posibilidad de enviarme, previo pago de trescientos chelines austríacos, microfilmados, los libros de entrada de prisioneros al campo de concentración de Mauthausen. Poco más de un mes después esa película -de casi treinta metros de larga- llegó a casa, donde aún permanece, que contiene todos los deportados de 27 nacionalidades diferentes que entraron en ese campo, desde el número 1 hasta el número 60.000 (que es cuando entraron en ese recinto la mayoría de los españoles que fueron deportados a Mauthausen). Hubo muchísimos más deportados y llegaron más españoles pero ya no eran cientos y cientos como al principio, sino que llegaban esporádicamente debido a que estos últimos que se iban incorporando eran fruto de redadas hechas por la Gestapo en la Francia ocupada debido, sobre todo, a la captura de miembros de las fuerzas de los diferentes grupos de guerrilleros que actuaban en este país bajo el nombre de la Resistencia francesa engrosados, mayormente, por españoles y franceses.

De esa película de microfilms (622 y cada uno de ellos contiene dos páginas de un libro apaisado abierto donde aparecen alrededor de 100 personas en cada uno, con la letra del amanuense de turno, con tinta puesto que escribían con pluma y tintero, algunos con alguna que otra mancha de tinta que cayó sin querer), pude extraer las primeras decenas de almerienses –eran los que yo quería saber- con los que me fui encontrando. Confieso que después de llevar media hora intentando descifrar nombre, apellidos, nacionalidad, lugar y fecha de nacimiento, fecha de defunción, traslado a otro kommando, fecha del traslado…, terminaba rindiéndome a la evidencia. Tenía que hacer uso de la lupa que, previamente, había adquirido para la ocasión. No he dicho que para poder realizar esa misión casi imposible de descifrar los nombres de los almerienses me puse en manos de un fotógrafo madrileño, afincado en mi localidad, además era amigo, que me dio dos opciones para poder hacer lo que yo quería: una, proyectar sobre una pared con un proyector de cuerpos opacos o, dos, él me revelaba los microfilms en tamaño cuartilla y, de esta manera, siempre los tendría más a mano que no el montaje del proyector del que tampoco disponía. La opción, como es natural, fue la última. Me dijo que no me cobraría su trabajo –y desde luego que lo tenía y con creces-, pero sí los reactivos y el papel, como es natural. Como no tenía otra opción pues le di mi conformidad y se puso manos a la obra. Con el tiempo esas 622 fotografías han sido la base para que sacase a todos los almerienses que aparecen en ellas –alrededor de doscientos y algo, de los que ciento cuarenta y dos murieron-.

Paralelamente a la solicitud de los microfilms a Austria, también les estaba pidiendo información sobre los españoles –concretamente de los de Berja- a esa dirección en la que todos los países coincidían que no es otra que ese Organismo denominado hoy International Tracing Service (ITS), dependiente de la Cruz Roja Internacional. Me negaron la información porque, en aquel momento (hoy sí te la suministran), yo no era un deportado superviviente, no era familiar de alguno de ellos, no era ningún heredero de los mismos, no era un poderdante ni era un causahabiente. En varios períodos durante diferentes años les fui pidiendo esa información que desde la primera vez me negaron y que cada vez que la solicitaba era, igualmente, denegada además recordándome las fechas de mis peticiones y las respuestas que me habían dado en cada una de ellas. Así hasta hace algo así como unos ocho o diez años en que, por fin, abrieron las puertas para todo aquel que quisiera saber algo sobre este particular, así como para investigadores, estudiosos, a todos en general y no solo eso. Los archivos están digitalizados y puedes tener la información desde casa a través de internet o bien puedes solicitar el envío, en papel, de la documentación que se pueda considerar de interés. Recuerdo que la última misiva que les envié contenía una relación de nombres y fechas de almerienses que había obtenido de los microfilms de Mauthausen. Me contestaron recordándome, una vez más, que no podían darme esa información por lo que ya me habían dicho en anteriores ocasiones. “No obstante, ante su insistencia –literal- hemos elegido al azar diez nombres de su lista y los datos comprendidos en ella coinciden con los que tenemos en nuestro archivo”. Para mí era más que suficiente que me hubieran confirmado esos nombres por ese Organismo oficial de la Cruz Roja Internacional. Ya podía comenzar a trabajar sobre el tema con la tranquilidad y solvencia que da el que te den oficialidad, por quien corresponde, a unos datos que han sido obtenidos fuera de él, como era el caso.

Como habrá podido comprobar no he hablado de ningún deportado en esta ocasión. Me he limitado a informarle sobre mis primeros pasos en este tema que viene ocupando mi tiempo desde… ya he perdido la cuenta. Pasos que únicamente yo y mi familia conoce lo que me costaron dar –y algunos amigos, muy pocos, también-. Ese, amigo lector (ahí entra cualquier hombre o mujer, no me gusta diferenciar entre sexos y ahora, además, con esa palabra que no sé de dónde habrá salido para diferenciar a no sé quién, que me produce un mal estar nada más escucharla), ha sido el motivo de asomarme, por primera vez, a esta ventana abierta que me han ofrecido. En los siguientes iremos hablando de la deportación en general y de los deportados en particular. Gracias por invertir parte de su tiempo en esta lectura.

2 Comments

  1. Me parece interesante lo que dice de entrada.
    Yo pienso que hay algo irrefrenable para estudiar cosas como esas, que tanta gente se preocupa de mantener oculto.
    Le comprendo porque yo comencé a saber de los maquis, y algunas de las sensaciones que describe las entiendo perfectamente.
    En 20 años las posibilidades de saber han aumentado considerablemente. Estos escabrosos temas son complicados porque pueden mover mecanismos que aparentaban inamovibles.
    Tambien puede que no interesen a tanta gente como uno desearía. Pero los actos de esa gente investigada, no son por eso menos nobles, valientes, o valerosas.
    Salud.

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