Guerra en Ucrania, un cierto contexto histórico

«Solo espero que logremos entender que nada resulta sencillo, ni reciente, en toda esta situación»

Por Dani Seixo

En cierta medida puede resultar complicado situar un punto inicial a la hora de analizar con cierta coherencia las relaciones entre Ucrania y Rusia, podríamos hablar del Rus de Kiev, Oleg de Nóvgorod, las distintas tribus eslavas o el proceso de cristianización de las mismas y la clara influencia que este proceso tendría en Rusia durante los siglos posteriores. Podríamos detenernos de forma extensa en cada una de las diferentes etapas de la historia y sin duda en cada una de ellas lograríamos aislar y comprender lecciones y situaciones que nos ayudasen a situarnos en el contexto bélico presente, pero debido a un intento de aportar la mayor agilidad posible a este análisis, intentaré condensar de la forma más breve y concisa posible algunos de los puntos que considero puede aportar luz a la actual situación en Ucrania.

A lo largo de la historia el pueblo ucraniano ha vivido diferentes procesos de integración o influencia cultural y política por parte de los estados vecinos. Por ello, hablar de Ucrania como una realidad monocorde, resulta sin duda erróneo. Por otra parte, tal y como puede suceder en cualquier otro estado. Para situarnos en cierta medida a la hora de poder ubicar el latir del país, debemos atender principalmente a tres regiones bien diferenciadas por su idiosincrasia cultural y política:

– Galitzia: se trata de una zona occidental y en la que predomina de forma mayoritaria la lengua ucraniana y la influencia católica. Históricamente, ha estado bajo gobiernos polacos o austro-húngaros, y la firmeza de sus vínculos con el resto del Ucrania resultan en cierta medida estructurados en la historia más reciente. Curiosamente, es en esta región que surge un claro impulso nacionalista durante el S XIX y gran parte del colaboracionismo con los nazis.

– Novorossia: ocupa el suroeste de Ucrania, mayoritariamente hablan el ruso y se definen como “rusos”. Conservan un sentimiento muy profundo por la época soviética y han sido numerosas las milicias que en esa región han combatido el régimen del Maidan desde el respeto y la añoranza por los símbolos de la época socialista.

– Península de Crimea: sede de la base naval de Sebastopol y enclave estratégico clave para el gobierno ruso.

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Uno de los primeros aspectos que debemos tener claro a la hora de encarar la reciente escalada bélica entre Ucrania y Rusia, es que el pueblo ruso siempre ha considerado a los ucranianos como un elemento claramente ligado a su propio destino, incluso podemos llegar a señalar, sin miedo a equivocarnos, que para parte de Rusia, Ucrania es algo así como una pequeña parte de sí mismo. Mientras que la concepción nacional de Ucrania, su estructuración política y el auge del actual nacionalismo, se trata de una realidad moderna.

De hecho, la designación de Ucrania es usada incluso durante la Primera Guerra mundial como un término en cierta medida geográfico, ajeno a una realidad nacional totalmente definida. Incluso durante ese período, Ucrania formaba parte del Imperio Ruso. Por aquel entonces, al igual que estamos contemplando en la actualidad, existía una gran comunidad rusófila en el Este del país, mientras que la parte occidental fue más fácilmente impregnada por el apoyo de Austria al creciente nacionalismo Ucraniano de finales de siglo (XIX).

Durante la Primera Guerra Mundial, los ucranianos se enfrentan en dos ejércitos opuestos, cerca de 3,5 millones pasan a formar parte de las filas del Imperio Ruso y más de 250.000 luchan junto al bando del ejército Austro-Húngaro, que previamente había fomentado la conciencia nacional de Ucrania con el objetivo de lograr debilitar el avance ruso. Podemos contemplar que ya a finales del S XIX, Occidente, encarnado por el Imperio Austro-Húngaro, intenta debilitar la influencia rusa en el continente mediante la creación de corrientes rusofobas extremistas entre las élites polacas o ucranianas, llegando incluso a crear de forma artificial el nacionalismo ucraniano que resultará tan importante en la historia reciente.

Obviamente, la fuerte división entre ucranianos, la participación en bandos opuestos durante la guerra y el desarrollo del propio conflicto en su territorio, da como resultado la muerte de muchos civiles, las persecuciones sumarias y numerosas represalias bajo la acusación de colaborar con el enemigo. Un ejemplo claro de estas primeras revanchas ideológicas lo veremos en la región de Galitzia, en donde más de veinte mil ucranianos son acusados de simpatizar con los rusos y tras ser arrestados, son conducidos a campos de concentración austriacos, tanto en Talerhof, Estiria como en la fortaleza de Terezín.

Por tanto, podemos observar como ya durante la Primera Guerra Mundial los ucranianos sufren especialmente al verse situados entre Austria-Hungría y Rusia. En una constante histórica, el pueblo ucraniano sufre en su propia piel las tensiones crecientes entre el Occidente Europeo y el poder ruso.

No podemos hablar tampoco de un período tranquilo para Ucrania durante la revolución rusa, en su territorio tiene lugar gran parte de la guerra civil que vive el Imperio Ruso y los duros enfrentamientos entre los ejércitos rojo, blanco, polaco y ucraniano. Para hacernos una idea de lo vivido en Ucrania durante los días de aquella gloriosa revolución, basta decir que tras instituirse con el apoyo del Congreso Militar de Ucrania, la Rada o Consejo Nacional Ucraniano, en la que serían figuras claves el socialista y nacionalista Volodymir Vinnychenko y el historiador Myjailo Hrushevsky, pronto tiene lugar una Segunda Proclama Universal en la que se pretende avanzar claramente en la autonomía de Ucrania dentro de Rusia. Y mientras los bolcheviques del Donbás tomaban el poder en Lugansk, Makéyevka, Górlivka y Kramatorsk, el 20 de noviembre de 1917 una Tercera Universal anuncia ya la República Popular de Ucrania independiente como parte de la Rusia federal. Ciertamente, no se llega en momento alguno a romper la relación con Rusia, pero podemos observar que la República Nacional de Ucrania se proclama el territorio de 9 provincias y las autoridades del país deciden iniciar sus propias negociaciones de paz con Alemania y sus aliados. En cierto sentido, el creciente nacionalismo ucraniano comienza a dar sus frutos y podemos hablar de una clara toma de postura particular en esto momento para Ucrania.

Durante este periodo se sucederán diversas proclamas y los intentos de establecer un estado propio en Ucrania, pero un nuevo avance de los bolcheviques en el que se adoptarán consignas nacionales y el conocimiento obligatorio del idioma ucraniano por parte de todos los miembros del partido, como método para evitar el descontento entre la población, enmarcará el futuro del país. Es también en este período que el Donbás pasa a ser anexionado por Rusia «por razones administrativas». Como vemos, la inestabilidad en Ucrania es un constante en la que diversas concepciones políticas y culturales hacen saltar las tensiones entre el nacionalismo ucraniano y la naciente Revolución Rusa.

Especial mención es la aparición en escena de Stepan Bandera, fundador de una de las más importantes ligas nacionalistas ucranianas, la Organización de los Nacionalistas Ucranianos (ONU). Líder de este sector del nacionalismo más extremista, posterior colaborador del nazismo, promotor del genocidio contra judíos, polacos y rusos, y actualmente figura venerada por la extrema derecha ucraniana. Estas figuras tan controvertidas del naciente extremismo ucraniano son las que se enfrentarán a los soviéticos en los bosques ucranianos hasta la década de los años cincuenta y a las que hoy el gobierno del comediante Zelenski les dedica calles en medio país.

La República Socialista Soviética de Ucrania aparecería como una de las quince repúblicas constituyentes de la antigua Unión Soviética desde su formación en 1922. Pero antes de que esto sucediese, resulta interesante mencionar aquí la guerra polaco-soviética que se saldaría con la pérdida de nuevos territorios por parte de Ucrania y una última resistencia del nacionalismo contra los bolcheviques, que los derrotarían fácilmente, haciendo que el movimiento nacional ucraniano pasase totalmente a la clandestinidad.

Tras verse ignorada por las democracias burguesas, y consciente de que los gobiernos europeos la estaban dejando al pie de los caballos, la URSS decide en los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial firmar con la Alemania Nazi el pacto Ribbentrop-Molotov el 23 de agosto de 1939. En ese acuerdo, la mitad de Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Moldavia y parte de Ucrania, entrarían en la «esfera de influencia» soviética. De este modo, aparentemente el Rusia soviética lograba un compromiso de no agresión y apuraba cierto colchón territorial estratégico ante lo que Stalin sospechaba iba a suceder y de hecho terminó sucediendo, la invasión Nazi de la URSS durante la denominada Operación Barbarroja iniciada el 22 de junio de 1941. La amenaza que se cernía sobre Rusia, tal y como había pasado ya en el pasado, volvía a proceder de Europa, el tiempo y el terreno ganado por diplomacia soviética, resultaba sin duda alguna vital para poder preparar una eficiente estrategia de defensa.

De forma realmente rápida Alemania se hace con Ucrania y crea el Comisariado del Reich para este país. Inmediatamente se clausuran escuelas y los ucranianos pasan a ser tratados como subhumanos bajo una sádica política colonial y racial. Se inicia a su vez la persecución de las poblaciones judías o polacas. Y aquí es donde debemos tener en cuenta la participación del colaboracionismo ucraniano con la Alemania nazi. De nuevo aparecen en escena los nacionalistas ucranianos que en diversas regiones del país celebran la llegada del ejército nazi como verdaderos libertadores. Bien operando bajo las órdenes de la Wehrmacht para debilitar a las líneas soviéticas o en los batallones Nachtigall y Roland o en la División SS Galitzia, los nacionalistas ucranianos ejercen servicios de policía política y estructuran batallones de castigo destinados a reprimir cualquier tipo de resistencia al avance nazi o a sus postulados políticos. Los nacionalistas ucranianos participan de masacres como las de Babi Yar, asesinando a más de 100.00 judíos en un barranco a las afueras de Kiev. Cuando hoy el gobierno ucraniano permite a sus aliados políticos portar la bandera roja y negra de la Organización de Nacionalistas Ucranianos o cuando aclaman como a su líder nacional a Stepán Bandera, esto es lo que están glorificando. Podríamos hablar también de la masacre de Volinia, en la que 80.000 polacos fueron masacrados por los nacionalistas ucranianos o de muchas otras acciones de este tipo por quienes compartían nexos ideológicos con el nazismo. Por desgracia resultan numerosos los ejemplos de la barbarie de quienes hoy parecen ser considerados héroes en Ucrania.

Pese a ello, ya desde 1946 la inteligencia estadounidense se encontraba trabajando con Bandera y los nacionalistas ucranianos para tomar ventaja en la naciente Guerra Fría en Europa frente al avance del Ejército Rojo. Mediante entre operaciones encubiertas, los servicios secretos estadounidenses ayudaron a huir a muchos de los colaboracionistas ucranianos con la Alemania Nazi. Entre otros destinos, la España de Franco fue un lugar predilecto para estos colaboracionistas. Mediante estas operaciones se da cobijo a miembros de las organizaciones nacionalistas ligadas a Stepan Bandera, Yaroslav Stetsko o Mikola Lebed. El propio Lebed, que había participado en numerosas matanzas durante la invasión nazi, logra escapar a Estados Unidos, falleciendo tranquilamente, el 18 de julio de 1998, en Pittsburgh. Afortunadamente, peor suerte corre el propio Stepan Bandera, que pese a lograr huir a Múnich tras rechazar la oferta de asilo del dictador español Francisco Franco, es asesinado por la KGB en 1959.

Observamos que mientras la URSS elimina físicamente al propio Bandera y cualquier recuerdo o exaltación de su figura que pudiese tener lugar en Ucrania, Estados Unidos se dedica mediante operaciones de contrainteligencia en Polonia y Ucrania, en colaboración con elementos colaboracionistas y nacionalistas fanáticos de estos países, a buscar información sobre “posibles oficiales de policía y otros tipos de oficiales soviéticos que podrían desertar por motivos ideológicos o económicos”. Capitalismo y nazismo resultan ser buenos aliados contra el comunismo.

En esta línea, el diario ABC. Diario siempre de referencia para la ultraderecha, en 1951 da voz a uno de estos exiliados del nacionalismo ucraniano, Miguel Hicka, delegado de las juventudes de Ucrania resume bien el motivo real que lleva a estos extremistas a buscar cobijo en diversos países del bloque capitalista:

Miguel Hicka habló en castellano fácil y correcto. Expuso con verbo elocuente la situación de Ucrania bajo el yugo zarista, Ucrania en la lucha activa contra el comunismo, Ucrania bajo el signo católico de su lucha, Ucrania en su lucha actual. Terminó diciendo que la misión de los jóvenes emigrados católicos ucranianos era llevar la voz de protesta del pueblo ucraniano contra el comunismo opresor en toda Europa occidental. Añadió: “no hemos huido del comunismo por cobardía, sino que hemos salido de nuestra patria para buscar, bajo la cruz de Cristo, el camino recto para volver después a nuestra patria católica”.

Inmersos como estamos en la Guerra Fría en Europa, debemos destacar lo sucedido en febrero de 1954, fecha en la que bajo el decreto 19 el entonces presidente de la URSS, Nikita Jruschov, cede Crimea a los ucranianos en conmemoración del 300 aniversario de su adhesión a Rusia. Esta decisión tomada por un elemento que terminó siendo destituido en octubre de 1964 por sus «planes sin fundamento y proyectos basados en ilusiones» y que según se rumorea se tomó en apenas 15 minutos durante una sesión del Presidium del Comité Central del PCUS, fue declarada ilegal por el parlamento ruso en 1992 por el 53% de los diputados, pero lamentablemente aquí los intereses occidentales a lo largo de la historia prefirieron atender a la voluntad de un hombre que a la lógica o la expresión democrática.

Tenemos que tener claro que Crimea, muy especialmente la base naval de Sebastopol, suponen enclaves de suma importancia y, en cierta medida, irrenunciables para Moscú. Tras la independencia de Ucrania, la antigua flota soviética del mar Negro fue dividida entre ambos países, y 1997 se firma un contrato de arrendamiento para que los barcos de guerra rusos pudiesen seguir fondeados en las bases de Crimea, a cambio de que Moscú se comprometía a pagar 98 millones de dólares al año hasta 2017. Acuerdo que posteriormente se prolongaría a lo largo del tiempo con negociaciones más o menos naturales entre Kiev y Moscú.

Sebastopol se trata de la sede de la flota rusa en el Mar Negro y el único puerto de aguas cálidas con el que cuenta Moscú pese a la inmensidad del país. También dibuja la clara puerta de entrada para este país en el Mediterráneo, pudiendo incluso conectar esa «zona de influencia o estratégica» con el puerto de Tartus, en Siria, curiosamente escenario este en el que también el gobierno de Moscú tuvo que luchar firmemente para lograr repeler una revolución de color y el posterior avance yihadista que amenazaba a un gobierno aliado de Moscú.

Cuando hablamos de la caída de la Unión Soviética, debemos comprender que este escenario tiene una importancia vital en todo lo que atañe a Ucrania y especialmente a Rusia, pero llegados a este punto vamos a intentar analizar con un par de pinceladas los puntos más importantes. A lo primero que debemos prestar atención, es a que la URSS no cae sin resistencia, ni siquiera cae con el apoyo de la población. El camino iniciado por Mijaíl Gorbachov, y parasitado y mercantilizado por Borís Yeltsin, ignoró plenamente el referéndum sobre el futuro de la Unión Soviética que tuvo lugar el domingo 17 de marzo de 1991 en las quince repúblicas de la entonces Unión Soviética para mantener su integridad, en el que ante la siguiente pregunta:

«¿Usted considera necesaria la preservación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como una federación renovada de repúblicas soberanas iguales en la que serán garantizados plenamente los derechos y la libertad de un individuo de cualquier nacionalidad

Un total de 148,5 millones de ciudadanos, el 75,5 % de las personas con derecho a voto, tomaron parte en el sufragio y 113,5 millones, el 76,43 %, respondieron «sí». Parece que la democracia no venció en este caso, porque en diciembre de ese mismo año, los presidentes de las tres repúblicas fundadoras de la URSS, Bielorrusia, Rusia y Ucrania, firmaban el Tratado de Belavezha, que proclamaba disuelta la Unión, contradiciendo claramente los resultados del referéndum.

Del mismo modo, entre el 19 y 21 de agosto de 1991, tiene lugar el llamado Golpe de Agosto, en el que un grupo de miembros del Gobierno y del KGB de la Unión Soviética logran deponer brevemente al presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, con el objetivo de detener todo aquel proceso que sumía a la URSS en la total anarquía. Durante esos tres días, la propia Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos colaborará con Borís Yeltsin entregándole información privilegiada, para evitar el éxito del golpe, e incluso llegará a asignar un experto en comunicaciones de la embajada de los Estados Unidos en Moscú como consejero del líder ruso. La crisis termina con el bombardeo del parlamento ruso por parte del sector pro Occidental y la proclamación de Borís Yeltsin como líder indiscutible de la nueva y totalmente sumisa Rusia. También aquí, francotiradores no identificados ayudaron a desencadenar la violencia que terminaría con un resultado adecuado para la OTAN, algo que posteriormente sucederá en las plazas de la propia Ucrania.

Durante los siguientes años, previos a la independencia, en Ucrania nacen partidos o movimientos nacionalistas como Narodny Ruh, Movimiento nacional; Svoboda, Libertad, cuyo lider es Oleh Tyahnybok y cuyos miembros se consideran sucesores de la obra de Stepan Bandera; Right Sector, liderado por Vitali Klichkó, ex boxeador de los pesos pesados; o Tryzub, Tridente, liderado por Dmytro Yarosh. Todos ellos admiradores de la obra de Stepan Bandera, todos ellos situados en la extrema derecha y todos ellos utilizados en la historia reciente de Ucrania por Estados Unidos como claro ariete político contra Rusia.

Bajo la clara influencia y amenaza de este nacionalismo de extrema derecha y la tutela de los oligarcas que se habían hecho con el control del país tras el derrumbe del socialismo, avanzamos hasta el 24 de agosto de 1991, fecha en la que Ucrania se declara oficialmente independiente. Lo que le sigue es un shock de privatizaciones, corruptelas y pérdida de las garantías más básicas para todos los trabajadores ucranianos. Ucrania se convierte en un país escasamente democrático, un claro nido de corrupción y de facto en un estado carente de soberanía y que en adelante pivotará de forma desordenada entre los intereses rusos y los de la OTAN. En 1999, bajo fuertes protestas sociales que incluso llegan a exigir la reconstrucción de la Unión Soviética, el Partido Comunista se hace con el 25% de los votos, pero lamentablemente no logrará estructurar una alternativa política y el poder sigue en manos de los oligarcas.

En octubre de 2002 Ucrania y Rusia firman acuerdos de cooperación para la construcción de gaseoductos y jugando a ese doble juego de intereses del que hemos hablado, negocia a su vez acuerdos económicos con el FMI e envía tropas a Irak, mostrando claramente por primera vez su intención de poder llegar a formar parte de la OTAN. Con ese doble juego y tras la asignación de 14 millones de dólares a la oposición ucraniana por parte del Congreso de los Estados Unidos, llegamos a las elecciones presidenciales del 31 de octubre de 2004 y a la revolución naranja. Estos comicios otorgaban unos resultados muy igualados a Víktor Yúshchenko, apoyado por Occidente – su esposa Kateryna Yushchenko fue funcionaria del Departamento de Estado estadounidense – y a Vika Yanukobitch – apoyado en cierta medida por Rusia, aunque un oligarca con políticas totalmente ajenas a los intereses populares – pero en segunda ronda, Yanukobitch, el candidato más cercano a Rusia, logra hacerse con la presidencia.

Inmediatamente se producen intensas protestas por todo el país, se queman numerosas actas que permitirían analizar los resultados e incluso se produce un oportuno envenenamiento de Víktor Yúshchenko del que milagrosamente logra recuperarse para, aupado por la propaganda occidental y el bombardeo mediático a su favor, terminar venciendo en una tercera ronda forzada por la situación de inestabilidad que le garantiza poder hacerse con la presidencia de Ucrania. Durante su presidencia la corrupción y el coqueteo con los nacionalismos cercanos a la extrema derecha resultan evidentes como estrategia para polarizar el país y recoger el voto más extremista, quizás sea este el punto definitivo en el que Ucrania encara la vía para la partición definitiva del país en dos realidades irreconciliables a corto plazo. Se glorifican a líderes como Bandera, declarándolo héroe nacional, decisión que derogará posteriormente Yanukobitch, se permiten desfiles nazis y se acoge políticamente a la ultraderecha, al mismo tiempo que se reprimen las protestas contra el gobierno y comienzan también las grandes fugas de capitales a los bancos europeos. Obviamente, la situación resulta insostenible y tras un período de transición, en marzo de 2006 Yanukobitch se hace de nuevo con el poder con el 32% de los votos.

Durante ese mismo año, se recogen 4,5 millones de firmas para solicitar la realización de un referéndum contra la OTAN y son numerosas las manifestaciones en este sentido, llegando a suspenderse por ello los ejercicios militares que los Estados Unidos tenían pensado realizar en Crimea.

Llegados a 2007, el clima político comienza a depauperarse en Ucrania y se producen numerosas manifestaciones en pro de un acercamiento a la UE y la OTAN, en las que destaca la figura de Yulia Timoshenko. Timoshenko es una oligarca, una de las personas más ricas de Ucrania y que curiosamente tiene numerosos intereses económicos en el negocio del gas dependiente de Rusia. Nacionalista y de derechas, sigue fomentando una alianza con el extremismo neonazi como frente unido de oposición.

En abril de ese año se convocan nuevas elecciones y pese a que Yanukobitch logra la mayoría de los votos, se muestra incapaz de formar gobierno propiciando que la oligarca Yulia Timoshenko sea elegida primera ministra. Ese mismo abril George Bush es recibido con fuertes protestas en su contra en Kiev y en la cumbre de la OTAN que tiene lugar en Rumania, Francia y Alemania se muestran contrarias a la entrada de Ucrania en la OTAN.

Ya en 2010 se celebran de nuevo elecciones presidenciales y Yanukovich se hace con la victoria. Es importante atender a la distribución del voto, porque claramente contemplamos dos Ucranias que todavía siguen presentes a día de hoy. Yulia Timoshenko denuncia que dichas elecciones son fraudulentas, pero los observadores internacionales lo niegan rotundamente. En agosto de 2011, Timoshenko sería detenida por delitos de corrupción y condenada a siete años de prisión.

En 2012 tiene lugar la Eurocopa organizada por Polonia y Ucrania y la extrema derecha entra en el parlamento del país, provocando que el Parlamento Europeo muestre en una declaración su sincera preocupación por este hecho.

Y así llegamos a 2013, fecha en la que el gobierno de Yanukovich se sienta a negociar con la UE un acuerdo que avanzase en la integración de Ucrania en la Unión Europea. Entre las exigencias que en ese momento Europa pone sobre la mesa, nos encontramos la puesta en libertad de Yulia Timoshenko o la ruptura de relaciones comerciales con Rusia. Como vemos, peticiones nada injerencistas. Estas exigencias, además de suponer un insulto para un país soberano, supondrían un suicidio para Ucrania al provocar la ruptura de sus relaciones con Rusia, dado que entre las inmediatas consecuencias, vería como el precio del gas se dispararía de forma demencial. Además, tenemos que tener en cuenta que las relaciones comerciales entre Rusia y Ucrania eran totalmente naturales, ambos países han sido diseñados dentro de un mismo modelo. Un claro ejemplo de esto era la estructura productiva del Complejo Técnico Científico Aeronáutico Antónov. Pese a esas exigencias por pate de la UE, esta, en ningún momento, asegura poder compensar el impacto de romper las relaciones con Moscú.

El 21 de noviembre de 2013, el presidente ucraniano Víktor Yanukovich, anuncia que no firmará el acuerdo de asociación con la Unión Europea.

Esta situación, sumada a la corrupción y la falta de democracia, provoca numerosas protestas en las calles, más de 100.000 personas salen a protestar de forma totalmente justa y comprensible contra la política ucraniana, pero también encandilados por falsas promesas de una entrada inmediata en la UE que jamás se iba a producir. Pero insisto, las protestas eran totalmente legítimas y justificables en ese momento. Pese a ello, pronto comienzan a tener lugar cargas policiales contra los manifestantes que el gobierno ucraniano niega haber ordenado y que comienzan a enrarecer el ambiente en las plazas. Ejemplo claro de esto son los enfrentamientos durante el intento para instalar un árbol de navidad en la plaza que tienen lugar el 30 de noviembre. Curiosamente, inmediatamente aparecen en escena miembro de la extrema derecha que avivan las cargas y que parecían estar totalmente listos para aprovechar esa situación.

Desde ese momento entre las caras más conocidas de las protestas estarán los líderes de la extrema derecha Arseni Petróvich (Patria), Oleg Tiagnibok (Svoboda), y Vitali Klichkó (UDAR), -Angelitos todos ellos- Pero no solo eso, tenemos que sumar la presencia de ONG y medios de comunicación claramente financiados por el entorno de la OTAN, Fundación Nacional para la Democracia (NED) o la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Así nos podemos encontrar entre las televisiones que desde un primer momento retransmitieron en directo las protestas marcando una clara línea agresiva contra el gobierno a Spilno TV, Hromadske TV o Espreso TV, todas ellas creadas en torno a 2013 y que cuentan con amplios medios para difundir la sensación de caos y violencia que pretendían crear durante las protestas. Estas derivadas sin duda logran cambiar el signo del Maidan.

Y para terminar este cuadro tan oportuno para los intereses estadounidenses, líderes occidentales como Chris Murphy, senador de Connecticut o John McQuein se pasean durante esas fechas por el Maidan alentando a los manifestantes. ¿Se imaginan a Serguéi Lavrov haciendo lo mismo durante el procés o las protesas del Black Lives Matter?. Pero es que no solo eso, mientras Víktor Yanukovich negocia con Obama y su vicepresidente Biden posibles salidas a la crisis, la Embajada estadounidense en Kiev recibe todos los días a los líderes más violentos de las protestas.

El 18 de febrero el parlamento se reúne para aprobar un paquete de medidas que atendiesen a varias de las peticiones que los manifestantes habían llevado a las plazas, pero grupos de extrema derecha deciden atacar el parlamento con armas de fuego y se provocan numerosas víctimas entre policías y manifestantes. El día 21 de ese mismo mes, el presidente Yanukovich y los principales líderes de la oposición llegan a un acuerdo para frenar la violencia en el que se incluían planes para celebrar elecciones antes de que acabase el año, pero la violencia se desata de forma incontrolada por todo el país y Yanukovich decide huir a Rusia.

Se comienzan a derribar monumentos dedicados a los héroes de la II GM, estatuas de Lenin, las sedes del Partido Comunista son atacadas y se golpea a las personas relacionadas con el gobierno y a sus familiares. Muchos líderes del Partido Comunista huyen a Crimea o Rusia ante la clara persecución que reciben por parte de grupos de extrema derecha en su país. El parlamento Ucraniano destituye a Yanukovich saltándose las más mínimas disposiciones democráticas que pedían el respaldo de 2/3 del parlamento, curioso que ahora occidente pida respetar el derecho internacional, cuando por aquel entonces Estados Unidos no tuvo problema alguno en captar esta decisión y reconocer a «nuestro viejo amigo» Oleksandr Turchínov como presidente en funciones. Después de lo de Guaidó, nada puede sorprendernos. El 23 de febrero de 2014 se vota la prohibición del Partido Comunista y del Partido de las Regiones y se decide poner en libertad a Yulia Timoshenko.

Inmediatamente se crean batallones de castigo contra la población prorrusa y se comienza a perseguir la presencia de la lengua y la cultura rusa por todo el país, se glorifican a los líderes colaboracionistas con el nazismo y se fomenta un nacionalismo ciertamente violento contra cualquier tipo de disidencia frente al nuevo régimen surgido del Maidan. Se producen violentos disturbios en la capital de Crimea, Simferópol, y grupos armados prorruso toman las sedes del Gobierno y Parlamento crimeo, produciéndose a las semanas un referéndum de independencia para integrarse a Rusia. Gana el «sí» por más del 97% de los votos y la Duma ratifica el acuerdo por el que Crimea se incorpora a Rusia logrando que Ucrania retire sus tropas de la región ante la amenaza de una respuesta militar de Moscú.

La situación de extrema violencia vivida en Crimea se expande a otras zonas del país y grupos prorrusos toman sedes de la administración regional en ciudades del este de Ucrania (Donetsk, Jarkov, Lugansk, Slaviansk o Gorlovka), teniendo lugar otro referéndum separatista en el sureste ucraniano. El 7 de abril de 2014, Donetsk y Lugansk autoproclaman sus independencias y piden integrarse en Rusia. Kiev pone en marcha una supuesta operación antiterrorista de castigo que en realidad supone el inicio de una cruenta Guerra Civil que se prolongará hasta que Rusia decide intervenir con un duro golpe sobre la mesa, resulta importante señalar que si Ucrania admitiese estar en guerra contra su propia población, no podrían recibir los préstamos del FMI tan apetecibles para sus oligarcas. El dinero y el cinismo siempre superan al extremismo nacionalista.

El 2 de mayo tiene lugar en Odessa una de las mayores masacres contra la población de Ucrania. Nazis ucranianos que se habían desplazado de todo el país para ver un partido de fútbol se dirigen al centro de la ciudad y asesinan a más de 100 manifestantes partidarios de la federalización del país y acercamiento a Rusia. Algunos de ellos quemados vivos en la casa de los sindicatos y otros apaleados hasta la muerte, esa es la verdadera alternativa que Ucrania ofrecía a aquellos que en su territorio se oponían al extremismo nacionalista y al régimen corrupto y genocida surgido del Maidan. A día de hoy, esta masacre sigue sin tener consecuencias.

Así llegamos a la guerra abierta entre Ucrania y parte de su propia población únicamente protegida por la intervención rusa. Una guerra que pese a los acuerdos del Minsk nunca ha cesado desde el golpe de estado del Maidan, un conflicto avivado por occidente con la clara intención de lograr erigir a un gobierno títere en Kiev que les permitiese situar sus misiles a escasos cinco minutos de Moscú. Pero de todo ello y de las implicaciones que este conflicto puede tener para nuestros hablaremos en próximos artículos, por ahora solo espero que logremos entender que nada resulta sencillo, ni reciente, en toda esta situación.

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