Los ataques y atentados en Afganistán, con la muerte de civiles, particularmente de las minorías chií, hazara y sufí, como principal objetivo, se siguen produciendo con absoluta cotidianidad.
Estos incidentes obligan a recordar los sucedidos en Kazajistán, a principios de año, que escalaron a disturbios que dejaron 225 muertos, obligando al presidente kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, a solicitar el apoyo de los miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva.
Ya nadie sabe que sucede en Etiopía, a nadie le importa esa pústula que es Darfur, el corazón sangrante de Sudán, donde entre el desastre humanitario y el exterminio de sus pobladores, apuntan a superar el récord ya establecido de los 300 mil muertos.
El cerco además de la obvia intención de impedir la fuga o asistencia a los terroristas tiene un objetivo, también fundamental, evitar la llegada de periodistas y funcionarios internacionales que puedan denunciar lo que es un secreto a voces, la guerra sucia que al-Sisi libra en el Sinaí.
04/05/2022opinionComentarios desactivados en Más leña para la primavera afgana
se han reportado ataques, fundamentalmente contra la población civil chiita, en distintas instituciones de esa comunidad en la capital, lo que ha empezado a resquebrajar la alianza de Irán con los mullah.
En la emblemática provincia de Kandahar donde tuvo su aparición el movimiento Talibán, La poderoso Red Haqqani, socios fundamentales de los mullas durante la guerra y que son un poder aparte en la arquitectura política del país, está comenzado una guerra por ahora sorda por el poder.
Nigeria, el país más poblado del continente con 206 millones de habitantes y un norte musulmán y un sur cristiano y animista, es una de las naciones más afectadas por la corrupción crónica, delincuencia común y terrorismo rigorista.