Ética y estética de la derecha española

Por Rafael Silva


“Los fascistas del futuro no van a tener el estereotipo de Hitler o Mussolini. No van a tener gesto de duro militar. Van a ser hombres hablando de todo aquello que la mayoría quiere oír. Sobre bondad, familia, buenas costumbres, religión y ética. En esa hora va a surgir el nuevo demonio, y tan pocos van a percibir que la historia se está repitiendo”

(José Saramago)

“Vox, un partido que se reclama heredero del pasado totalitario de España, dice que tienen derecho a pisotear la democracia porque para eso ganaron la guerra del 36. Son los franquistas de siempre (en este caso, apadrinado y mantenido siempre por Esperanza Aguirre). Su discurso es igual de medieval que el de Bolsonaro: una patria excluyente a la que solo ellos tienen derecho, machismo violento, patriarcalismo infecto, racismo nada cristiano, homofobia, culto a las armas, odio a la democracia, apoyo al capitalismo y, al tiempo, un discurso falso que dice España primero”

(Juan Carlos Monedero)

“La derecha española es temible cuando detenta el poder, pero aún más cuando está en la oposición, piensa que el no gobernar es una anomalía que hay que subsanar cuanto antes por cualquier procedimiento. Todo vale, especialmente mentir y despertar en la gente sus instintos más primarios. Lo hacen porque piensan que España es solamente el Partido Popular que es el único Partido que la defiende, los demás somos antiespañoles que queremos romper España. Por eso si no gobiernan, su España se disuelve entre los separatistas, terroristas y gente de mal vivir. De ahí la necesidad ineludible que tienen de gobernar si se quiere que España perdure…y el Rey… y la Iglesia”

(Herminio Trigo)

“Gritos furibundos hablando de la “España viva” que se alza ante el independentismo, la llegada del islamismo, el ataque a la propiedad y a las tradiciones, la vida de ancianos y no-natos. El acto más atestado de Vox, con la asistencia de 10.000 personas y otras 3.000 que no pudieron entrar al recinto de Vistalegre, según ellos, se cerró con la Marcha Real y el estupor del resto del Estado Español”

(Diego Lotito y Víctor Stanzyk)


 

El fantasma de la derecha recorre España. Vuelven a surgir sus monstruos y sus líderes. Envalentonados quizá con el fantasma de la derecha que recorre el mundo de Norte a Sur y de Este a Oeste. Asistimos desgraciadamente a un escenario de avances electorales, entrada en Parlamentos, y vigorización de los mensajes de esta derecha mundial de carácter radical, populista y xenófoba. Los mensajes de esta derecha suelen centrarse en el ultranacionalismo y contra la inmigración. Ambos ejes tienen en común el desprecio al diferente, la exclusión del otro, el fomento del rechazo al extranjero. En nuestro país suele ser además una derecha absolutamente rancia y casposa, tanto en la ética como en la estética. Todo ello se plasma en la defensa a ultranza de los valores tradicionales, el anti-feminismo, el capitalismo nacional (de amiguetes, que fomenta la corrupción), o la defensa de «la ley y el orden». En España además se han apropiado del concepto de patria, fenómeno que se retrotrae al franquismo, pues entienden que sólo ellos representan la verdadera España, y los demás somos poco menos que anti-españoles o anti-patriotas. Practican, en este sentido, una visión uniforme y excluyente de nuestro país, e incluso en el caso de Vox (y en menor medida Ciudadanos) desean de nuevo un Estado centralista, acabando con el Estado de las Autonomías (ello se ha reforzado también a raíz del ascenso del independentismo en Cataluña). Representan un neofascismo a la española, y no tienen empacho en lucir determinada simbología, expresada en vestimenta, cánticos, proclamas, declaraciones y odas a los símbolos nacionales (la bandera, sobre todo).

En el exterior, véanse los casos de Hungría, Italia o Polonia en nuestro continente europeo, o los de Estados Unidos, Brasil o Argentina en el continente americano. Pero hay más: en Alemania los neonazis volvieron al Bundestag (AfD), en Noruega, Francia y otros ex Países del Este su avance parece imparable, y no digamos nada sobre el Gobierno de Israel, o Arabia Saudita, que son Estados absolutamente autoritarios. Podríamos poner infinidad de ejemplos más. En el Parlamento Europeo tenemos una presencia ciertamente extensa de las fuerzas políticas de la ultraderecha, representando el 17% de los eurodiputados, 130 sobre 751 (tal como nos indica Jesús Sánchez Rodríguez en este reciente artículo para el medio digital Rebelion). Aquí el abanico está compuesto por el Partido Popular Europeo, los Conservadores y Reformistas Europeos, el grupo Europa de las Naciones y de las Libertades, Europa de la Libertad, Democracia Directa y el grupo de los no inscritos. Pero en realidad…¿Qué significa ser de derechas? Nosotros ya intentamos explicarlo en sentido general en este artículo, y sus posturas misógenas, racistas, clasistas, homófobas, etc., se pueden apreciar claramente en la inmensa mayoría de estas formaciones. Según el estadounidense Bernie Sanders (en entrevista al medio The Guardian, citada por Pedro Santander en este artículo del digital Rebelion), estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo eje autoritario. Según Sanders, sus líderes están conectados a una red de oligarcas multimillonarios que contemplan al mundo como su inmenso juguete económico, y organizan su estrategia como un frente común. No están solos. Cuánta razón tenía Nicolás Maduro cuando se refería al eje Madrid-Bogotá-Miami, como cerco hostil a sus políticas. Pertenecen y despliegan grandes alianzas internacionales, que están en estrecho contacto entre sí, comparten tácticas, y como en el caso de los movimientos de extrema derecha europeos y estadounidenses, incluso comparten algunos de sus financiadores.

El gran objetivo de esta extrema derecha sería derribar el orden mundial surgido posteriormente a la Segunda Guerra Mundial, que según ellos, limita su acceso al poder y a la riqueza. Y así, los discursos y programas de esta alianza mundial conservadora y neo-fascista comparten muchas características comunes: hostilidad hacia la democracia, rechazo a la diversidad (de pueblos, de culturas…), y obsesión por impedir a toda costa que alcance el poder político la izquierda anticapitalista. Ellos están, siguen aún, instalados en la idea de que el Gobierno debe beneficiar a sus propios intereses, y de ahí su acoso y derribo hacia todo lo que huela a público, o a organización social. Pero volvamos al caso español, que es el que nos ocupa. Recientemente Vox conseguía reunir a más de 10.000 personas en un acto en el Palacio de Vistalegre. Mediante espantosas consignas y mensajes excluyentes, estos «españoles» revitalizan o vuelven a traernos a la memoria (al igual que el PP y Ciudadanos, sus compañeros de ideario) la oscuridad del franquismo. Son mentirosos, arrogantes, trasnochados, y el pueblo les importa un pimiento en adobo. Sus intereses son los mismos que los de las grandes empresas, sus miras son las mismas, sus objetivos, actitudes y su prepotencia también. No creen en los pueblos. Reniegan de la sociedad. Son vergonzantes vasallos de la Monarquía. esa misma que les procura los negocios. Son manijeros de los ricos y poderosos. Sólo entienden España cuando la gobiernan ellos. En palabras de Juan Carlos Monedero: «A la derecha cobarde que se llena la boca de España, le sobra media España. Esa derecha es la que trajo aquí a las tropas moras en el 36 para violar españolas, es la que entregó las bases, suelo español, a los norteamericanos, es la que trajo a una dinastía extranjera, los borbones, a reinar en España, y es la que ahora pide que Bruselas tumbe la decisión de mejorar la vida de la gente pobre en España«.

Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal forman en nuestro país ese trío de la derecha, que compite entre sí por endurecer sus mensajes, por evolucionar cada vez más hacia la derecha extrema. Son la versión «a la española» del Frente Nacional Francés, o de la «Alt-Right» norteamericana. Pero igual simpatizan también con el húngaro Viktor Orban o con el italiano Matteo Salvini. Son la derecha pura y dura. Cada una con sus matices, pero derecha al fin y al cabo. Vox es el más reciente de la saga. Surgió a finales de 2013 como una especie de escisión a la derecha de la derecha del PP, tanto en Euskadi como en el resto del Estado. El PP se le quedaba corto, pequeño para algunas cuestiones. Simpatizan con sus filas nombres tan conocidos como Fernando Sánchez Dragó, Carmen Lomana, José Antonio Ortega Lara o Hermann Tertsch. Proponen, entre otras muchas barbaridades, eliminar directamente las leyes que amparan a las víctimas de la violencia de género (ellos usan, al igual que los jerarcas de la Iglesia más casposos y retrógrados, o al igual que los de «Hazte Oír», la denominación «ideología de género» para referirse a los avances en leyes y en normas sociales que hagan avanzar el feminismo y proclamen la igualdad de sexos), la derogación de la Ley de Memoria Histórica, la ilegalización de los partidos independentistas, la eliminación del Estado de las Autonomías, la expulsión de los migrantes ilegales (y también de los legales que hayan cometido delitos), etc. Sus ideologías son totalitarias, piden perseguir ideas, exaltan el nacionalismo, siembran odio contra el diferente, se adhieren a las más rancias tradiciones, son amigos del patriarcado, fervorosos del capitalismo. Esto, en una palabra, es fascismo. Para evitar eso que han llamado «ideología de género», que según Vox se difunde desde los colegios, proponen una medida que han denominado «Pin Parental», mediante la que pretenden que los padres y las madres de los alumnos y alumnas tengan que dar su consentimiento previo y expreso «sobre cualquier materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas o sobre la sexualidad, que puedan resultar intrusivos para la conciencia y la intimidad«.

Pero sus medidas para combatir esa «ideología de género» no acaban ahí. En este artículo del medio Pikara Magazine las explica muy bien Andrea Momoitio: En Vox piensan que el machismo es un mito. No creen que los asesinatos machistas respondan a una lógica estructural del sistema. Por tanto, piensan que las medidas de acción positiva hacia las mujeres, tomadas durante los últimos años, hay que eliminarlas. En su lugar, proponen una «ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños. Supresión de organismos feministas radicales subvencionados, persecución efectiva de denuncias falsas. Protección del menor en los procesos de divorcio«. En este sentido, proponen la custodia compartida como regla general. También proponen la supresión de las cuotas en las listas electorales. Asímismo, proponen eliminar de la sanidad pública «las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud (cambio de género, aborto…)«. Como vemos, no sólo se apropian de la idea de España, sino también del concepto de salud, que entra únicamente en lo que a ellos les cabe en su limitado entrecejo. Defienden al modelo de «familia cristiana» como pilar de la sociedad, reflejando la misma concepción que la alta jerarquía católica. Y también como ellos, atacan a los colectivos LGTBIQ, ya que declaran que «Los actos del orgullo gay son una imposición ideológica«. Sin comentarios. Su ideario también favorece al más descarnado capitalismo neoliberal de carácter populista, defendiendo una drástica reducción del gasto público, medidas para favorecer la propiedad privada y limitando las competencias del Estado en favor de las empresas, bajando los impuestos a las mismas, y manteniendo la precariedad laboral. Como afirman Diego Lotito y Víctor Stanzyk en este artículo para el medio Izquierda Diario: «El descaro con el que Vox presenta y defiende su programa, en contraposición con el PP y Ciudadanos («la derechita cobarde y la veleta naranja») es uno de sus sellos de identidad. Como dijo el propio Abascal, da igual que los tachen de fachas, racistas, homófobos o machistas, porque para ellos son medallas que llevan con orgullo en el pecho«.

Vox representa, sin duda, no sólo la derecha más arrogante y sin complejos, sino la radicalización del sector que busca una solución reaccionaria y a la defensiva de todo lo que se va al garete del Régimen de la Constitución de 1978. La derecha entiende como una obligación moral lo que ellos llaman «garantizar la continuidad de España«, casi como por la gracia de Dios, aunque le importen un bledo esos «españoles» con los que tanto se llenan la boca. Dicen que representan a la España que se alza ante la invasión de los extranjeros, ante la discriminación del hombre para favorecer a la mujer, o ante la ruptura de nuestra integridad territorial gracias a los separatistas. Todavía están en los tiempos de Don Pelayo, o de la Reconquista, o del Descubrimiento de América, y parecen añorar los tiempos gloriosos de una potencia colonial que ahora asiste a su declive. Su estética rancia, su discurso totalitario y su actitud bravucona se complementan a la perfección con su ideario absolutamente anacrónico y antidemocrático. Para ellos, y tomando las palabras de Rodrigo Amírola en su artículo para el medio Cuarto Poder: «La España viva estaría levantándose para hacer frente a la decadencia de un país otrora glorioso, dirigido ahora fatídicamente por unas élites progresistas, corruptas y timoratas, que estarían favoreciendo la inmigración ilegal, la desigualdad a través de las leyes de género, y en último extremo, llevando a España a la desmembración por culpa de su tibieza frente a Cataluña y el café para todos del Estado autonómico«. Pero como decimos, este mensaje absolutamente intolerante de Vox está obligando a sus compañeros del arco derecho a radicalizarse si es que pretenden competir por esa porción del electorado, ese electorado que se desplaza a la derecha, y lo hace cada vez de una forma más agresiva. Ciudadanos y el PP ya se están poniendo las pilas, pero también están sufriendo las consecuencias. La deriva ultraliberal de la formación naranja ha conducido a la dimisión de su eurodiputada Carolina Punset, cuya carta completa recogía eldiario.es en este artículo de Carmen Moraga.

No obstante, como decimos, Vox es la opción que presenta un programa maximalista, con tintes prepotentes, aduciendo que ellos sí se atreven a plantear lo que el resto de la derecha no es capaz, por falta de convicción, por intereses partidistas o por simple cobardía. Son los hooligans de la derecha. Para los que ya tenemos cierta edad, Vox es lo más parecido a la antigua Fuerza Nueva de Blas Piñar. No han evolucionado ni un ápice. Se han detenido en el tiempo. Son nuevas generaciones de viejas generaciones. El analista y activista David Karvala realiza un completo análisis sobre Vox en este artículo para Marx21, cuya lectura completa recomendamos, entre otras cosas porque expone algunas estrategias interesantes para luchar contra la demagogia y el populismo de derecha extrema de este tipo de formaciones y sus adláteres ideológicos en el plano social. Para combatir este tipo de formaciones políticas, no sólo es necesario un programa radicalmente de izquierda transformadora y anticapitalista, sino una lucha social decidida y unitaria que denuncie lo que en verdad significan sus peligrosas propuestas. Como explica con ironía Herminio Trigo en este artículo para el medio Nueva Tribuna: «Ya sabemos que están dispuestos a todo por salvar a España, ya lo hicieron en el pasado sus antecesores y aunque costó centenares de miles de muertos, la salvaron de las hordas marxistas, de la masonería y de los ateos. Ahora están dispuestos a salvarla de las miserias bolivarianas que, con presupuestos como el que han presentado en Bruselas, nos conducen al hambre y a la pobreza. Tenemos que estarles agradecidos, son unos patriotas de pura cepa«. De nosotros depende que toda esta tropa aterrice en el Congreso de los Diputados (aunque sea sólo con un representante), o que continúe en la irrelevancia política hasta su desaparición.

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