Frontera infinita de Memorias

Ilustración: Evaristo Pereira

Por Xavier Moreda / Vigo Antifascista

Vivimos en Galiza en un bello y rico territorio. En el “confín de los verdes castros” el paisaje engaña. Hace 85 años, estos idílicos parajes fueron escenario de uno de los más graves crímenes cometidos en suelo europeo, previos a la segunda guerra mundial. Un genocidio que en Vigo comenzó con la lectura del estado de guerra por el capitán Carreró. Ese momento fue el inicio del genocidio. Debemos preguntarnos públicamente de manera simple y reiterativa porqué en ochenta y cinco años desde el inicio del genocidio no se estudia en las escuelas nuestra historia.

Debemos preguntarnos, pregunta a tu padre, a tu madre, a tus abuelos. Ha de ser una pregunta continua y actualizada, formulada de diferentes formas, cuestionada con diferentes giros. Nuestra geografía delimita y nos circunscribe, pero no debe limitarnos en la búsqueda de nada en esta FRONTEIRA INFINDA (frontera infinita) de memorias que serían solo de valor sentimental sino cumplieran una función transformadora y transformable y consecuentemente política, en estricto sentido. Variable según la planificación de quien entiende el valor de la Memoria y sus modos de empleo. La memoria debe tener una utilidad.

Nuestro deseo de ser se va modificando con el descubrimiento de la verdad, es por eso mismo que necesitamos hacer arqueología en ese substrato subjetivo llamado memoria, para su reconstrucción y la construcción de nuestra historia. De nuestro propio relato, como ahora tanto se dice, contra la simplificación desde la falsa equidistancia donde se sitúan los comisarios del olvido programado. Es preciso repetirlo: en Vigo, en Galiza no hubo guerra, hubo un genocidio perfectamente planificado.

Recuperar para nuestra Memoria, gallegos y gallegas republicanas es un acto de justicia, de deber de memoria que nos dignifica ante la cobardía y la falsa equidistancia frente a una criminal y continuista realidad de todos los que continúan simplificando, edulcorando y engrosando la leyenda de la transición y la ilegitimidad del régimen borbónico y de todos sus secuaces, ignorantes interesados ante las actitudes que todavía relativizan la responsabilidad criminal del franquismo. Su legalidad para la homologación de la violencia necesaria de la UNA, GRANDE Y LIBRE, también se fabricó, se falsifica y se interpreta por intereses espurios.

Rechazamos cualquier tipo parodia reparadora, la memoria o es antifascista o es simple representación burlesca, parte de ese memorialismo, de esa memoria ornamental diluida en el discurso de los dos bandos.

Exigimos justicia y memoria como derecho y patrimonio común. No debiera ser preciso utilizar como argumento legitimador, que “la República fue un gobierno legalmente constituido”. El estado español lleva fabricando e imponiendo legalidad sobre territorios ajenos desde hace muchos siglos. Canallas de todo tipo, charlatanes profesionales en funciones, manipulan el valor y el sentido de los sentimientos, de las palabras contra nuestros intereses, a su gusto.

Permiten la existencia de asociaciones franquistas y la intervención normalizada de los apologetas del fascismo en el propio parlamento, discursos como fascismo comercial asumible por la ignorancia. Como el discurso de Casado, es crucial para entender el origen de la justificación de toda “santa cruzada, vieja criminal o contemporánea». De los asesinatos en masa que generalmente son olvidados, borrados de la memoria colectiva.

Comenzamos pensando que son sólo palabras soeces para acabar siendo directivas del retorno, genocidas, homófobas. Hay comentarios en el parlamento español y conversaciones frívolas que “precocinan” leyes, fertilizan el hábitat para que estos ataques genocidas publicitados como “depuraciones necesarias” crezcan y sean asumidos naturalmente, normalizando partidos fascistas como Vox. Practican la anomia, y reinventan la eufemística nazi, fascista, franquista, dando nombres o escondiendo la realidad de los hechos, procesos alegales, personas y cosas. Lo que pretenden es impedir cualquier posible aproximación a la realidad que permitiría el auténtico desarrollo de los derechos del pueblo trabajador y de la nación como tal.

La conmemoración del genocidio iniciado el 20 de julio no es una simple diligencia sentimental y no puede ser una de tantas de ese modelo canónico instaurado convenientemente por las instituciones como barniz culturalista. Debemos reclamar y exigir justicia. Esta conmemoración del genocidio es un acto reivindicativo y de denuncia, no es un funeral. No contemplamos la memoria del genocidio como un hecho funerario, parte de un rito, de una letanía de una especie de religión civil con conmemoraciones litúrgicas que confortan parcialmente conciencias.

Las víctimas no murieron casualmente, ni de manera fortuita. Los campos de concentración, las violaciones a gran escala, la limpieza política y lingüística en curso por todo el país: fue ese el patrón utilizado por los genocidas, de los acontecimientos en los años que se sucedieron desde el 20 de julio del 36 y continuaron dura e intermitentemente hasta la muerte de la bestia. Fueron fusiladas, rapadas, violadas, incautadas sus propiedades, forzadas al exilio y a la depauperación.

Omitir o permanecer en la neutralidad es colaboracionismo, una conducta reprobable que ayuda al opresor a mantener la indefensión de las víctimas ante el victimario, jamás al pueblo oprimido.

Es necesario preguntarnos cómo pensamos nuestro futuro en ese ejercicio imprescindible de reconstrucción, de restauración de la Memoria como patrimonio común y derecho a ser, de sondear la propia conciencia. La legalidad se fabrica, se fabricó contra la legitimidad para proscribirnos. Frente a la legalidad creada a medida de los herederos del franquismo, la legitimidad de la memoria antifascista como un tesoro y patrimonio común. Si pretendemos combatir el fascismo, no puede ser en abstracto. Debemos actuar con urgencia y con mucha agilidad política.

La memoria también es cultura, pero no es sólo cultural. No se trata de coleccionar vidas o muertes, historias o leyendas. Ni de apropiarse de ellas con mentalidad museística o para que sean archivadas; accesibles sólo para el estudio de los historiadores. Hay que desclasificar los documentos donde los asesinos narran sus hazañas. Tienen que digitalizar los archivos y hacerlos públicos.

La Memoria es la substancia primordial de la que se alimenta la identidad de un pueblo y como tal debe de estar dentro de un espacio de seguridad, donde siempre, presente como fundamento de toda civilización, actúe como antídoto contra la barbarie. Recuperar la memoria es un acto de justicia ante la conducta criminal de Franco y la ilegitimidad de sus secuaces: ignorantes o desconocedores interesados que llaman “bando nacional” a una banda de delincuentes, los mismos que relativizan la responsabilidad criminal del franquismo, normalizándola como un acto irremediable.

 1/ Es imperativo ético recomponer las injusticias del pasado. El derecho a la Memoria, a la información, a la verdad es inherente al pueblo gallego y a cualquier pueblo. No queremos, no podemos olvidar lo que no fue conocido o reconocido por la historia oficial, no superaremos lo que nunca fue afrontado. Otros países hicieron posible este proceso y fortalecieron sus derechos democráticos asumiendo su propia historia. Los índices de violencia siempre tienen que ver con el incumplimiento de los derechos humanos que predominan en varios sectores de nuestra sociedad, en general, en contra de los sectores menos favorecidos. Nunca es tarde para reforzar el combate contra la impunidad y la falsa y criminal idea de que los órganos del estado tienen derecho a encarcelar, torturar y matar a cualquier sospechoso de actos considerados delictivos.

2/ La transición fue una patraña que interesaba al régimen borbónico y a los verdugos del franquismo todavía vivos, para legitimar a los asesinos y colaboracionistas, para amnistiarse. Si de verdad la transición hubiera sido para una democracia hubiéramos tenido unas instituciones sólidas que permitirían el debate público, Viven todavía del mito de la transición, vivimos en una transición sin fin. Dicho proceso estaría concluido si todos los asuntos relativos a la falsa historia del genocidio galego, la guerra civil española y a la imposición de la monarquía franquista: régimen borbónico, pudiesen ser discutidos con normalidad, libremente

La restitución de la memoria es en gran parte, la recuperación de valores transformadores de la sociedad. Crea conciencia social, de pueblo, y atenúa el dolor de las familias de las víctimas que nunca nadie cerró y que, por tanto, nadie puede reabrir. Sabemos que el aprovechamiento de esa voluntad de recuperación depende en gran parte de nosotros, militantes de la Memoria antifascista, de nuestro esfuerzo y de nuestras exigencias, pero corresponde a las administraciones públicas el proveimiento de instrumentos que permitan la restitución moral y legal. Tenemos derecho como pueblo gallego a la memoria, a nuestra Memoria.

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