Existe una solución para Cataluña

Artículo y fotografía de Ignacio Luna

España asume hoy uno de sus retos más importantes. Ha llegado el momento de que el país que ha sufrido y sufre las consecuencias de la terrible crisis económica, política y social, se enfrente de manera decidida a resolver sus problemas territoriales. Como hemos podido comprobar en las últimas horas no hay tiempo que perder. Este país se lo juega todo. Ahora o nunca. Cierto es que el enredo parece imposible de desenmarañar. No obstante, que nadie se equivoque. No hay reto que no se pueda resolver, por difícil que parezca. Sólo hace falta una cosa, voluntad. Determinación para asumir la responsabilidad de remediar los males de una nación que parece agonizante. No hay tiempo para más parches. Ha llegado la hora de entrar en quirófano y operar a corazón abierto. La gangrena recorre ya la mayor parte de los tejidos orgánicos ante la falta de una voluntad política que con audacia y valentía ansíe atajar los males de este dolorido enfermo. España, que no es más que la suma de un conjunto de pueblos que decidieron unirse para forjar la identidad de un futuro en común, debe de decidir si quiere seguir para adelante o permitir que cada pueblo emprenda hoy su camino. Ha llegado la hora de asumir la responsabilidad necesaria para actuar con coraje y audacia. Y también de hablar claro. El catalanismo ha sido una fuerza de regeneración de España. Buena parte del Estado autonómico se la debemos a los catalanes. Sin embargo, esa pasión diferencial se ha adueñado de una forma de vida que pone ahora en peligro la estabilidad del proyecto español.

Bajo la dejación de los dos grandes partidos el nacionalismo más voraz se ha consolidado como una opción de futuro ante un pueblo desesperanzado, al que nada se le puede reprochar. Ante una España que no sabe cómo resolver sus problemas de hoy e ilusionar a las generaciones del mañana, resulta comprensible que cualquier espejismo, por quimérico que parezca, sirva para despertar las conciencias de aquellos que están desalentados.

Este país necesita de renovados argumentos para seguir adelante. España, un Estado plurinacional, debe luchar por conseguir un Parlamento fuerte, en el que el debate esté por encima del angustioso poder tiránico de los dos partidos políticos hegemónicos.

Ante semejante escenario Cataluña tiene un problema y por ende, toda España. Desde hace una década las relaciones entre este territorio y el Estado español han entrado en un círculo de deterioro dramático. Sin duda, por culpa del repugnante interés de los partidos políticos que decidieron crispar a una sociedad como mecanismo electoralista. La tramitación del Estatut abrió la caja de los truenos. Pero, que nadie se engañe. La necesidad de reabrir la polémica sobre la aprobación de un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña fue únicamente la motivación de unos políticos que intentaban desviar la atención, para ocultar así, su pésima gestión al frente del Gobierno de la Generalitat. En el barómetro de opinión política llevado a cabo por el Centro de Estudios de Opinión (CEO), el CIS catalán, en noviembre de 2005 -en plena vorágine de tramitación de la nueva norma autonómica y cuando se suponía más preocupaba a los ciudadanos- se desveló que el Estatuto no estaba entre las prioridades de la población. Un 33,6 por ciento de los ciudadanos creía que la prioridad del Gobierno autonómico debía de ser atajar el problema de la inmigración, mientras que un 29,4 por ciento consideraba que debía de ser el empleo y la precariedad laboral. Para un 18,9 por ciento la prioridad pasaba por los problemas de acceso a la vivienda. La necesidad de un nuevo estatuto sólo era un problema para un 15,5 por ciento de la población. Asimismo, las relaciones entre Cataluña y España preocupaban únicamente a un 3,3 por ciento de los encuestados. Los políticos catalanes y españoles nos metieron en una maraña de la que ahora no saben cómo salir. Es más, respecto al proceso identitario sólo el 27 por ciento de los catalanes se sentía más catalán que español y únicamente el 14,7 por ciento afirmaba sentirse sólo catalán. Esta es una peculiaridad más de las muchas que se deben de estudiar para comprender lo que está pasando en la actualidad. Un proceso dramático y manipulado por parte de los partidos políticos de la vieja clase y los nacionalismos exacerbados. Un cúmulo de pequeñas heridas que han convergido en un independentismo sin salida al que ahora parece estar avocado el pueblo catalán. Las elecciones autonómicas del 27 de septiembre de 2015, planteadas por algunos como un plebiscito, han generado una crisis de la que ahora resulta imposible salir.

Mientras tanto en España los distintos partidos, tras el 20-D, se debaten entre si existe la voluntad de ceder y llegar a acuerdos o iniciar un nuevo proceso electoral. El país con una de las clases políticas más vergonzosas del mundo, de nuevo observa con perplejidad como los partidos, desprovistos del arrojo necesario, son incapaces de llegar a acuerdos cuando más se les necesita porque su ambicioso ego se lo impide.

 

1 Comment

  1. Como trabajador estoy a favor de la unidad de España, de lo contrario sería debilitar a Cataluña y a España en beneficio de las potencias. Si ahora no «atracan», debilitados en pequeñas repúblicas estaríamos pronto en la órbita de la Merkel, del FMI…

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