Feminismo y socialismo: la cuestión del sufragio en 1929

Los socialistas españoles consideraban que las denominadas “izquierdas burguesas” temían que el sufragio femenino se inclinase hacia la reacción

Por Eduardo Montagut

El socialismo español siempre abogó por el reconocimiento del derecho al sufragio femenino, a pesar de las medias verdades y tergiversaciones que desde su reconocimiento en la Constitución de 1931 se han dicho sobre esta cuestión. Sin lugar a dudas, el socialismo en España destiló cierto paternalismo en relación con la lucha política y sindical femenina al establecer la necesidad de fomentar la educación política de las mujeres al considerar que no tenían la formación suficiente en ambas cuestiones. En este sentido, se hizo muy frecuente la apelación a la responsabilidad de los cuadros y militantes, tanto del Partido como del Sindicato, en esa tarea educativa. Pero, insistimos, el PSOE siempre abogó por el derecho al sufragio sin posponerlo, considerando su reconocimiento como un reto para luchar porque ese voto no se inclinase hacia las derechas, un supuesto peligro siempre planteado en el ámbito de las distintas izquierdas, al considerar que la mujer española estaba fuertemente mediatizada por la Iglesia.

 En julio de 1929, al calor del debate sobre el derecho al voto en Francia el periódico El Socialista dedicó un extenso artículo editorial sobre los derechos de las mujeres. Como es sabido, el derecho al voto en el país vecino tardó todavía, no alcanzándose hasta después de la Segunda Guerra Mundial. El Congreso había aprobado el sufragio, pero no lo había sancionado el Senado donde los radicales se habían pronunciado en contra, es decir, la izquierda no obrera. En cambio, la SFIO había decidido en su Congreso de Nancy, y por unanimidad, emprender una campaña en favor del voto femenino. El Socialista llegó a reproducirla en sus páginas.

Los socialistas españoles consideraban que las denominadas “izquierdas burguesas” temían que el sufragio femenino se inclinase hacia la reacción, en línea con lo que nosotros expresamos más arriba. Podía ocurrir, se afirmaba, pero si eso acontecía la culpa sería de la izquierda por no educar a las esposas, hermanas e hijas. No se podía ser radical en el centro de trabajo y en casa enemigo de las reivindicaciones femeninas. El artículo advertía que no se podía caer en esa contradicción, toda una declaración de intenciones.

Se consideraba que no era posible inhibir a la mujer de la lucha política, como no era ajena a la lucha social. Era trabajadora, ya fuese manual, ya intelectual, quisiera o no. Así pues, había de ser ciudadana, lo pidiese o no.

Pero se reconocía que las derechas estaban entusiasmadas con el voto femenino en los países latinos. Podía ser, se reconocía, y se ponía el caso belga donde parte de los socialistas y liberales se oponían al reconocimiento del derecho al sufragio femenino, pero el socialismo español consideraba que esa oposición era pueril y extemporánea porque la intervención de las mujeres en la vida social y política la imponían los hechos diarios, y querer obstaculizarla era, en partidos “avanzados”, contraproducente.

Por ello, se afirmaba que los socialistas españoles siempre habían coincidido en apreciar esta cuestión, defendiendo la igualdad de derechos y de deberes para ambos sexos.

El artículo terminaba afirmando que la organización sindical femenina era cada día más numerosa, que ya eran millares las mujeres organizadas en España, la mayoría, siempre según el artículo, en la UGT. También se detectarían signos de crecimiento en el campo político. Se explicaba que muchas Agrupaciones y Juventudes habían hecho llamamientos para las mujeres. Se afirmaba que en unos meses el impulso político femenino sería grande en España. En eso se confiaba. Sería un error dejar pasar la oportunidad de “conquistar y educar a la mujer española, haciéndola apta para las luchas políticas”.


Hemos empleado como fuente el número 6365, del 4 de julio de 1929, de El Socialista.

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