En este campo, estuvieron prisioneras entre 50 y 55 españolas que llegaron al mismo por diferentes caminos aunque, en realidad, solo era un camino y un destino final: habían luchado en la Resistencia francesa y, una vez delatadas o hechas prisioneras en acción de sabotaje en territorio galo, fueron entregadas a la Gestapo.
Por Pepe Sedano
XX.- RAVENSBRÜCK: CAMPO DE MUJERES
En esta nueva ocasión de asomarme a esa ventana -que me ha brindado NR-, vamos a hablar de un tema que no se conoce prácticamente nada. Solo los que nos dedicamos a la investigación de la deportación española durante la II Guerra Mundial hemos podido obtener información, bien a través de páginas web, bien a través de bibliografía –escasa hasta la década de los 90 del siglo XX que se empezó a publicar sobre este fenómeno, ya los propios supervivientes que aún resistían el paso del tiempo, ya algún escritor o periodista que conociendo su historia le dio forma o que el propio protagonista le fue informando para que éste pusiese sus pensamientos y recuerdos en orden y, de esta manera, dar como fruto un libro con formato de memorias-, e, incluso, visitando los propios campos de concentración allá donde fueron erigidos por los nazis durante los años que imperó a sus anchas en Europa aquel III Reich que iba a durar mil años. Me estoy refiriendo a estos campos aludidos, sobre todo, pero expresamente a uno en concreto: el campo de Ravensbrück, porque fue el único campo de todos los que se levantaron en Alemania y en la Europa ocupada exclusivamente para mujeres.
En todos los campos de la infamia que fueron erigidos por el régimen nazi hubo, en mayor o menor medida, mujeres prisioneras. Sería muy largo –a la vez que inútil- enumerar todos y cada uno de los lugares donde hubo prisioneras. Para ello hay bibliografía y otros documentos donde poder consultar este tema. Solamente recordar que a Auschwitz llegaban convoyes y convoyes repletos de hombres, mujeres, niños, niñas, familias completas –recordemos, porque son las únicas imágenes de las que se tiene constancia, la llegada de un convoy, procedente de Budapest, con familias completas de judíos-, que lamentablemente, la mayoría de ellos fueron directamente a las cámaras de gas. Igualmente se me viene a la cabeza, porque así consta en documentación gráfica, las imágenes de mujeres desaliñadas, en extrema delgadez, sentadas en el suelo del campo de Bergen-Belsen donde sabemos que murieron las hermanas Frank: Margot y Ana, siendo comandante de dicho campo Joseph Kramer que, por cierto, fue hecho prisionero con la liberación del campo, juzgado, condenado a muerte y ajusticiado. También llegó a haber mujeres en Mauthausen –sin mencionar a las del burdel-, aunque en este caso esporádicamente.
Para hablar de Ravensbrück tenemos que imaginarnos un mundo donde quien predomina es el sexo femenino. Desde las guardianas –algunas se harían tristemente famosas, serían juzgadas, condenadas a muerte y sus sentencias cumplidas-, hasta las propias prisioneras. Paradójicamente el comandante de dicho campo siempre fue un hombre. Por la jefatura pasaron personajes como Fritz Suhren que fue comandante de este campo desde el 20 de agosto de 1942 hasta el mes de abril de 1945, fecha en la que el ejército ruso liberó este infame campo. Suhre, antes de llegar a Ravensbrück había sido vice comandante –o Lagerführer-, en el campo de concentración de Sachsenhausen, desde 1941 hasta agosto de 1942 que llega a este campo de mujeres. Los que hemos profundizado en el tema del exilio y la deportación española a campos de concentración nazis sabemos que, en este campo, estuvieron prisioneras entre 50 y 55 españolas que llegaron al mismo por diferentes caminos aunque, en realidad, solo era un camino y un destino final: habían luchado en la Resistencia francesa y, una vez delatadas o hechas prisioneras en acción de sabotaje en territorio galo, fueron entregadas a la Gestapo –la Geheim Stadt Polizei, o Policía Secreta del Estado-, y a través de esta organización fueron enviadas a este campo del que hoy estamos hablando.
La vida en este campo, desde que amanecía hasta que el sol desaparecía, estaba regida por unas normas rígidas que se llevaban a cabo tal y como habían sido diseñadas. Para ello, el campo tenía unas fieles servidoras para que se llevaran a efecto. Me estoy refiriendo a las guardianas del campo. “Las SS-Aufseherinnen eran guardianas de los campos de concentración. Estaban bajo la jurisdicción de la SS a pesar de no formar “realmente” parte de ellas”. Fueron bastantes las guardianas que pasaron por este campo, pero la Historia solo va a recordar a aquellas que más hincapié pusieron en hacer más daño, en causar más dolor a las detenidas, en sofisticar el castigo para ver cuál de ellos era más eficiente.
Personajes como Dorothea Binz o Irma Grese son sinónimos de vileza, maldad y salvajismo. Binz “…basó toda su carrera en ser miembro de las SS en el campo de concentración de Ravensbrück, donde desempeñó todo tipo de degeneraciones, martirios y humillaciones. Lejos de captar la atención de sus camaradas con sus “inusuales” hábitos, Dorothea Binz fue quizá, una de las guardianas del Nacionalsocialismo que pasaron más “desapercibidas” al no generar demasiados escándalos. Esto no quiere decir que no se convirtiera en una de las peores criaturas que ha tenido el equipo de supervisión de un campamento. Binz rebosó absoluta inclemencia como Oberaufseherin (supervisora)”. Cuando comenzaba a golpear o a azotar –que por otro lado lo hacía sin piedad-, a los prisioneros en el búnker no tenía fin, además ésta era una de sus costumbres más repetitivas a diario; su quehacer del día a día incluía, igualmente el entrenar a sus alumnas más aventajadas en lo que ella misma definió como ‘un placer malévolo’. Durante el tiempo que Binz residió en Ravensbrück hasta su huida en 1945, estuvo bajo las directrices de camaradas tan conocidas como Emma Zimmer, María Mandel, Johanna Langefeld, Greta Boesel o Anna Klein-Plaubel.
Uno de los datos que sorprenden a los que conocen la existencia de Ravensbrück, es que un porcentaje muy pequeño de las víctimas (apenas un 10%) eran judías. La población del campo era muy diversa, es decir, la procedencia de las prisioneras, solo tenían una cosa en común: que eran mujeres. La mayor parte de aquellas 2.000 detenidas que inauguraron el campo eran alemanas que se habían opuesto a Hitler. Entre esas primeras pobladoras destacaba un populoso grupo de 500 Testigas de Jehová. Los Bibelforscher –o “Lectores de la Biblia”-, o sea, los Testigos de Jehová consideraban a Hitler “el Anticristo”. Su fe en Dios, y no en el Führer, fue lo que las condujo a Ravensbrück. No se puede olvidar que uno de los importantes contingentes era el formado por las mujeres comunistas y antiguos miembros del Reichstag que fueron detenidas a lo largo de la década de los 30; pero no solamente fue este colectivo porque además lo fueron miembros de la intelectualidad. Como ocurría a menudo en los campos de concentración nazis, la mayor parte de sus habitantes eran aquellas que las autoridades de la SS consideraban desechos sociales: prostitutas, criminales y gitanas. “A lo largo de su historia, unas 130.000 mujeres pasaron por el campo, donde fueron “golpeadas, obligadas a pasar hambre y a trabajar hasta la muerte, envenenadas, ejecutadas y gaseadas”. Las presas llevaban un triángulo de color que identificaba su categoría y nacionalidad, -en el caso de las españolas su triángulo era rojo, que significaba que eran prisioneras políticas-; algunas de ellas tuvieron que afeitar su cabeza (como las checas y las polacas), y la mayoría de ellas eran obligadas a trabajar en la fábrica de Siemens que se encontraba al lado del campo, construyendo componentes del cohete V-2.
Entre otras españolas podemos conocer sus experiencias a través de los testimonios que han dejado por escrito. Es el caso, por ejemplo, de Neus Catalá o Mercedes Núñez Targa. Sus publicaciones se pueden buscar a través de Google. Este que les habla, cuando presentó su primer libro “El Infierno y sus puertas” en la ciudad de Vigo, junto a la investigadora María Torres, pudo contar con el triángulo rojo que había llevado cosido Mercedes Núñez Targa en su pecho mientras duró su cautiverio en Ravensbrück porque su hijo Pablo Iglesias Targa, asistió a esta presentación y lo llevó allí. No tengo palabras para expresar lo que sentí en aquel momento y cada vez que veo las fotografías de aquel acto. Sería a partir de agosto de 1941, cuando las circunstancias comenzaron a empeorar; era raro el día que no morían alrededor de unas 80 internas como consecuencia de las enfermedades que les habían ido apareciendo, y todas ellas relacionadas con el hambre. Las prisioneras judías empezaron a ser deportadas a Auschwitz en el verano de 1942.
Durante todo el tiempo transcurrido desde el fin de la dictadura franquista, estas mujeres que lucharon contra el franquismo son las grandes olvidadas. Algunas de ellas lo han definido como que son las olvidadas de los olvidados y en parte tienen razón suficiente para decir tal afirmación. Su relato y la investigación de quiénes eran, dónde fueron a parar y, en muchos casos, su desaparición, está por completar. Han sido aquellas mujeres que lograron sobrevivir las que han sido capaces de elaborar el relato de cuál fue su sufrimiento y no solo éste, sino también el de sus compañeras. Ése es el caso, como he indicado anteriormente, de Neus Català –que nos dejó hace poco tiempo con 103 años-, y otras mujeres que acabaron recluidas en el campo de concentración de Ravensbrück, cerca de Berlín, el mayor campo de concentración de mujeres de la Alemania nazi, como Mercedes a la que también hemos citado. Muchas mujeres españolas murieron allí y algunas consiguieron sobrevivir a aquel infierno hasta su liberación en 1945. Sus peripecias fueron bastantes y, en más de una ocasión, pusieron en riesgo sus vidas ya que no dejaron ocasión en la que poder hacer algo en contra del régimen nazi desde el interior del propio campo. Nos contaba, en sus publicaciones, y a éste autor, en una larga carta de seis folios, Mercedes Núñez Targa, que en más de una ocasión, cuando tuvo alguna oportunidad, por pequeña que fuese, hizo a conciencia algo que perjudicara el funcionamiento de los aparatos con los que trabajaban para la marca Siemens, incluso para la industria aérea a través de marcas como la Messerschmitd. Fueron luchadoras en defensa de la República española, en la Resistencia francesa y con la invasión nazi fueron internadas en campos de exterminio alemanes. Se calcula que fueron cientos las mujeres ingresadas en campos de concentración franceses y alemanes.
Para la elaboración de este artículo se han tenido en cuenta los contenidos que ofrecen las páginas web, en línea, que siguen:
https://www.elsaltodiario.com/hemeroteca-diagonal/neus-catala-republicanas-de-ravensbruck [Consulta: 22/01/2023].
https://www.lavanguardia.com/sucesos/20190913/47316462615/dorothea-binz-placer-malevolo-campo-ravensbrueck.html [Consulta: 22/01/2023].
https://www.bbc.com/mundo/noticias-58515501 [Consulta: 22/01/2023].
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-11-27/ravensbruck-campo-concentracion-nazi-mujeres_1291431/ [Consulta: 22/01/2023].
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