«Galicia, larga noche de piedra» / «Galiza, longa noite de pedra»

“O teito é de pedra.
De pedra son os muros
i as tebras.
De pedra o chan
i as reixas.
As portas,
as cadeas,
o aire,
as fenestras,
as olladas,
son de pedra.
Os corazós dos homes
que ao lonxe espreitan,
feitos están
tamén
de pedra.”

Longa noite de pedra, Celso Emilio Ferreiro

“Castellanos de Castilla,
tratade ben ós galegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.

Cando foi, iba sorrindo,
cando ven, viña morrendo;
a luciña dos meus ollos,
o amantiño do meu peito

 Aquel máis que neve branco,
aquel de dozuras cheo,
aquel por quen eu vivía
e sen quen vivir non quero.
Foi a Castilla por pan
e saramagos lle deron;
déronlle fel por bebida.
peniñas por alimento.

Déronlle, en fin, canto amargo
ten a vida no seu seo…
¡Casteláns, casteláns,
tendes corazón de fero!”

Castellanos de Castilla de Rosalía de Castro

Galicia, tierra dotada de un infinito manto verde, inhóspitas y  crueles costas, meigas y platos siempre recién elaborados presentes en cada casa y taberna. Senderos agrestes, pese al asfalto, dibujados entre ciudades y aldeas recorridas demasiado a menudo al son de las gaitas de sus romerías y el sabor de su caldo, sus empanadas o su marisco… bañados finalmente según la tradición en Albariño o una Estrella Galicia. Tierra indómita a la vez que sumisa, eternamente enfangada en el profundo sueño de un pueblo guerrero que algún día despertará para reclamar a viva voz sus derechos. Pueblo Irmandiño, rebelde en sus formas y retranqueiro a lo largo del tiempo ante señores forasteros y autóctonos dictadores. Hogar de grandes plumas y viejos cantares, a menudo ignorados por el imperdonable pecado de quien ama a su propia lengua frente a la extranjera. Vehículo de versos a la añoranza de quien emigra, pero también a la rebeldía de quienes siempre mantendrán presente en su pecho un trozo de su tierra, por lejos que la necesidad los empuje. Tierra herida en sus costumbres, en su gente y su lengua, sometida y conquistada a lo largo del tiempo, pero también orgullosa y desafiante ante quienes desde fuera, finalmente quisieran verla por siempre arrodillada.

Se repitieron una vez más desde Castilla las burlas y los reproches sobre el votante gallego tras las últimas elecciones Autonómicas, en las que el PPdG, comandado por Alberto Núñez Feijóo, revalidó con holgura su mayoría absoluta pese a la campaña de ilusión promovida por En Marea y la supuesta fortaleza unitaria de la izquierda. Pusieron, quizás, demasiadas ilusiones en nuestra tierra, quienes dirigiendo el asalto al cielo desde Castilla, quisieron ver en la parafernalia electoralista un nuevo movimiento irmandiño inexistente. Supuso En Marea un paso adelante en la necesidad de confluencia de una izquierda que en Galicia lucha contra gigantes, unos monstruos con pies de barro, pero bolsillos de oro, con los que poder comprar a su gusto voluntades y votantes. Un sistema caciquil herencia de la del propio franquismo, cuyas reminiscencias sobreviven en una nación en donde por tierraaire y televisión, se lanza el mensaje al exterior de una Galicia idílica de canto y pandereta, mientras en sus entrañas, la despoblación, el paro y la corrupción, ahogan a un pueblo falto de ilusión que en demasiadas ocasiones, por no luchar ante gigantes, prefiere emigrar.

Un país sin modelo territorial, que ejemplifica perfectamente la sumisión e incompetencia de su gobierno frente a un oscuro futuro, en una comunidad en la que en el año 2024 los jubilados duplicarán a los menores de 20 anos. Donde durante 2014, se perdieron 48 habitantes cada día, mientras la inacción gubernamental, lograba que la tasa de natalidad llegase a los 7,2 nacimientos por cada mil habitantes, convirtiendo a Galicia en una de las comunidades con la tasa de natalidad más baja de la peninsula. Una población que se desangra al tiempo que lo hacen sus hasta ahora sectores productivos vitales, la industriael cercolas conserveras, el sector agrícolael lácteo…todos ellos enfrentados en los últimos años a la realidad de una economía propia de las colonias, en donde la precariedad de sus trabajadores, contrasta con el caudillismo económico de sus dirigentes.

En Galicia las normas las dictan los poderosos, mientras sus ciudadanos todavía hoy, se enfrentan durante su día a día al signo de quien en cierta forma, todavía no ha abandonado el sistema de poder propio del feudalismo. Una tierra de señores y vasallos, que incluso su vida deben poner a disposición de quien los gobierna, un país en el que se robo la verdad y la democracia, al tiempo que se compraba al rebelde y se castigaba al pecador. En donde silenciosamente se privatizó la vida y su naturaleza, al tiempo que se desterró a la cultura, savia de la resistencia de nuestra gente. Actuaciones políticas, todas ellas por obra y gracia de señores corruptos desde la cunasaqueadores y amigos de la represión, gobernantes extranjeros en una tierra conquistada, pero no castrada. Se reproduce todavía hoy silenciosamente la resistencia al expolio en cada puesto de trabajo precario, en cada agricultor o ganadero sometido a la dictadura de los precios propia de las multinacionales, en cada consumidor de nuestras aldeas que germina su resistencia en el hartazgo ante las eléctricas y la precariedad de su servicio. Cada parado, cada joven emigrante, cada jubilado tomado por bobo en sus estúpidas excursiones, cada madre y padre de los presos independentistas, cada gallego y cada gallega orgullosos de una tierra que hoy permanece hipotecada para beneficio de quien pese a nacer en Galicia, pretende cimentar su trono fuera de ella. No merece nuestra tierra un gobierno que la desprecie.

Pese a todo, volvemos el 25 de Julio a celebrar el día de nuestra patria en una postura de resistencia frente al bárbaro invasor, aquel que no por castellano, sino por expoliador, no puede más que ser considerado como extranjero en nuestra tierra. Sin duda sí algo hemos aprendido los gallegos tras el paso del tiempo, es que no hace falta nacer fuera de nuestras fronteras para poder ser considerado enemigo de Galicia, de Franco a Rajoy, pasando por Fraga o Feijóo, los políticas de quienes en esta tierra se criaron, han dado muestras de que no existe nada peor que la ingratitud de un hijo con su tierra. No debería suponer por tanto un lugar de nacimiento nunca un obstáculo para diferenciarnos entre nosotros y ellos, haría bien la izquierda gallega en lograr identificarse como tal: como izquierda y como gallega, signifique eso lo que signifique en el interior de cada uno.

No podemos permanecer ni un segundo más divididos por estúpidas rencillas frente al sometimiento unitario que desde fuera se nos impone, de igual modo que no debemos aceptar sin resistencia, mesiánicas soluciones diseñadas desde Madrid por líderes políticos más preocupados por su propio futuro electoral que por el de nuestos estómagos. Harían mal desde Podemos o Izquierda Unida, en intentar fagocitar la alternativa de En Marea, como mal haría también Luis Villares entendiendo su liderazgo más allá de la simple cabeza visible de un movimiento complejo y todavía vivo en el debate. En Marea no puede perecer fruto de las egolatrías y los cálculos políticos fantasiosos a la par que erróneos de cada formación, la única opción real para alcanzar la Xunta, es la unidad en la alternativa al PP.

Amenazan las rencillas entre viejos nacionalistas, nacionalistas y políticos de nuevo cuño, con enterrar a Galicia una vez más en una larga noche de piedra simbolizada esta vez en la derecha política y sus medidas liberales de acoso a la población. Quienes todavía hoy se consideran resistencia frente al sometimiento feudal en el que vive Galicia, deberían intentar comprender la urgencia en los tiempos y la necesidad política de una tierra que necesita una alternativa unitaria entre todas las formaciones progresistas, sean o no estas nacionalistas. Lo contrario supone un paso a la ignorancia, al ostracismo, a una larga noche sin perspectivas reales de cambio.

“Mas, sós os ignorantes,
E férridos e duros,
Imbéciles e escuros
No-nos entenden, non.

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«“O teito é de pedra.

De pedra son os muros
i as tebras.
De pedra o chan
i as reixas.
As portas,
as cadeas,
o aire,
as fenestras,
as olladas,
son de pedra.
Os corazós dos homes
que ao lonxe espreitan,
feitos están
tamén
de pedra»
Longa noite de pedra, Celso Emilio Ferreiro

“Castellanos de Castilla,
tratade ben ós galegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.

Cando foi, iba sorrindo,
cando ven, viña morrendo;
a luciña dos meus ollos,
o amantiño do meu peito

 Aquel máis que neve branco,
aquel de dozuras cheo,
aquel por quen eu vivía
e sen quen vivir non quero.
Foi a Castilla por pan
e saramagos lle deron;
déronlle fel por bebida.
peniñas por alimento.

Déronlle, en fin, canto amargo
ten a vida no seu seo…
¡Casteláns, casteláns,
tendes corazón de fero!”

Castellanos de Castilla de Rosalía de Castro

 

Galicia, terra dotada dun infinito manto verde, inhóspitas e  crueis costas, meigas e pratos sempre recentes presentes en cada casa e taberna. Carreiros agrestes, pese ao asfalto, debuxados entre cidades e aldeas percorridas demasiado a miúdo ao son das gaitas das súas romarías e o sabor do seu caldo, as súas empanadas ou o seu marisco… bañados todos eles finalmente en Albariño ou unha Estrella Galicia. Terra indómita á vez que sumisa, eternamente enfangada no profundo soño dun pobo guerreiro que algún día espertará para reclamar a viva voz os seus dereitos. Pobo Irmandiño, rebelde nas súas formas e retranqueiro ao longo do tempo ante señores forasteiros e autóctonos dictadores. Fogar de grandes plumas e vellos cantares, a miúdo ignorados polo imperdonable pecado de quen ama á súa propia lingua fronte á estranxeira. Vehículo de versos á añoranza de quen emigra, pero tamén á rebeldía de quen sempre manterá presente no seu peito un anaco da súa terra, por lonxe que a necesidade o empurre. Terra ferida nos seus costumes, na súa xente e a súa lingua, sometida e conquistada ao longo do tempo, pero tamén orgullosa e desafiante ante quen desde fóra, finalmente quixese vela por sempre axeonllada.

Repetíronse unha vez máis dende Castilla as burlas e reproches sobre o votante galego tralas últimas eleccións Autonómicas, nas que o PPdG, comandado por Alberto Núñez Feijóo, revalidou con folgura a súa maioría absoluta pese á campaña de ilusión promovida por En Marea e a suposta fortaleza unitaria da esquerda. Puxeron quizais na nosa terra demasiadas ilusións, quen dirixindo o asalto ao ceo dende Castela, quixeron ver na parafernalia electoralista, un novo movemento irmandiño inexistente. Supuxo En Marea un paso adiante na necesidade de confluencia dunha esquerda que en Galicia, loita contra xigantes, uns monstros con pés de barro, pero petos de ouro, cos que poder comprar ao seu gusto vontades e votantes. Un sistema caciquil herdanza do propio franquismo, cuxas reminiscencias sobreviven nunha nación onde por terra, aire e televisión, se lanza a mensaxe ao exterior dunha Galicia idílica de canto e pandeireta, mentres nas súas entrañas, a despoblación, o paro e a corrupción, afogan a un pobo falto de ilusión que en demasiadas ocasións, por non loitar ante xigantes, prefire emigrar.

Un país sen modelo territorial, que exemplifica perfectamente a submisión e incompetencia do seu goberno fronte a un escuro futuro, nunha comunidade na que no ano 2024 os xubilados duplicarán aos menores de 20 anos. Onde durante 2014, perdéronse 48 habitantes cada día, mentres a inacción do goberno, lograba que a taxa de natalidad chegase aos 7,2 nacementos por cada mil habitantes, convertendo a Galicia nunha das comunidades coa taxa de natalidade máis baixa da península. Unha poboación que se desangra á vez que o fan os seus ata agora sectores produtivos vitais, a industria, o cerco, as conserveiras, o sector agrícola, o lácteo…todos eles enfrontados nos últimos anos á realidade dunha economía propia das colonias, onde a precariedad dos seus traballadores, contrasta co caudillismo económico dos seus dirixentes.

En Galicia as normas son ditadas polos poderosos, mentres os seus cidadáns aínda hoxe, enfróntanse durante o seu día a día ao signo de quen en certa forma, aínda non abandonou o sistema de poder propio do feudalismo. Unha terra de señores e vasallos, que ata a súa vida deben poñer a disposición de quen os goberna, un país ao que se lle roubou a verdade e a democracia, á vez que se mercaba ao rebelde e se castigaba ao pecador. Onde silenciosamente se privatizou a vida e a súa natureza, á vez que se desterrou á cultura, savia da resistencia da nosa xente. Actuacións políticas, todas elas por obra e graza de señores corruptos dende o berce, saqueadores e amigos da represión, gobernantes estranxeiros nunha terra conquistada, pero non castrada. Reprodúcese aínda hoxe silenciosamente a resistencia ao expolio en cada posto de traballo precario, en cada agricultor ou gandeiro sometido á ditadura dos prezos propia das multinacionais, en cada consumidor das nosas aldeas que xermina a súa resistencia na fartura ante as eléctricas e a precariedad do seu servizo. Cada parado, cada mozo emigrante, cada xubilado tomado por parvo nas súas estúpidas excursións, cada nai e pai dos presos independentistas, cada galego e cada galega orgullosos dunha terra que hoxe, permanece hipotecada para beneficio de quen pese a nacer en Galicia, pretende cimentar o seu trono fóra dela. Non merece a nosa terra un goberno que a desprece.

Pese a todo, volvemos o 25 de Xullo a celebrar o día da nosa patria nunha postura de resistencia fronte ao bárbaro invasor, aquel que non por castelán, senón por expoliador, non pode máis que ser considerado como estranxeiro na nosa terra. Sen dúbida se algo aprendemos os galegos tralo paso do tempo, é que non fai falla nacer fóra das nosas fronteiras para poder ser considerado inimigo de Galicia, de Franco a Rajoy, pasando por Fraga ou Feijóo, as políticas de quen nesta terra se criou, deron mostras de que non existe nada peor que a ingratitude dun fillo coa súa terra. Non debería supoñer  logo un lugar de nacemento nunca un obstáculo para diferenciarnos entre nós e eles, faría ben a esquerda galega en lograr identificarse como tal: como esquerda e como galega, signifique iso o que signifique no interior de cada un.

Non podemos permanecer nin un segundo máis divididos por estúpidas rifas fronte ao sometemento unitario que desde fóra se nos impón, de igual modo que non debemos aceptar sen resistencia, mesiánicas solucións deseñadas desde Madrid por líderes políticos máis preocupados polo seu propio futuro electoral que polo dos nosos estómagos. Farían mal desde Podemos ou Esquerda Unida, en intentar fagocitar a alternativa de En Marea, como mal faría tamén Luís Villares entendendo o seu liderazgo máis aló da simple cabeza visible dun movemento complexo e aínda vivo no debate. En Marea non pode perecer froito das egolatrías e os cálculos políticos fantasiosos á vez que erróneos de cada formación, a única opción real para alcanzar a Xunta, é a unidade na alternativa ao PP.

Ameazan as rifas entre vellos nacionalistas, nacionalistas e políticos de novo cuño, con enterrar a Galiza unha vez máis nunha longa noite de pedra simbolizada esta vez na dereita política e as súas medidas liberais de acoso á poboación. Quen aínda hoxe se consideran resistencia fronte ao sometimiento feudal no que vive Galiza, deberían intentar comprender a urxencia nos tempos e a necesidade política dunha terra que necesita unha alternativa unitaria entre todas as formacións progresistas, sexan ou non estas nacionalistas. O contrario supón un paso á ignorancia, ao ostracismo, a unha longa noite sen perspectivas reais de cambio.

«Só os ignorantes
e débiles e duros,
imbéciles e escuros
non nos entenden, non.»

 

1 Comment

  1. Só podo dicir que grazas por este marabilloso artículo no que se resume á perfección a nosa Galiza, ainda que me doa aceptalo. Somos un pobo anticuado que polas palizas que nos deron e o que nos tocou vivir, o pobo prefiriu deixar de loitar antes que eliminar aos poderosos de onde están.

    Espero que Galiza cambie, porque é o meu país e o que menos soporto é ver como pouco a pouco cae en anacos.

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