Asistimos en este tema a un estilo deplorable de gobernanza, consistente en no escuchar ni consultar a las personas afectadas, no facilitar la participación, acumular filtraciones a modo de sondeos y no publicar líneas serias del proyecto, dificultando la opinión y la participación.
Por Ramón Zallo | Viento Sur
[Conocido es que Guggenheim tiene un famoso museo en Bilbao-Bizkaia, en el que, por ejemplo, se ha dado la pasada semana la presentación del Tour de France 2023. Menos conocido, seguramente es que, también en Bizkaia, en el entorno que va desde la villa de Gernika hasta el Cantábrico, en la comarca de Busturia (Busturialdea en euskara), se encuentra la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, una joya reconocida como tal por la Unesco desde 1984. Prácticamente desconocido, al menos fuera de Bizkaia, es que Busturialdea padece serios problemas infraestructurales y laborales. Y, sea conocido o desconocido, la verdad es que el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tiene una fuerte tendencia a establecer proyectos de impacto, unos con poco sentido y otros de resonancia; el museo Guggenheim de Bilbao ha sido, sin duda, uno de los factores que ha transformado esta capital vasca en los últimos años. Desde hace unos años el PNV tiene en mente abrir una nueva versión del Guggenheim en medio de Urdaibai. Eso produce serios debates para llevarlo adelante, pero ha cosechado, al parecer, el apoyo del gobierno de Madrid para ello. Este artículo de Ramón Zallo analiza y toma posición al respecto]
Dada la insistencia del PNV Bizkaia a lo largo de 15 años con el proyecto de museo de Guggenheim Urdaibai –ahora bicéfalo- hay pocas dudas de que se ejecutará. Con ello, y al margen de una posición de partida a favor del sí, el no o un depende, esa inevitabilidad introduce una nueva vertiente en el debate: las condiciones que deberían cumplirse para respaldarlo o, en caso contrario, rechazarlo.
Lo cierto es que Bizkaiko Foru Aldundia- Diputación Foral de Bizkaia- (BFA) está siendo desconcertante y decepcionante por el modo de gestión de la información sobre un proyecto que podía haber sido (¿puede serlo todavía?) ilusionante e interesante con otro modelo de gestión más participativo y unas cuantas correcciones institucionales, acompañadas de un plan integral socioeconómico, vial y cultural comarcal sostenible. Tampoco será una cuestión menor que una Villa como Gernika-Lumo acoja bien un equipamiento o, al contrario, que se pueda sentir molesta por sus incomodidades y deseconomías externas -efectos negativos endosados a la colectividad por una acción particular- en el medio plazo.
Antes que nada y de inicio, el tema no es Guggenheim-Urdaibai sí o no. No está sobrante de inversiones públicas una comarca casi abandonada como para despreciar sin más una iniciativa potente y millonaria sin pelear por reconducirla y mejorarla. El tema es cómo se compagina desarrollo sostenible en Busturialdea, Reserva de la Biosfera de la que es guardiana la comarca, y equipamientos culturales. Y a partir de ahí posicionarse en el caso. Por el momento no parece haberse acertado con la combinación propuesta.
De partida, problemas de enfoque
En primer lugar, desde el punto de vista cultural, el proyecto no nace bien porque se trata de una necesidad interna de desarrollo de un museo concreto, con sede central en Nueva York, y no de una necesidad colectiva cultural. En el orden de acciones más prioritarias, las inversiones culturales públicas, con fondos públicos, de Gobierno y Diputación -y más en la cuantía de la que se está hablando de 130 millones de euros para empezar- habrían debido dirigirse a otras finalidades. Por un lado, a instituciones culturales pendientes de nuestro país, como son, por ejemplo, un Museo Vasco de la Historia y de la Sociedad –con una idónea ubicación en Gernika– o un Museo de la Industria y la Tecnología –más adecuado para la Margen izquierda de la Ría de Bilbao–. Y, por otro lado, hacia la potenciación exponencial de los recursos humanos creativos (creadores, artistas e industria cultural) como expresión de una especialización estratégica de país en los valores añadidos del conocimiento y de la cultura, para garantizar la supervivencia y desarrollo de una cultura minoritaria en tiempos de globalización. O sea, una inversión en nosotros mismos que es lo más inteligente que podríamos hacer. En cambio, este proyecto adolece de falta de imaginación y de conservadurismo: quiere apurar carísimamente, con segundas partes, el éxito económico y de imagen del Guggenheim Bilbao.
En segundo lugar, es un proyecto que empieza por el continente sin saber lo que significará en contenidos culturales. Por lo menos en Bilbao se sabía del acceso al fondo de Nueva York. En lugar de estar hablando de contenidos, o sea, del qué, el para qué y el cómo, y la afectación al arte y creatividad vascas, se ha situado el tema en el quién (Guggenheim), dónde (Busturialdea en dos sedes) y el continente (arquitectura). La Fundación quiere repetir la fórmula de Bilbao –donde la arquitectura opulenta e icónica de Gehry salvó la apuesta– a diferencia de otros proyectos internacionales en los que lo relevante ha sido el qué. Se olvida que la mayoría de los proyectos europeos que también apostaron por la arquitectura o fracasaron o no compensaron la inversión. De nuevo, la prioridad es el continente caro –siendo el pagador quien asume el riesgo– estimando que lo del contenido es solo cosa de gestión y no de sentido. Habida cuenta de la especialización medioambiental y naturalística de los dos nuevos museos –según dicen, en continuidad entre ellos y en discontinuidad con el de Bilbao– y, careciendo la Fundación de fondos artísticos y experiencia al respecto, es sustancial saber sobre qué criterios se armarán los contenidos y el carácter de las muestras y exposiciones.
En tercer lugar, se asumen riesgos medioambientales en una zona de gran sensibilidad ecológica. Tanto es así que incluso la propia BFA, llamativamente, no recomienda la pretensión, en este caso, del Gobierno Vasco, de un “paseo elevado de madera (como si fuera un palafito) entre Punta Murueta y la zona que linda con las astilleros” (que se diseñó mucho antes de pensarse en el proyecto Guggenheim-Urdaibai) al entender que “el camino proyectado se interna en una zona de elevada sensibilidad ambiental, por lo que el trasiego de personas, sin una adecuada valoración y aquilatación del uso previsto, podría generar efectos ambientales no deseables» y dispararse posiblemente el número de visitantes por lo que opta por una intervención de mínimos” (El Correo, 5-6-23).
En cuarto lugar, desde el punto de vista de desarrollo económico de Busturialdea, no se presenta el proyecto junto a una intervención global, cuando lo que necesita Busturialdea, como comarca sin rumbo, en retroceso y con una media de producción por debajo de la media de Bizkaia, es un plan de desarrollo socioeconómico integral que corrija con un plan de choque su declive (ver mi libro El declive socioeconómico de Busturialdea-Urdaibai, 2021) y que combine, nueva industria basada en el conocimiento, desarrollo agro-ganadero y forestal y unos servicios variados, con preferencia por los culturales, y todos ellos compatibles con una Reserva.
Bingen Zubiria [portavoz del Gobierno Vasco] señaló que «hay que englobarlo dentro de una propuesta general para la comarca» (El Correo 23-6-23). Por el momento, la Diputación no ubica el proyecto en un plan global sobre la comarca (infraestructuras, plan económico, medidas paliativas), sin lo cual el proyecto arriesga no ser asumible por la población por traer más problemas que beneficios.
En quinto lugar, asistimos en este tema a un estilo deplorable de gobernanza, consistente en no escuchar ni consultar a las personas afectadas, no facilitar la participación, acumular filtraciones a modo de sondeos y no publicar líneas serias del proyecto, dificultando la opinión y la participación. Obliga a analizar desde filtraciones en prensa, sin información oficial y sin proyecto explícito, mientras el proyecto avanza oculto, de forma inexorable, pretendiendo, quizás, coger a contrapelo a eventuales detractores. Estas actitudes luego pasan factura electoral. Un enfoque de popularización, en todo caso, hubiera permitido sumar voluntades, cosa necesaria dado que el proyecto puede tener un precio social significativo. Visto el fracaso del intento de demolición del magnífico edificio y de alto valor sentimental de la Colonia de Bastida en Sukarrieta para realizar el proyecto Guggenheim-Urdaibai en el 2008, se podía haber aprendido pedagogía de la experiencia.
A ello hay que añadir que se está operando con hechos consumados por la vía de encargos a instituciones externas. En el caso de la arquitectura, el estudio neoyorkino Cooper- Robertson, de la confianza de la Fundación Guggenheim, tiene el mérito de que sus diseños no fueron llevados a cabo ni en Helsinki ni en Sukarrieta. Confiemos en que Guggenheim-New York no haya exigido que se atienda, tal cual, lo que diga ese estudio neoyorquino de su confianza y que las instituciones vascas tengan criterio propio para negociarlo conforme al interés vasco, por ser quienes pagarán casi todo.
El tema del Guggenheim como proyecto estratégico central para el PNV también está detrás de la situación rocambolesca y poco edificante creada en la elección de la alcaldía de Gernika-Lumo con el veto de la tercera fuerza (PNV) a la primera fuerza (EHBildu) y al líder de la lista de la segunda fuerza (gorroñista) con la que, al final, pactó.
En suma, esa quíntuple carencia –la falta de un planteamiento cultural general, la primacía de los continentes sobre los contenidos, la existencia de riesgos medioambientales, la ausencia de un proyecto económico comarcal y la presencia de una gobernanza autoritaria– no predisponen precisamente a estar a favor de este proyecto concreto Guggenheim-Urdaibai en la forma que se está perfilando si no se acompaña de otras medidas.
Sin embargo –y en un exceso de buena voluntad no correspondida– tampoco son causa suficiente para estar en contra de cualquier proyecto al respecto, si los beneficios culturales, ecológicos y económicos esperados del mismo –y que se chequeará aquí– lo compensaran. Por el momento no es el caso. A ver, el proyecto final.
El dilema socioeconómico
La comarca tiene un grave problema de futuro socioeconómico y no cabe desentenderse del mismo alegando razones ecológicas para cualquier iniciativa. De lo que se trata es de asegurar un futuro socioeconómico para los habitantes desde el respeto de la legalidad medioambiental que en la zona es exigente y hasta puede ser fuente de desarrollo.
En tiempos de José Luis Bilbao como Diputado General el proyecto se vendió como la panacea de la comarca. Incluía las infraestructuras de acceso por Autzagane y Sollube, pero no incluía un plan general de desarrollo económico. Ahora el proyecto viene más desnudo todavía. Ni siquiera compromisos fechados y presupuestados para los accesos.
Lo cierto es que no ayuda a resolver el dilema del modelo económico a aplicar el señalado en el vigente Plan Territorial Parcial (PTP) de BFA, para el Área Funcional Gernika- Markina (2014) que apuesta por la especialización en pesca, bosque, turismo y servicios asistenciales, renunciando a la diversificación y a la industria. No visualiza nuevas actividades industriales ni viejas industrias adaptadas, ni actividades de I+D+i y de economía 4.0, para las que la comarca está bien dotada en recursos humanos y una atractiva calidad de vida –para atraer empresas de alto valor añadido y empleo foráneo muy cualificado– que son los que pueden hacer la diferencia para cualquier planificación en la actualidad. Solo se basa en mantener, en lo posible, las empresas ya existentes, algunas de ellas –Maier, Egoin, conserveras– bien exitosas. Y ahora, la única novedad es solo la eventual y superficial modificación del PTP en otoño, para dar acogida a actividades culturales en línea de costa.
Aunque iniciativas de promoción como Urdaibai-Bai –propiciada por las empresas mayores de la comarca y las agencias institucionales de Behargintza y Ekimenak– son positivas, no llegan a la altura de un verdadero Plan Estratégico, apoyado por las instituciones territoriales y gubernamentales, con promoción, prioridades e inversiones, y sostenido por una deseable Agencia Territorial de Desarrollo, autónoma y con capacidad financiera. Leído el escueto y nuevo “Plan de Desarrollo Económico de Urdaibai-Busturialdea (2021)”, prácticamente desconocido y ni siquiera presentado a la opinión pública, es meramente contenedor de lo que ya hacen las empresas de conservas, madera y auxiliar del automóvil y, francamente, no puede tenerse como un Plan. Carece de un compromiso institucional a largo plazo y promocional sobre sectores y capitales nuevos y de inversiones específicas que lo avalen. Lo único que articula es un convencional semillero para star-ups y una articulación de las agencias existentes en Gernika y Bermeo.
Parece necesaria una estrategia de desarrollo sostenible para Busturialdea- Urdaibai. Además, al contar con una Reserva de la Biosfera y unos recursos humanos cualificados con historia industrial, está bien situada en los dos vectores del cambio del modelo productivo mundial: la transición verde y la digitalización. En la sociedad del conocimiento el saber es el recurso central. Solo se requiere que sociedad civil, élites políticas, empresas y, sobre todo, instituciones, especialmente la Diputación, que es la competente estratégica, apuesten por ello e inviten a la instalación de nuevas empresas tractoras. No es el caso, por el momento.
Algunos puntos relevantes a favor del proyecto
- Una fuerte inversión pública con sede en una comarca casi abandonada aunque el beneficiario principal sea una Fundación externa
- A diferencia del proyecto de Sukarrieta, no se destruye un edificio emblemático, sino que se recuperaría una ruina industrial (Dalia) y se reutilizaría para una finalidad neutra un espacio de uso industrial (Astilleros) sito en un lugar inadecuado para la salud de la Ría. Es un avance. Nada que objetar, al contrario.
- Guste o no, la marca Guggenheim –ya integrada en el paisaje vasco e interiorizada como un activo en la opinión pública vizcaína–, puede ser interesante para completar e interactuar con las otras marcas actuales: Gernika –bombardeo– ciudad de la paz y Urdaibai-Reserva de la Biosfera, de cara a la visibilidad comarcal. Sería un valor añadido que sí podría traducirse en visitantes sí, y quizás en algunas actividades vinculadas a ese prestigio (servicios sociosanitarios, turísticos, galerías de artesanía y arte, servicios profesionales…) que podría ayudar a situar Busturialdea (en ciertas condiciones) en el mapa de lugares para inversiones.
- Además de los puestos de trabajo en el propio complejo museístico, puede generar empleo inducido en hostelería y pequeño comercio. En clave optimista la Diputada General Elixabete Etxanobe (19-5-23) dice que serán “cerca de 700 puestos de trabajo y 39 millones de euros de retorno”; se supone como empleos de las instalaciones, servicios conexos y empleo inducido. No son públicas las cuentas.
Es claro que se necesitarían, aparte de trabajos de vigilancia, mantenimiento, jardinería y administrativos, empleos muy cualificados de gestión, conservación y de oficios culturales, dentro del propio entorno del Guggenheim, y atraería un comercio de arte y artesanías, además de la consabida hostelería.
- La atracción de lo que se denominan como clases creativas interesadas en vivir en un nuevo entorno de prestigio, en el que se crucen arte, naturaleza y paz podría producirse a medio plazo.
- Parece haberse tomado en serio algo que no estaba entre las preocupaciones del proyecto de Sukarrieta: minimizar la presencia de vehículos, de tal modo que no se pueda acceder en coche al Astillero-Museo de Murueta. Es un indicio de turismo sostenible (aunque no una garantía).
- Como instalación no le atribuyo, a priori, un impacto negativo sobre el entorno. No hay que poner la venda antes de la herida. Hasta puede ocurrir lo contrario, como razón añadida para mejorar el impresentable estado actual de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Para no quedar en evidencia ante los visitantes internacionales, es un acicate para eliminar la plaga de Baccharis Halimifolia y Plumeros de la Pampa (Cortaderia Selloana) –cosa que inexplicablemente no se ha hecho, salvo experimentalmente, en 40 años de Reserva– y a empequeñecer los eucaliptales, también incompatibles con una Reserva. Ambos males siempre han amenazado la continuidad de la calificación de Reserva de la Biosfera para Urdaibai a nada que alguien hubiera zarandeado este asunto.
- De seguro, desarrollaría las sensibilidades culturales de la población.
- El hecho de que paralelamente se esté encarando el trasvase de agua procedente del Consorcio de Aguas Bilbao-Bizkaia- Bilbao-Bizkaia Ur Partzuergoa, vía Mungia-Bermeo, palía la condición que puso URA de que, antes de nada, debía resolverse el problema del agua en la zona aunque, en mi opinión, podría haberse hecho centrándose en la mejora de los recursos hídricos de la comarca, en la que no se han hecho suficientes inversiones en los últimos años, dificultando la continuidad del Consorcio de Aguas de Busturialdea, ya desaparecido. Siempre la economía de escala frente a la autogestión.
La otra cara de la luna
- Es preocupante la declaración de la nueva Diputada General Elixabete Etxanobe anunciando el derribo de los tres edificios de Dalia después del verano. Además del valor sentimental de Dalia para los gernikarrak, la piqueta amenaza con incluir la demolición del primer edificio de Dalia que es, de hecho, patrimonio industrial: un edificio de hormigón armado, que diseñó Luis María de Gana en 1956 y que debería poder ser reintegrable en el nuevo conjunto en el caso de que el proyecto fuera hacia adelante. El resto no tiene valor. La Asociación Vasca de Patrimonio Industrial da cuenta de 38 instituciones culturales de primera línea en el mundo que han recuperado viejas fábricas. Cooper-Robertson y BFA son más de piqueta: la solución de los nuevos ricos.
- No sabemos nada del tipo de edificios que se encaran. Se supone que el de Murueta no será contundente, ni ostentoso ni alto, y sí integrado en la naturaleza, pudiendo el de Gernika ser más potente, aunque el riesgo de su relativa inundabilidad ocasional –como ocurre con media Gernika cuando el río Oka se enfada y se alía con el mar– recomendaría soluciones técnicas al res’ect0
- En relación a Astilleros, ciertamente una actividad cultural no es dañina para la Ría, comparativamente con los graves problemas que los Astilleros sí han supuesto en contaminación, desechos, dragados, botaduras… que han afectado al curso del agua a lo largo de 80 años y contienen en sus alrededores restos contaminantes. No está lejos del colector que cruza media Busturialdea.
Pero antes que nada, la Administración Central tendría que registrar la finalización de la concesión administrativa de 1943 para construcción de barcos y su regreso a dominio público que ya se tenía que haber producido, y la apertura de un nuevo expediente de concesión para nueva actividad –servicios museísticos– y, además, respetando legislaciones nuevas: la Ley de Costas (Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas y su Reglamento de desarrollo en el Real Decreto 1471/1989, así como en el Decreto 43/2007, de 13 de marzo, por el que se aprueba definitivamente el Plan Territorial Sectorial de Protección y Ordenación del Litoral de la Comunidad Autónoma del País Vasco), la normativa de Aguas (Ley 1/2006, de 23 de junio, de Aguas, Plan Hidrológico de la Demarcación Cantábrico Oriental y Decreto 449/2013, por el que se aprueba definitivamente la Modificación del Plan Territorial Sectorial de Ordenación de los Ríos y Arroyos de la CAPV) y, sobre todo, la vigente ley marco 5/1989, de 6 de Julio, de Protección y Ordenación de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai (RBU) –tras su declaración como tal por Unesco– y el Decreto 139/2016, de 27 de septiembre, por el que se aprueba el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) de la RBU. Igualmente están firmados protocolos de obligado cumplimiento y seguimiento de la red Ramsar (humedales), Natura 2000 (espacio natural protegido), Zona de Especial Conservación (ZEC) del estuario; Zona Especial de Protección de las Aves (Zepa)…
Por su parte, la Diputación de Bizkaia, aprobó el 1-3-2022, el inicio del procedimiento de modificación no sustancial del Plan Territorial Parcial de Gernika-Markina para acometer la ampliación del Museo Guggenheim-Bilbao, con dos “sedes que se ubicarán en los municipios de Gernika-Lumo y Murueta”. Está pendiente de aprobación para este otoño de 2023, habiendo pocas dudas sobre su aprobación en Juntas.
El chequeo de que todo se haga conforme a los procedimientos y sin retorcer la ley no es una cuestión menor, aunque el punto de partida, y principal para el debate, es la idoneidad de la sustancia de cualquier proyecto.
- No se está comentando el sacrificio real e incomodidades que un equipamiento así puede implicar para los habitantes de Busturialdea, especialmente de Gernika: encarecimiento de la hostelería, de la vivienda y de la vida; usos intensivos del espacio urbano y rural por parte de visitantes; impacto negativo desde el punto de vista sociolingüístico, lo que obliga a esfuerzos planificados añadidos.
Por ello, como no están garantizados los retornos sociales beneficiosos que lo compense, se requiere de un plan explícito (alquiler de vivienda joven, plan económico general, plan sociolingüístico…) en estos temas, sobre los que, hasta ahora, la BFA no ha dicho nada.
- Habría problemas en el acceso al edificio de Murueta.
Se dice que se va a anchar 5 metros el paseo del canal (“El corte de la Ría”) desde Gernika hasta Punta Murueta. Ello puede deteriorar su encanto si se incluyen vehículos eléctricos o carritos de golf o un tren txu-txu con o sin railes… De todo se ha oído.
Eso no puede ser así porque según reza el “Proyecto de modificación no sustancial del PTP del Área Funcional de Gernika-Markina” (pg8), «En principio, los vehículos públicos o privados, bicicletas, patinetes, etc. deberán utilizar la calzada y el carril-bici de la carretera BI-2235 Gernika-Bermeo, mientras que los peatones podrían recorrer el sendero GR 123 que se interna en la marisma, recorriendo la ribera del río, o bien subir al tren para recorrer el trayecto sobre la vía férrea. Las posibilidades de mejorar y acondicionar el sendero GR 123, o bien de ampliar su trazado se someterán a la normativa del PRUG (artículo 4.4.4.5).»
Pues bien, ese artículo del Plan Rector del Uso y Gestión de la Reserva (PRUG) relativo a “caminos de conexión” no indica nada de asfaltados y propone, a lo más, palafitos en madera y senderos con todo-uno, no autoriza un uso intenso de vehículos, salvo los autorizados (se supone como los vehículos de servicio de la BFA) y se ciñe a peatones, ciclos y jinetes a caballo (por la parte de todo-uno) y no puede ser de más de 4,5 metros,no de 5 como se maneja. Esperemos que no prospere la ocurrencia de añadir palafitos sobre el agua a los 4,5 metros en tierra.
Si se generalizara el uso de esa vía, a buen seguro nos disuadirá a quienes hoy la frecuentamos, puesto que se traduciría en una masificación de un espacio público, privatizado para una actividad empresarial (aunque sea cultural), una pérdida de su carácter de paseo local y una expropiación de lo que en la práctica es un comunal por la vía de los hechos.
Siendo interesante el reacondicionamiento de la zona de Idiga (El Correo 11-1-23) se habría de tener mucho cuidado con el camino desde Urbieta hacia Murueta, por ejemplo, con unas terrazas de madera desnaturalizadoras; tampoco parece deseable que el tramo encantador por la margen derecha hasta el puente de Forua perdiera su carácter de camino rural.
- En lugar de empeñarse en hacer andar o ir en bici casi 7 km (no son 5,5 desde Dalia) a personas talluditas –que son las que van a los museos, aparte de las excursiones escolares– ¿por qué no se prioriza el transporte en tren, que ya existe y con unas vistas espléndidas, ubicando una estación en los propios Astilleros, como antaño lo hubo a 800 metros en la Telleria-Tejera?. Llama la atención que se haya hablado hasta de un absurdo tren alternativo cuando hay uno que pasa, justo, por allí.
Obviamente quien quiera ir andando –seguramente no serían demasiados– o en bici pública, que lo haga, pero la prioridad del tren facilitaría que hubiera más visitantes desde Bilbao y Gernika, y sin afectación ni a la vía del corte de la Ría ni a la marisma que, tras los carrizales de Forua, emerge de la curva de Punta Murueta hasta el astillero y que, obviamente, habría de acondicionarse. Hoy no cabe acceder al Astillero y el tramo no está preparado para una mínima densidad de paseantes. La salida tras la eventual visita museística, también debería ser en tren, o en lanzadera hacia la carretera BI 2235, sin complicar el paseo por la Ría mediante retorno por la misma senda, salvo para los paseantes no museísticos, como en la actualidad.
Ni me imagino que se vaya a querer hacer –como se ha dejado caer, seguramente por confusión– un vial paralelo por encima de la marisma y de los carrizales de Forua.
- Es un proyecto muy caro. 130 millones de euros pero son más ya de partida. En esos 130 millones estimados por Cooper-Robertson, 80 serían para edificios y sus zonas exteriores, 40 se abonarán en concepto de «tasas, permisos, honorarios, mobiliario y equipamiento», y otros 8 se destinarán a sufragar «el desarrollo y la coordinación» para ejecutar el proyecto. Ahí no se incluyen el acondicionamiento de los 7 km de paseo peatonal, ni los accesos ni la recuperación de los humedales ¿30 millones más? Tampoco se incluye la inversión posterior anual en exposiciones de obras de arte y la contribución a la colección permanente de la Fundación Guggenheim Bilbao que se supone que será la titular. ¿Se ha hecho un análisis de costes, riesgos y beneficios?.
Ciertamente hoy por hoy la financiación no está del todo garantizada. Lo está en la parte de la BFA (40 millones) apalabrada desde 2022. Los otros 40 ahora aprobados por la parte del Gobierno Español –por un apoyo presupuestario del PNV lo que, de paso, compromete al PSE-EE con el proyecto en sus líneas generales– lo son para “preparar los entornos naturales en los que se levantarán las dos sedes de la futura pinacoteca, en Gernika y Murueta, y a mejorar las conexiones con esas zonas creando nuevos tramos decarril bici y sendas peatonales” –con un plazo de ejecución de esa inversión gubernamental de 6 años– incluyendo una intervención preocupante no mencionada hasta ahora: “y se hará un nuevo tramo hacia Forua” (El Correo 5-7-23). O sea, solo una parte puede ir al proyecto de 130 (la descontaminación tanto de Dalia como de Astilleros), el resto es para accesos, no para edificios, lo que implica que tanto BFA como Gobierno Vasco tendrían que comprometer cada una bastante más que 40 millones para compensarlo. Una parte de los 40 millones del Gobierno de España(14,67) serían a cargo del cupo y el resto de subvención directa.
Tras la aprobación reciente en el Gobierno Vasco del Plan Estratégico Cultura 2028, en su p. 62 sí se incluye por primera vez un apoyo explícito al proyecto al señalar (solo) que “Se establecerán las bases concretas del proyecto Guggenheim-Urdaibai”. Eso ya es un anuncio de que terminará por poner dinero al respecto. Se acabaron las pegas y las ambigüedades. Parece que el comandante (EBB) mandó parar. O sea, en próximos presupuestos veremos la parte de compromiso gubernamental en algún programa plurianual con, al menos, 40 millones de compromiso.
Las inversiones de la Diputación y el Gobierno van a tener que ser de más de 50 millones cada una, si se asume, tal cual, el proyecto Robertson, aunque pudiera ser que en el momento de concurso se podría, si quisieran, reducir el monto para edificación.
Las consecuencias primeras de un compromiso tan grande del lado de las instituciones ya se saben: se congelarán las ayudas a la creación, producción y promoción de la cultura durante varios años, como ya ocurriera con el Guggenheim Bilbao. No hay dinero para todo. En lugar de invertir en nuestra cultura, la sacrificamos en aras a la internacionalización de nuestra imagen. En esta ocasión, se debe exigir que se dosifiquen los dineros públicos para que eso no ocurra.
Lo cierto es que 130 millones son muchos para edificios y acceso y, sin embargo, poco para todo lo implicado. Lo lamentable sería que los fondos públicos vayan todos a la primera cesta (edificios y accesos) y no al cuadro de iniciativas que se proponen al final y que, obviamente, obligarían a una mayor inversión.
- Respecto a las clases creativas, puede traducirse bien en solo una demanda residencial (con una proliferación añadida de pisos turísticos, en una suerte de gentrificación) o en la atracción de profesionales que trasladen su sede profesional o de teletrabajo a la comarca, lo que sólo parece posible a largo plazo.
En ambos casos se encarecerá la vivienda con el consiguiente efecto de expulsión o precarización de las personas más vulnerables y jóvenes. Es improbable que se traduzca en atracción de empresas industriales o sedes de grupos económicos, si no hay una promoción específica, de BFA y Gobierno, vinculada a la planificación que venimos reclamando.
- 140.000 visitantes al año son pocos si se comparan con los que reciben Laida y Laga; son parecidos a los que recibe Gernika –162.000 sin contar último lunes de octubre ni eventos–, pero serian demasiados si se soportan en el Corte de la Ría y en la zona marítima de Murueta. Este sí sería un problema para el entorno, especialmente para las aves. A las aglomeraciones en el estuario derecho (Laida y Laga) habría que incluir las del izquierdo.
No es fácil saber si es una estimación correcta o incorrecta por exceso o por defecto. Es la misma que se estimó para Sukarrieta. Aparte del público vasco, está pensada parcialmente como complemento doble –Gernika y Murueta– de quienes vayan a visitar la de Bilbao que es de más de un millón anual. Como parece improbable un atracón museístico de mucha gente con tres visitas a una misma entidad repartida territorialmente –tres ubicaciones y un solo Guggenheim verdadero–, su nicho más básico y permeable sería superior al que en la actualidad acude a visitar la Villa Foral añadiendo un aliciente más.
En cambio, esos 140.000 serían asumibles si principalmente los visitantes van a Gernika –Dalia–, los traslados a Murueta fueran preferentemente en tren (con nueva estación en los mismos Astilleros) y sólo la gente más andarina y ciclista pudiera deambular por el Corte de la Ría y repartida a lo largo del año. De todos modos, mucho edificio ultrasingular tendrá que ser el de Murueta para justificar una experiencia fuerte con una caminata añadida, tal y como está concebida. Por ello el acceso directo entren se antoja imprescindible.
- Ayudaría al comercio local, a la restauración, hospedaje y hostelería. Pero visto lo que está ocurriendo en la hostelería actual –dados los bajos salarios y malos horarios, pocos autóctonos demandan ese empleo–, este sector no sería tanto un nicho de empleo inducido como un factor de atracción de trabajadores inmigrados.
No generará, seguramente, mucho empleo en los perfiles cualificados dominantes entre la gente joven de la comarca –y que la obliga a trabajar fuera de ella,– pero sería interesante para guías de turismo, gestión, comunicación y otros oficios.
- En Urdaibai, hay algunos límites para la pretensión de especializarse en una suerte de escenario art-land, arte en la naturaleza, humanizar la naturaleza.
Más allá de que se hable del “diseño emblemático que permita integrar la infraestructura en la Reserva de la Biosfera” poco art-land habrá si, como sostienen algunos juristas, no caben intervenciones (algunas han sido temibles en algunas partes del mundo) de art-land y ni siquiera la colocación de esculturas en la travesía. Se supone que, para diferenciarse de Bilbao, y no siendo posibles actuaciones relevantes de art-land, tanto Gernika como Murueta se especializarían en la reflexión artística sobre la naturaleza.
- Lo nuclear del éxito popular del Guggenheim Bilbao fue la arquitectura icónica, e ineludible para visitar, y no tanto las exposiciones, dejando aparte a los entendidos. Un efecto Gehry, no un efecto Guggenheim, ya que ésta ha sido una derivada de lo primero, aunque se trata de una escultura-arquitectura epatante habitada por contenidos.
Ahora, de nuevo, parece que el proyecto descansará en la singularidad de los edificios, de forma compatible con el entorno, con la pretensión de presentar dos nuevos iconos del siglo XXI, lo que es como una aguja que buscan todas las instituciones del mundo en el pajar de la fama, puesto que la flauta –por un conjunto de variables a hacer coincidir y difíciles de determinar– solo suena de vez en cuando. En Bilbao sonó para sorpresa del propio proyecto. La Fundación Guggenheim solo quiere asociar su marca con edificios singulares y caros… que pagan otros. Parece extraño, cuando lo suyo es el contenido y su saber, que en este campo del art-land –arte en la naturaleza- es escaso, aunque su red de relaciones pueda servirle para moverse. A uno le gustaría que se ahorrara en construcción y se invirtiera en contenidos, creación y difusión.
- También se nos antoja que los optimistas 38 millones de retornos de la inversión –¿en qué espacio temporal?, ¿se incluye el IVA de hostelería?– quedan lejos de la inversión esperada de 130-150 millones, lo que significa una transferencia fuerte, a fondo perdido, de fondos públicos; sobre todo, a la fundación Guggenheim-Bilbao (titular de edificios y rentas) y bastante menos a la comarca (empleo, sinergias, accesos y acondicionamiento), por el momento.
A diferencia de Bilbao, donde, sobre todo, la economía privada que genera y la recaudación compensan las inversiones públicas, el tamaño de este otro proyecto no puede pensarse del mismo modo. No hay comparación posible, y sin embargo se opera con la misma lógica: los iconos.
O sea, es seguro que habrá agujero. Puestos a ello ¡inviértase en polivalencia y para el conjunto de variables del desarrollo comarcal!.
Pero existe el riesgo –si no hay compromiso de partida– de que las arcas institucionales queden tan exhaustas a 6-10 años vista, por la magnitud y carestía del proyecto, que ya no queden fondos para lo que se sugiere en el último apartado y que puede ser condición sine qua non para hacer asumible el proyecto. ¡Sean previsores y no vengan con aquello de que ya no hay dinero, porque cuando lo hubo –ahora– no lo guardaron!.
Gernika versus Murueta
El triple reto pasa por hacer compatible una propuesta de equipamiento cultural exitoso, que contempla recibir 140.000 visitantes al año, con las limitaciones que debe entrañar, por encima de todo, su ubicación en una zona protegida, y que desarrolle sinergias socioeconómicas para el desarrollo de la comarca.
La bicefalia es una solución para esos retos. Para que una instalación tenga la marca Urdaibai debe estar en el estuario de la Ría –Murueta en el caso elegido–, pero, como enclave, su efecto sería casi nulo para el desarrollo socioeconómico de la comarca –que es una de las razones por las que se explica la iniciativa– y con riesgo de afectación ecológica real, según cómo se implemente. En cambio, para que una instalación tenga efectos socioeconómicos en Urdaibai debe ubicarse en un entorno urbano –Gernika en el caso elegido– conteniendo múltiples servicios, generando sinergias y, además, tendría escasa afectación medioambiental.
Se podía haber optado por otra solución: una bicefalia Gernika-Bermeo. Aparte de que Bermeo está en el estuario, hubiera implicado al mar en la ecuación artística y en ambas localidades tendría efectos de desarrollo económico, aprovechables por las sinergias con sus servicios, y sin impactos medioambientales más allá de la absorción turística en el paisaje local.
También hubiera sido otra solución la ubicación solo en Gernika, pero hubiera tenido el inconveniente de que no es tan expresa la marca Urdaibai, por estar situada al inicio de la Ría, aunque antaño los humedales llegaban hasta la Villa.
El modelo elegido descansa más en Murueta que en Gernika y eso tiene problemas.
Primero, es una grave contradicción socioeconómica que el foco del proyecto se oriente hacia Murueta donde su impacto económico sería casi nulo por estar ceñido al edificio de Astilleros, en un entrar y marchar de visitantes a una instalación-enclave, sin economía externa alguna y asumiendo incluso los costes de opinión pública que tiene el riesgo de afectar a la Reserva tal cual.
Segundo, si Gernika fuera solo recepción, parking, una sala, restauración, y un auditorio –como se ha filtrado–, algo así como sólo un paso obligado para acceder al de Murueta que sería el importante, resulta absurdo hacer pasar a todos los visitantes por Gernika, cuando se podría ir directamente a Murueta en tren desde Bilbao, que es de donde seguramente vendría una parte de la gente que visite primero la sede central. También se trata de facilitar el acceso para que la gente vaya a los museos y no de complicarlo.
Por ello, debería ser al revés. El temor a esta afectación invita a pensar que el proyecto debería centrarse en Dalia, pero para justificar que es un proyecto Urdaibai conectado, se requiere conexión con la Ría y una función para el equipamiento de Murueta para quien quiera visitarlo con una edificación también singular, destinada a artistas internacionales y locales en residencia, con una centralidad cultural para los creadores –del tipo de lo que fue Arteleku en Gipuzkoa– y con exposiciones ocasionales que no presionen sobre la Marisma, porque el acceso preferente sería en tren, sea desde Gernika o desde Bilbao. Nos ahorraríamos muchos quebraderos de cabeza. Y permitiría concentrar impactos culturales y económicos en la cabecera que, en principio, sí tiene condiciones para acogerlos y, en su caso, soportarlos.
Dicho de otro modo, frente a la orientación actual en la que Gernika sea puerta de entrada, parking, recepción, auditorio y alguna exposición y el meollo esté en Murueta, parecería razonable hacer lo contrario: que Gernika fuera el centro expositivo permanente y Murueta el complemento desde el punto de vista cultural, ecológico y económico.
A futuro, y si funciona bien, la sede de Gernika es ampliable a medio plazo en los terrenos de Losal que, no siendo razonable que siga ahí, debería tener ayudas para cambiar de ubicación. No me imagino visitas expositivas acompañadas de golpes de acería.
Carece de sentido que se apueste por el modelo económico menos interesante y de mayor afectación ambiental, cuando la justificación del proyecto era netamente económica (dar salida a la marca y favorecer la economía local) y no ecológica y, ni siquiera, cultural.
Acompañado de un imprescindible plan Integral
Hay al menos siete condiciones que deberían cumplirse para implementar un proyecto sostenible.
- Saber qué apuesta se hace en relación al impulso de la creatividad vasca, a los artistas y arte de aquí, tan necesitado de impulso, y ello sin perjudicar el carácter internacional de las exposiciones y muestras.
- La sostenibilidad de la RBU en cuanto a su calidad y al régimen de visitas de turismo sostenible estaría por encima de cualquier consideración.
- Habría que revisarse la centralidad del proyecto en favor de Gernika.
- Se requiere su acompañamiento de un plan socioeconómico comarcal integral, tanto para el área de Gernika como para Bermeo, acogedora de empresas industriales, agrícolas y de servicios y nuevos empleos cualificados, en consonancia con la economía verde y digital.
- Se necesita un plan de vivienda joven para alquiler que evite la gentrificación de todo Gernika y la expulsión de una juventud cada vez más precarizada.
- Se debe cumplir la mejora de viales en Gernika y Bermeo, no para el acceso al Guggenheim –puesto que este puede basarse en parte en transporte público en tren y bus–, sino para hacer viable una apuesta por el desarrollo socioeconómico de la comarca. No tiene por qué ser una autovía.
- Se requiere un plan de apoyo extra al euskera por el impacto diglósico que sobre un área euskaldun, pero vulnerable, tendría esa internacionalización de sus relaciones económicas y servicios, incluyendo un pacto con hostelería y todo tipo de servicios para asegurar la atención en euskera a lugareños y euskaldunes.
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