Las islas de Martinica y Guadalupe son escenario desde hace 12 días de una ola de disturbios desencadenados por el desempleo estructural, altos índices de pobreza, salarios precarios y el deterioro en los servicios básicos.
Por Oriol Sabata
Estas colonias francesas en el Caribe, consideradas como «departamentos de Ultramar», llevan años sumidas en una crisis que se ha agravado con la pandemia y las restricciones. El Gobierno francés mandó efectivos de las fuerzas especiales y decretó el toque de queda para tratar de frenar las protestas de la población. Los manifestantes realizan desde hace días barricadas y cortes de carretera en distintos puntos, algo que obliga al cierre de la actividad comercial y a suspender clases. Las restricciones por covid solo resultaron ser la gota que colmó el vaso en un pueblo abandonado por la metrópoli y atravesado por la marginalidad y la miseria.
El primer ministro Emmanuel Macron ha querido en todo momento desvincular este descontento popular con causas más profundas, pero algunos miembros de su gabinete ya han reconocido que quizás se debería debatir el «status» de las islas, en una clara referencia a concederles una mayor autonomía. Así lo afirmó Sebastien Lecornu, ministro de Ultramar francés. “Algunos funcionarios han planteado la cuestión de la autonomía”, aseguró Lecornu este viernes 26 de noviembre.
Y es que más allá del contexto de crisis sanitaria fruto del covid, ya en el año 2009 hubo importantes protestas en las islas que paralizaron por completo la actividad durante un período de 44 días. Las razones de aquella huelga general fue el alto costo de la vida, mejoras laborales y la falta de servicios de calidad para los habitantes. Durante esas jornadas, los sindicatos destaparon la vergonzosa pobreza que se padecía y denunciaron los contrastes y la enorme desigualdad social que sufría la clase trabajadora autóctona en una isla orientada al turismo de lujo para los franceses adinerados de la metrópoli.
Ante la presión, el gobierno francés encabezado por Nicolás Sarkozy accedió finalmente a las demandas de los sindicatos. En marzo, miles de personas marcharon por las calles de Pointe-à-Pitre (Guadalupe) para celebrar la victoria. Hoy las calles de Martinica y Guadalupe vuelven a arder por los mismos motivos y bajo el histórico yugo del colonialismo europeo.
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