Más pobreza y más desigualdad. Caminamos en la dirección opuesta a lo que sería deseable y exigible a cualquier gobierno.
Por Pedro Labrado
Arrancamos un nuevo año, parece que será ya un año de casi total normalidad sanitaria tras más de dos años de la desoladora pandemia de la COVID-19.
También arrancamos un nuevo año en el que en España la campaña electoral ya va a ser permanente, si no lo ha venido siendo ya desde hace mucho.
Afrontar un nuevo año, poner en marcha proyectos personales en el ámbito particular y poner en marcha políticas, presupuestos, decisiones en el ámbito general y gubernamental.
Son momentos de previsiones de organismos nacionales como el Banco de España e internacionales como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo. Se publican cálculos sobre previsiones en el crecimiento del PIB de los distintos países, corrigiendo siempre previsiones anteriores, previsiones sobre cómo van a evolucionar las cifras de empleo, sobre como variará la inflación, si seguirá creciendo o empezará a ceder a la baja, previsiones sobre la evolución de los tipos de interés del Banco Central Europeo y del resto de bancos centrales y como se traducirán estas decisiones en los tipos de interés que tendrán que pagar particulares y empresas por sus créditos y un sinfín más de apuestas sobre el futuro económico-financiero que nos espera en los próximos meses.
Estas últimas semanas de catarata de “apuestas” sobre nuestro futuro económico me hacen reflexionar sobre como el cumplimiento o no de todas esas previsiones va a influir en la calidad de vida de la gente y en la disminución de las distintas brechas económicas entre colectivos y territorios.
Todos estos estudios sobre el posible futuro deben servir para que las políticas que se pongan en marcha tengan como finalidad esa mejora en la vida de la gente y por extensión la reducción de las inmensas brechas socio-económicas que soportamos. Esta orientación pondría a los distintos gobiernos nacionales y supranacionales en el camino de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 aprobados por todos los países miembros de la ONU, en particular el Objetivo 1 sobre “poner fin a la pobreza en todas sus formas”, el 2 sobre “poner fin al hambre”, el 5 sobre “igualdad entre los géneros”, el 7 sobre “acceso a energía asequible”, el 8 sobre “trabajo decente” y por supuesto el 10 sobre “reducción de la desigualdad en y entre los países”. Nos adentramos en el 2023, el 2030 está cada vez más cerca.
En lo que se refiere a España, el camino parece largo de recorrer ya que, a la espera de las cifras de cierre del año 2022, la situación está muy lejos de ser la ideal, al cierre del año 2021 la desigualdad entre ricos y pobres aumentó en España más que en los últimos 13 años con un significativo repunte según el informe anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES). Datos en la misma dirección se desprenden del índice GINI para España que vuelve a acercar el índice a las cifras provocadas por la crisis financiera de 2007-2008 situándose en los 33 puntos para 2021.
Medidor de la desigualdad Índice Gini.
El índice va de 0 y 100. 0 significa que todas las personas tienen los mismos ingresos (igualdad perfecta). 100 significa que una sola persona acapara todos los ingresos de la población (desigualdad perfecta).
El índice Gini alcanzó su máximo en plena crisis financiera en 2014 con un valor de 34,7 puntos. A partir de 2015 experimento un paulatino descenso hasta llegar a su mínimo desde 2008 situándose en un valor de 32.1 puntos. La pandemia interrumpió este paulatino descenso para repuntar como decíamos hasta los 33 puntos en 2021.
El informe anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) además de recoger el aumento de la brecha entre ricos y pobres que ha vuelto a repuntar en estos dos últimos años de pandemia del coronavirus, apunta igualmente el incremento para España del indicador AROPE que se encarga de medir qué personas se encuentran en riesgo de exclusión social y pobreza.
Más pobreza y más desigualdad, más brecha. Caminando en la dirección opuesta a la consecución de los ODS de la agenda 2030 y de lo que sería deseable y exigible a cualquier gobierno. Es cierto que el impacto de la crisis sanitaria y la reciente crisis energética derivada del conflicto Rusia-Ucrania han empujado todos estos índices a peores datos dificultando la acción de los gobiernos, pero no debe ser excusa para no luchar por todos los medios y volver a torcer la curva a trayectoria descendente. El acceso a vivienda, suministros y alimentación equilibrada es básico.
En España para recorrer este camino, en materia de vivienda es imprescindible la aprobación de una ley de vivienda pensando en la ciudadanía y no en los promotores, constructores y grandes tenedores; en materia de suministros energéticos se debe de seguir profundizando en el camino iniciado de reforma en la fijación de los precios del sector ( sería ideal la puesta en marcha de una empresa pública de energía), y en materia de acceso a una alimentación suficiente y equilibrada, más que una modificación de tipos en el IVA como ha hecho el gobierno y anunciada como provisional, es necesario un control efectivo y riguroso de que las grandes distribuidoras solo lleven al precio final de los alimentos los incrementos de costes reales y no aprovechen que el Pisuerga de la inflación pasa por el Valladolid de las cuentas de resultados y desemboque en unos beneficios extraordinarios salidos del sufrimiento de la gente.
Para terminar, trabajo para todas y todos con condiciones laborales dignas incluyendo salarios suficientes y adecuadamente actualizados nos traerían un FELIZ AÑO sin pobreza y sin brechas económicas insoportables.
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