Guantánamo polaco: el ministro Albares carcelero, por delegación, de Pablo González

Movilización en Gernika, cuando Pablo González cumplió un año de prisión provisional. El 26 de febrero de 2023

En el momento en que escribo esto, Pablo González Yagüe cumple el día 530 de su encarcelamiento en la prisión de Radom, el llamado “Guantánamo polaco”. Ya supondrán…

Por Javier Sáenz Munilla | LQSomos

Una celda de 5 metros, en la que debe pasar 23 horas al día aislado. Hace unos cuatro meses, comparte celda con un polaco con deterioro cognitivo. Una hora de paseo en un patio de apenas 10 metros. Cada vez que es sacado de la celda es cacheado y esposado. Al entrar, de nuevo cacheado. Desde que fue detenido, 28 de febrero de 2022, sólo ha podido recibir la visita de su esposa dos veces, la última el 16 de junio, con Ohiana, la esposa, acompañada por la madre de Pablo y del hijo mayor que veía y oía por primera vez a su padre desde entonces. Ambas visitas se celebran en presencia de un carcelero y un agente de los servicios.

No se le permite la comunicación telefónica con ninguno de sus tres hijos, lo que ya está causando daños psicológicos en el hijo menor, de 8 años. Las cartas le llegan, si le llegan, censuradas y meses después de su envío. Su abogado español, Gonzalo Boyé, pasó casi un año sin poder hacerse cargo de la defensa, por impedimentos burocráticos polacos. Ni él ni los abogados polacos encargados por Boyé, han tenido hasta hoy acceso a la causa judicial. De ahí que ni conocen concretamente de qué se le acusa ni pueden ejercer libremente la defensa para, por ejemplo, nombrar peritos que inspeccionen, bajo control judicial, el móvil y el ordenador requisados al detenido para saber si, presuntas pruebas en su contra se encontraban en ellos o si hubieran sido introducidas con posterioridad.

Esta situación, que claramente viola la Convención de Derechos Humanos, las leyes y normas de la Unión Europea a las que debe atenerse Polonia por ser un país miembro y, por supuesto las leyes españolas, y Pablo González es un ciudadano español, se inicia hace 525 días y, pese a las reiteradas protestas de los grupos de apoyo, familia, abogados, etc, algunas expresadas por escrito al gobierno español, a la Comisión Europa, al Parlamento Europeo y al gobierno de Polonia, a día de hoy continúan.

Lo máximo que hemos conseguido, tras una pregunta de la eurodiputada española Idoia Villanueva, de Unidas Podemos, es que la Comisión Europea recuerde que Pablo González podría cumplir en España la prisión provisional según la decisión marco 2009/829JAI del Consejo de la UE.

Yo mismo encabecé y entregué con otros compañeros en el Ministerio español de Asuntos Exteriores el 25 de octubre de 2022, Día de la Justicia Europea, un escrito firmado por más de 100 periodistas y juristas, pidiendo el fin de las condiciones carcelarias de Pablo González, su puesta en libertad provisional y un juicio pronto y justo. El ínclito señor Albares, ni se dignó en responder. Igualmente hizo con posteriores escritos.

Pero no es sólo su pasividad, su no cumplir con su obligación de velar por que se respeten los derechos de un ciudadano español, lo que censuramos del señor Albares, además es su actitud activa para que la cruel situación que vive el periodista Pablo González, siga, no se modifique. Esa es nuestra acusación.

El 3 de febrero de 2023, a punto de cumplirse un año de su encarcelamiento que bien podemos calificar de secuestro, José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, afirma en el programa “Al Rojo Vivo” de la Sexta (cadena para la que estaba trabajando Pablo en el momento de su detención) que Pablo González se encuentra asistido conforme a la legislación polaca, que se respetan sus derechos y se cumplen los plazos legales. Tal cual.

Pero no se ha quedado ahí el tal ministro, ahora en funciones, ha repetido tales mentiras en otras ocasiones y ha llegado a decir, en público, que los cargos contra el periodista son muy graves.

No sólo eso. El desvergonzado Albares, ha enviado recados a periodistas destacados por su capacidad de influir en la opinión pública, en los que se asegura que las pruebas contra Pablo González son contundentes. ¿Qué pruebas? ¿Qué hace la Justicia Polaca que, 18 meses después, es incapaz de presentarlas y llevarlo a juicio?

Mi opinión personal es que los polacos, azuzados por algún servicio occidental, ¿el MI6, el CNI?, metieron la pata y ahora no saben cómo sacarla. Y como ni la UE ni España les exigen sacarla, pues no la sacan.

Toda la acusación que se hace contra Pablo González, detenido mientras cubría, para la Sexta, la avalancha de refugiados ucranianos hacia Polonia tras la invasión rusa, es que es un espía ruso.

Pruebas que adujeron y que ya están desmontadas: Tiene dos pasaportes, uno ruso a nombre de Pavel y otro español a nombre de Pablo. Gran tontería. Pablo González nació en Moscú, nieto de un niño español evacuado de la Guerra. Su madre, se casó con un ruso, el padre de Pablo, pero cuando el niño tenía 8 años, se divorció y vino con él a España. Por eso tiene dos pasaportes, porque tiene ambas nacionalidades. Habla ruso perfectamente desde niño y porque es doctor en Filología Eslava. Ha cubierto, como freelance, que si no trabaja no cobra, conflictos en el espacio postsoviético desde la guerra del Donbass en el 2014, Georgia, Balcanes, etc. Es un buen especialista y además investigador para la Universidad del País Vasco. Puede contar, con buen conocimiento de causa lo que sucede en ese espacio. ¿Interesa que no sea testigo de lo que ocurre ahora en Ucrania? ¿Es esa la causa?

Pero hay más. En 2017, un delincuente que se dice investigador universitario, Nicolás de Pedro, vendió por 6.500 dólares americanos a la fundación Open Society de Georges Soros, una falsa lista de pro-rusos en la que junto a Pablo González, estaban, por ejemplo, Javier Couso o mi amiga y compañera Pilar Requena, actual directora del programa de TVE “Documentos TV”. ¿Es este el origen del drama que hoy viven Pablo González Yagüe y su familia?

Pablo González es nuestro Julian Assange, otro caso sangrante. Ni España ni la UE ni la profesión periodística española, tan remisa y tan al parecer influenciada por el mendaz Albares, pueden dejar que esta situación se mantenga ni un día más. A Pablo González lo están intentando destruir psicológicamente y, de paso, a su familia. Debemos exigir que esta atroz injusticia acabe ya.

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