Francisco José Rodríguez López, asesinado por ultraderechistas en Valencia, dos meses antes de que Milans del Bosch sacara los tanques a la calle

Pese a la pronta detención y la confesión del crimen por parte de José Palazón Sánchez, no hay ninguna información sobre si fue juzgado por el asesinato del joven Francisco José Rodríguez López, ni tampoco por las lesiones causadas a las otras tres personas a las que disparó. 

Por Angelo Nero

El 30 de diciembre de 1980 el periodista valenciano Jaime Millas, entonces corresponsal de El País en su comunidad, firmaba una crónica titulada “Un muerto y tres heridos por disparos de un ultraderechista en Valencia”, la crónica comenzaba así: “El joven Francisco José Rodríguez López, de veintiún años, resultó muerto y tres personas más heridas la consecuencia de los disparos efectuados por José Palazón Sánchez, de veinte años, vinculado a organizaciones ultraderechistas, en una céntrica calle de Valencia la noche del domingo pasado. Según el Gobierno Civil de Valencia, los hechos ocurrieron de la siguiente forma: a las nueve de la noche del domingo, un grupo compuesto por unos diez o quince jóvenes se hallaban situados en uno de los lados de la céntrica calle del Mar. En aquellos momentos pasó por delante de ellos otro grupo compuesto por cinco jóvenes que se dirigían a recoger una furgoneta que tenían aparcada en las inmediaciones, oyendo cómo desde el primer grupo se le gritaban frases como «Paso a los fachas», «Arriba España» y «Viva España».

Valencia sería uno de los escenarios, dos meses más tarde, del golpe de estado del 23 de febrero de 1981, cuando el teniente general Milans del Bosch, Capitanía General de la tercera región militar, sacó los tanques a la calle, y obligó al locutor de Radio Valencia José Luis Palmer, a leer el bando de guerra donde se afirmaba: “Se prohíbe el contacto con las Unidades Armadas por parte de la población civil. Dichas Unidades repelerán sin intimidación ni previo aviso todas las agresiones que puedan sufrir con la máxima energía. Igualmente repelerán agresiones contra edificios, establecimientos, vías de comunicación y transporte, Servicios de agua, luz y electricidad, así como dependencias y almacenes de primera necesidad.” También “Quedarán sometidos a la Jurisdicción Militar y tramitados por procedimientos sumarísimos todos los hechos comprendidos en el Artículo anterior, así como los delitos de rebelión, sedición y de atentado o resistencia a los Agentes de la Autoridad.” Sin olvidar un mandato expreso a los sindicatos y a los partidos políticos: “ Quedan prohibidos los lock-outs o huelgas. Se considerará como sedición el abandono del trabajo siendo principales responsables los dirigentes de sindicatos y asociaciones laborales.” “Quedan prohibidas todas las actividades públicas y privadas de todos los partidos políticos, prohibiéndose igualmente las reuniones superiores a cuatro personas, así como la utilización por los mismos de cualquier medio de comunicación social.” También el bando de Milans del Bosch terminaba con un “Viva España”.

Pero volvamos al relato de aquel 28 de diciembre de hace ahora 42 años, en el relato de Jaime Millas, que se publicaría dos días más tarde en el diario de PRISA: “Según manifestaciones de éstos, no hicieron caso y continuaron su marcha, siendo seguidos por el primer grupo a la vez que se les insultaba con frases de «macarras». Pocos segundos después se oyó una voz que partía de un individuo que iba al final del grupo seguidor que dijo: «Apartaos», y al que se vio que empuñaba una pistola con la que empezó a disparar rápidamente contra el segundo grupo a una distancia de seis o siete metros y sin mediar palabra.

Como consecuencia de estos disparos resultó muerto Francisco José Rodríguez López, de veintiún años, nacido en Valencia, que recibió el impacto de ocho balas. Este joven se encontraba en la ciudad pasando el período de permiso, ya que está cumpliendo el servicio militar en la provincia de Almería. También resultaron heridos Vicente Castro Llopis, con heridas de bala en la pierna y hombro; Salvador Peiró, con lesiones en el brazo recibidas al pasar por el lugar donde se produjo el tiroteo, y Benjamín Carracedo Ruiz, herido de poca gravedad en el pie derecho.”

No consta porqué José Palazón Sánchez disparó contra Francisco José Rodríguez y contra el resto del grupo, pero si su afiliación política: el Frente de la Juventud, una organización neofascista surgida en 1978, de una escisión de Fuerza Nueva, fundada por José de las Heras y Juan Ignacio González, y que llegó a tener varios centenares de militantes. La organización estuvo implicada en varios atentados contra sedes sindicales y políticas, y asesinatos como los de Javier Idígoras Navarrete y el mendigo Luis Arribas Santamaría.

El artículo de El País también recoge como fue la posterior detención de José Palazón: “Avisada la policía, recogió en el lugar de los hechos cuatro casquillos de pistola del calibre 9 milímetros Parabellum y cinco proyectiles disparados, e inició las investigaciones pertinentes con detenciones, registros e interrogatorios de al menos veinticinco personas.

Estas gestiones continuaron hasta el día de ayer, dando como resultado la detención de José Palazón Sánchez, de veinte años de edad, natural y vecino de Valencia, quien se confesó autor de los disparos que produjeron la muerte al soldado e hirieron a tres personas más. La detención resultó muy accidentada, por lo que los funcionarios de policía debieron realizar disparos intimidatorios al aire, ya que el sospechoso intentó huir.

José Palazón, más conocido por el Palas, es soltero, mecánico de profesión, y fue detenido en dos ocasiones: en junio de 1977 por tenencia ilícita de armas, y en julio de 1980 como autor del robo a una joyería. Hace aproximadamente un mes salió en libertad condicional bajo fianza. Palazón es conocido en los medios ultraderechistas valencianos, si bien ha sido sistemáticamente expulsado de organizaciones próximas a esta ideología por su carácter violento. En la actualidad, al parecer, no militaba en organizaciones ultraderechistas.”

Pese a la pronta detención y la confesión del crimen por parte de José Palazón Sánchez, no hay ninguna información sobre si fue juzgado por el asesinato del joven Francisco José Rodríguez López, ni tampoco por las lesiones causadas a las otras tres personas a las que disparó. Dos años después en otra crónica de El País, con fecha de 24 de octubre de 1984, y firmada por José Yoldi, con el título de “El juicio contra 33 ultraderechistas comenzó sin la presencia de los principales procesados”, aparecía su nombre en el proceso contra un nutrido grupo de militantes del Frente de Juventud de los que “se da la circunstancia de que todos los procesados se encuentran en libertad provisional, excepto uno que estuvo huido y se presentó al juez al cabo de varios meses y otro que tiene pendiente otro sumarlo”. Entre ellos estaba su fundador, José de las Heras, “presidente nacional del Frente de la Juventud, huyó de España en enero de este año, cuando tenía que comparecer al juicio contra la banda de ultraderechistas de la que era considerado el cerebro y cuyos miembros estaban acusados de varios atentados con víctimas -como el cometido contra EL PAIS y la colocación de una bomba en el barrio de Malasaña, de Madrid, que mató a una persona e hirió a otras nueve-, así como de dos asesinatos.” Para señalar a continuación que “José Palazón Sánchez y Arturo Barea no comparecieron al juicio y se supone que han huido.”

Hasta el día de hoy el asesino de Francisco José sigue desaparecido, mientras que el presidente del Frente de la Juventud, José de las Heras Hurtado, fue localizado en 2016 por periodistas de El País en Brasil, y seguía afirmándose en sus ideas: ““Si el 23-F entramos nosotros en el Congreso, habríamos matado a gente y el golpe habría triunfado. Pero eligieron a Tejero, a un caballero”.

El teniente general Milans del Bosch, condenado a 30 años de prisión por su implicación en el golpe de estado del 23-F, solo cumplió nueve años entre rejas. José Palazón, como José de las Heras y tantos ultraderechistas que escribieron las páginas más negras de la Transición Sangrienta, ni tan siquiera llegaron a pisar la cárcel. La impunidad se convirtió en una de las señas de identidad de una democracia que, durante décadas, ocultó a sus víctimas bajo la alfombra.

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