Groenlandia elige la independencia: una respuesta electoral a las amenazas de Trump

El Inuit Ataqatigiit ha capitalizado el creciente sentimiento independentista, un anhelo que se remonta décadas atrás pero que cobró nueva urgencia tras las declaraciones de Trump.

Por Redacción NR | 12/03/2025

En unas elecciones parlamentarias históricas celebradas este 11 de marzo, los ciudadanos de Groenlandia han dado un paso decisivo hacia la autodeterminación, otorgando una victoria contundente al partido independentista Inuit Ataqatigiit (IA), liderado por el actual primer ministro Múte Bourup Egede. Con un 31% de los votos, según los sondeos previos, y una coalición renovada con el partido socialdemócrata Siumut, el resultado no solo refuerza el deseo de independencia de este territorio autónomo danés, sino que también envía un mensaje claro a Estados Unidos y a las ambiciones expansionistas de Donald Trump, quien ha reiterado su intención de anexionarse la isla ártica.

Un voto por la soberanía

Las elecciones al Inatsisartut, el Parlamento groenlandés de 31 escaños, atrajeron una atención internacional sin precedentes debido al contexto geopolítico que las rodeó. Con una población de apenas 57.000 habitantes y 41.000 votantes convocados a las urnas, Groenlandia se encuentra en una encrucijada histórica. El Inuit Ataqatigiit ha capitalizado el creciente sentimiento independentista, un anhelo que se remonta décadas atrás pero que cobró nueva urgencia tras las declaraciones de Trump. El partido, que ya lideraba el gobierno desde 2021, aboga por una independencia gradual, condicionada al desarrollo económico y al fortalecimiento de sectores clave como la sanidad y la educación.

El principal rival en la oposición, el partido Naleraq, también independentista pero con una postura más radical que exigía un referéndum inmediato, obtuvo un respaldo significativo, alcanzando un estimado 16,5% de los votos. Aunque no logró superar a la coalición gobernante, su ascenso refleja la diversidad de enfoques dentro del movimiento soberanista. Por su parte, Siumut, con un enfoque más cauteloso sobre los plazos de la independencia, mantuvo su posición como socio esencial en el gobierno, consolidando un bloque proautonomía que domina el panorama político groenlandés.

Trump y la sombra de la anexión

El telón de fondo de estas elecciones no puede entenderse sin considerar las reiteradas amenazas de Donald Trump, quien, desde su reelección en noviembre de 2024, ha intensificado su retórica sobre Groenlandia. En un discurso ante el Congreso estadounidense, Trump afirmó que se apoderaría de la isla «de un modo u otro», argumentando razones de seguridad nacional y codiciando los vastos recursos naturales de la región, como petróleo, gas y tierras raras. Estas declaraciones, acompañadas de promesas de «invertir miles de millones de dólares» para «hacer ricos» a los groenlandeses, no solo fueron recibidas con escepticismo, sino que avivaron el rechazo visceral de la población.

Una encuesta reciente realizada por los diarios Berlingske (danés) y Sermitsiaq (groenlandés) reveló que el 85% de los groenlandeses se opone a convertirse en parte de Estados Unidos, mientras que solo un 6% lo ve con buenos ojos. Este sentimiento se reflejó en las palabras de Egede, quien, durante la campaña, afirmó en redes sociales: «No queremos ser estadounidenses ni daneses, somos kalaallit [término inuit para los groenlandeses], y los estadounidenses y su líder deben entenderlo». La visita de Donald Trump Jr. a Nuuk en enero, oficialmente catalogada como «turística» pero percibida como una operación de influencia, no hizo más que alimentar esta percepción de amenaza externa.

Una reacción a la presión geopolítica

La victoria de Inuit Ataqatigiit y el fortalecimiento del bloque independentista se interpretan como una respuesta directa a las pretensiones de Trump. Para muchos groenlandeses, la independencia no es solo una cuestión de identidad cultural o económica, sino una necesidad estratégica para evitar caer bajo la órbita de una potencia extranjera. «Trump nos ha dado un empujón que no esperábamos», comentó Pipaluk Lynge, diputada de IA, en una entrevista reciente. «Nos ha recordado que nuestra libertad no está garantizada si seguimos dependiendo de otros».

La relación con Dinamarca, que colonizó Groenlandia hace tres siglos y aún controla su política exterior y de defensa, también está en el centro del debate. Aunque el 84% de los groenlandeses desea la independencia, según la misma encuesta, el 45% la condiciona a que no afecte su nivel de vida, sostenido en gran medida por una subvención anual de Copenhague de 522 millones de euros. Este dilema económico ha sido un punto de fricción entre los partidos, pero las amenazas de Trump parecen haber unificado a la población en torno a la idea de tomar el control de su destino.

El camino por delante

Con los resultados aún frescos, el gobierno de Egede enfrenta ahora el desafío de traducir esta victoria electoral en pasos concretos hacia la independencia. El primer ministro ha insinuado que un referéndum podría estar en el horizonte, posiblemente alineado con las elecciones de 2029, aunque algunos analistas sugieren que la presión internacional podría acelerar este calendario. Mientras tanto, Dinamarca observa con cautela, consciente de que cualquier movimiento hacia la soberanía plena podría tensionar aún más sus relaciones con Estados Unidos, un aliado clave en la OTAN.

En Nuuk, las calles reflejan una mezcla de orgullo y cautela. «No queremos ser un peón en el juego de las grandes potencias», dijo Iluuna Olsen, una votante de 34 años, a las puertas de un supermercado. «Estas elecciones son nuestra forma de decir que Groenlandia decide su futuro». En un mundo donde el cambio climático abre nuevas rutas marítimas y expone recursos codiciados, la isla ártica se erige como un símbolo de resistencia, afirmando su voz frente a las ambiciones de Trump y las sombras de su pasado colonial.

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