Filantrocapitalismo

No creo en Carlos Marx[1]

Shakira

La caridad burguesa, más conocida como filantrocapitalismo está de moda. George Soros, Bill Gates o Mark Zuckerberg son solo algunos de sus actuales impulsores. Estas madres teresas de Calcuta modernos son acérrimos defensores de este movimiento. Un término en sí confuso, peculiar y, en cierto sentido, antagónico. Según la RAE, «filantropía» significa amor al género humano; y «capitalismo» se define como un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado. En este sentido, intentar mezclar estos conceptos es lo mismo que hacerlo entre el agua y el aceite, sin embargo, si en algo se ha especializado la ideología dominante es en crear realidades y conceptos que suenen armoniosos pero oculten, a la vez, su atroz contenido medular, en este caso: la expansión del neoliberalismo (sobre todo, en países menos desarrollados) en base a limosnas viles.

El fenómeno del filantrocapitalismo no es nuevo, ya desde principios del siglo XX se documenta la existencia de acaudalados altruistas principalmente en EE.UU. Pero no será hasta 2009 cuando este término fue acuñado por Matthew Bishop, en su obra Filantrocapitalismo: Cómo los ricos pueden salvar el mundo. En el cual, el autor defiende abiertamente que el sistema capitalista puede “socorrer al mundo” gracias a la incalculable contribución de ricachones ansiosos por ayudar a la humanidad –todo ello desde una vertiente empresarial, claro está– en asuntos tan diversos como: el sistema público educativo, el cambio climático, la guerra o el desarrollo económico de los países pobres.

En la actualidad, entre una extensa lista de estos evangelistas del capitalismo destacan George Soros y Bill Gates. Ambos, reconocidos hombres de éxito –emprendedores hechos a sí mismo dirían algunos– y amantes de la humanidad, destacan por su labor en el ámbito del crimen. El primero, en su libro La crisis del capitalismo global, reconoce abiertamente que él mismo provocó la quiebra del Banco de Inglaterra (1992), la crisis financiera asiática de 1997, y el desplome del rublo ruso en 1998[2]. El segundo no se queda atrás, la fundación Gates ha adquirido 500 mil acciones de Monsanto (valoradas aproximadamente en 23 millones de USD), conglomerado empresarial que se dedica entre otras actividades a crear soja modificada genéticamente para introducirla en países africanos, y desarrolla pesticidas y otros productos agropecuarios que representan un grave problema para la salud pública[3].

Así pues, como bien es sabido, ante la desaparición del Estado (desmantelamiento de los servicios públicos) las mafias capan a sus anchas, en la medida en que llegan a construir institucionalidad, sentido de comunidad en ocasiones. Pues bien, no es exagerado advertir que la actuación de los filantroempresarios –el archiconocido mafioso Pablo Escobar lo fue también– y su séquito de fundaciones actúan de la misma manera: ingentes cantidades de dinero –no lo olvidemos, fruto de la plusvalía extraída a sus trabajadores previamente–  se canalizan, especialmente, a países con estructuras institucionales frágiles, cuyos dirigentes están encantados de recibir esta “ayuda” para ganar popularidad entre sus votantes. Sin embargo, no han sido pocas las ocasiones en las que estos supuestos actos de bondad neoliberal han sido la tapadera perfecta para limpiar sus vergüenzas de cara a la sociedad –sus consumidores, mejor dicho–; plantear la posibilidad de crear un capitalismo de rostro humano, y, sobre todo, endulzar a estos dirigentes para facilitar la entrada de sus empresas, hacer negocios allí, y como buenos emprendedores, recuperar sus inversiones-limosnas. Si a George Bush le sirvió la invasión de Irak para incentivar el negocio de la guerra y la destrucción, y más tarde la industria de la reconstrucción; a los filantrocapitalistas les basta con aplicar una estrategia más amable y cándida para engrasar su maquinaria empresarial.

La caridad burguesa, más conocida como filantrocapitalismo está de moda. (…) si en algo se ha especializado la ideología dominante es en crear realidades y conceptos que suenen armoniosos pero oculten, a la vez, su atroz contenido medular, en este caso: la expansión del neoliberalismo (sobre todo, en países menos desarrollados) en base a limosnas viles.

La hipocresía es una seña de identidad del sistema vigente. Por una parte, te roba, te explota, y te domina; y por otra, predica altivamente el altruismo, el humanismo, y la solidaridad… Una vuelta de tuerca más al mito del capitalista bueno, el cual, con su bondad y carisma natural oculta siniestramente la decadencia de un (des)orden (anti)social en putrefacción. Así, si los capitalistas quieren salvar a la humanidad como muchos de los eslóganes de sus fundaciones propugnan, deberían simplemente plantearse desaparecer –como clase social, se entiende–, pero como sabemos a ciencia cierta que no lo harán ni en sus peores pesadillas, será necesario darles un empujón. La caridad burguesa degrada y es asimétrica, el fruto del trabajo no pagado en forma de dádiva neoliberal a personas humildes no puede ser el bálsamo de Fierabrás que enmiende las terribles consecuencias de la barbarie capitalista actual.

[1] Fragmento de la canción No Creo, incluida en el disco ¿Dónde están los ladrones? (1998) de la cantante colombiana Shakira. Referente latinoamericano del llamado filantrocapitalismo: https://www.youtube.com/watch?v=bA-f6L8UmtM

[2] https://politicacritica.com/2015/04/29/soros-y-el-filantrocapitalismo-o-como-los-ricos-heredaran-la-tierra/

[3] http://pijamasurf.com/2014/01/el-filantrocapitalismo-de-bono-y-bill-gates-ayuda-a-los-pobres-que-beneficia-mas-a-los-ricos/

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