Francia | Macron o el caos

Por Daniel Seijo

Finalmente la mayoría de las predicciones electorales se han cumplido y la estrecha victoria en la primera vuelta de las presidenciales del candidato de En Marche! (En Marcha!) apenas 2,4 puntos por encima de la ultraderechista Marine Le Pen devuelven a la población francesa la disyuntiva del mal menor que tanto parece recordar a las elecciones presidenciales de 2002.

Entre los principales damnificados, Benoît Hamon y François Fillon, candidatos de los partidos tradicionales que han visto como sus respectivas candidaturas eran arrasadas por una nueva política (en ocasiones con un trasfondo tan viejo como el propio fascismo) para por primera vez desde 1958 dejar a los franceses sin un candidato socialista o conservador en el que poder confiar su voto en la segunda vuelta. Francia parece así haberse olvidado definitivamente del bipartidismo, dejando tras de si a un Partido Socialista pasokizado y a unos conservadores muy tocados anímicamente tras el PenelopegateUn partido conservador que sin embargo ha visto, como su candidato François Fillon era capaz de mantener la tercera posición con una defensa basada en el absurdo y la negación sistemática muy al estilo del modus operandi utilizado al otro lado de los Pirineos. Parece que al igual que allí, las promesas incumplidas y la traición al discurso de la izquierda tradicional, han pesado más en el aparente trasvase electoral a nuevas formaciones que la corrupción en el seno de la derecha.

Si Macron quiere el voto de la izquierda, deberá renunciar a disputar la presidencia a Le Pen en campos como la criminalización del emigrante, la persecución de las minorias, la islamofobia o el aumento de la militarización de la vida ciudadana.

A la hora de buscar explicaciones a lo ocurrido, la decepción con el gobierno de François Hollande y la clara renuncia de la izquierda francesa a la posibilidad de aplicar políticas alternativas al liberalismo, parecen encontrarse entre las principales causas de un escoramiento a la derecha en el electorado francés, que sin duda puede dar explicación en gran medida a la renovada fortaleza de un Frente Nacional que ha sabido interpretar perfectamente los tiempos políticos necesarios para con estudiada paciencia, comenzar a recoger los frutos sembrados en aquel dique de contención que la V República construyó con endebles cimientos en 2002 contra el viejo Jean-Marie Le Pen. Aquellas elecciones en las que el delincuente pareció vencer abultadamente al fascista parecen haber dejado tras de si un sentimiento de profunda decadencia en la política tradicional que quince años después, ha logrado transformarse en los anunciados fracasos de François Fillon Benoît Hamon, así como en el renacer de una alternativa fascista que en manos de Marine Le Pen ha sabido modular su discurso para aprovecharse del desencanto de una izquierda que desde Chirac se encuentra totalmente mimetizada con las doctrinas liberales y una derecha en rápido proceso de Lepenización fruto de una constante amenaza terrorista que mucho me temo, ha pasado ya a suponer un actor electoral más en nuestro continente.

Y ante estos resultados de nuevo la amenaza de «nosotros o el caos» a la que socialistas y republicanos han dado una inmediata respuesta expresado su firme apoyo al candidato de En Marche! con la intención de lograr detener la amenaza real de un gobierno de Marine Le Pen tras la segunda vuelta. Mientras por su parte, Jean-Luc Mélenchon, el candidato de la verdadera izquierda francesa, en un acto que lo honra prefirió convocar a a las más de 450.000 personas registradas en La France Insoumise a decidir su postura a través de una votación electrónica que decantará su línea de actuación de cara a la segunda vuelta. Una postura de indecisión o prudencia en La France Insoumise que se suma a la de La France Debout, si bien la formación gaullista renuncia a la consulta popular y decidirá su postura tras una reunión entre sus dirigentes.

Son pocas las alternativas para los franceses, en apenas dos semanas el ultraderechismo de Le Pen o ultraliberalismo de Macron se abrirán sin alternativa camino a la presidencia francesa y a estas alturas, las posturas de los partidos de la oposición no parecen diferir mucho de un sí o un no incondicional a MacronSi bien parece obvio que nadie en su sano juicio podría confiar su voto a Marine Le Pen desde la izquierda ¿Acaso Cabría un gramo de cordura en el voto a Macron?

Apoyar a Emmanuel Macron es dar el voto al ejecutivo de la jungla de Calais, el bombardeo de Siria o la violencia policial. Supone respaldar al enemigo de clase, a la casta, a quién durante años ha propiciado el auge de la extrema derecha con sus políticas de privatizaciones y recortes, para a continuación pedir el voto de la pinza en la nariz por responsabilidad política. La única solución verdaderamente digna para el votante francés es la del pulso a Macron y al liberalismo frente al chantaje de una derecha liberal que se muestra incapaz de ceder terreno en su cruzada contra los trabajadores para frenar al fascismo (Un fascismo que parece incomodar menos al poder que una alternativa de izquierda a su modelo económico y político)

Si Macron quiere el voto de la izquierda, deberá renunciar a disputar la presidencia a Le Pen en campos como la criminalización del emigrante, la persecución de las minorias, la islamofobia o el aumento de la militarización de la vida ciudadana. Es hora de comprender que votar a las políticas de Le Pen para vencerla, supondría al igual que en 2002, una nueva victoria a largo plazo del Frente Nacional.

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