EstrateRgias

Por Jesús Ausín

Àtef había venido oculto en los bajos de un camión frigorífico. Dieciocho horas metido entre el intenso calor de los compresores. Pensó que le habían descubierto en el momento en que, en Algeciras, sacaron de un armazón de madera construido entre dos barras de sujeción de la caja, a tres de sus compañeros. Cuando se disponía a salir de su escondrijo, vio como los dos Guardias Civiles se alejaban del vehículo con el perro. Esperó a que le descubrieran en su cado, pero el momento nunca llegó. Pasada una eterna media hora, el camión se puso de nuevo en marcha y Àtef ya no se bajó hasta que el vehículo paró para hacer noche en las inmediaciones del polígono dónde por la mañana debería descargar.

La suerte estaba de cara. La primera noche la pasó debajo de una gran encina, en un monte aledaño al polígono industrial, donde camionero y vehículo descansaban en espera de la descarga. Al día siguiente, con dos de los cincuenta euros que llevaba en el bolsillo, se acercó al bar del pueblo. Allí pidió un vaso de leche caliente y una magdalena. Mientras removía la leche, llegaron dos hombres con ropas de trabajo llenas de manchas blancas del yeso. Pidieron dos cervezas y dos bocadillos y le preguntaron al camarero si en el pueblo había alguien que quisiera trabajar de peón. Àtef se levantó y les dijo que él era albañil en su país.  No tenía sitio donde quedarse así que se ofreció a hacer también de guarda de la obra.

Pasado el tiempo, el trabajo duro tuvo sus frutos y sus empleadores le hicieron un contrato con el que poder legalizar su situación. Alquiló una pequeña casa de dos habitaciones y una cocina en el mismo pueblo donde el camión le había dejado y allí se instaló. Sus jefes tenían tajo para un largo periodo en una urbanización que se estaba montando en un campo de golf cercano al pueblo.

Una tarde noche, cuando Àtef estaba a punto de salir del chalet en el que trabajaban, después de haber limpiado toda la herramienta y recogido y acomodado el material para el día siguiente, el muchacho venido del África Subsahariana, oyó como el alcalde del pueblo mantenía una conversación con su jefe. El edil le estaba reclamando, entre gritos y aspavientos al albañil empresario, la comisión que habían pactado porque la empresa concesionaria del campo de golf les hubiera adjudicado la construcción de tres chalets de la urbanización con los que deberían tener trabajo al menos para tres años. Al parecer, el jefe del peón migrante había tardado demasiado en avisar al banco que iba a sacar los 15 000 € y de ahí el retraso.

Cuando bajaba andando hacia su casa, Àtef fue rebasado por el Jeep Cherokee del alcalde, quién se le quedó mirando fijamente. El regidor se dio cuenta de dónde venía Àtef y pensó que quizá hubiera oído la conversación.

Dos días después, Maialen, una joven de dieciocho años vecina del migrante, fue violada en su casa cuando salía de la ducha. Ella no pudo ver al violador porque este la agarró por detrás, mientras le ponía una bolsa de plástico en la cabeza, con una pequeña abertura para la boca. Dijo que el agresor tenía un extraño acento ruso, aunque parecía forzado.

En el pueblo, era conocida la fijación del hijo del alcalde por la muchacha. Ella le había dado calabazas en varias ocasiones y él insistía hasta el punto de ser grosero, zafio y molesto. Tanto, que la chica tuvo que acudir a la guardia civil.

Unos años más tarde, el alcalde había sido destituido de su puesto por corrupción y se enfrentaba a un juicio que podía llevarle a la cárcel.

De nuevo, otra chica del pueblo fue violada en su casa mientras dormía. Ella estaba sola. Se despertó en el momento que alguien le puso una mano en la boca para que no gritara y luego tapó sus ojos y su boca con cinta americana.

De nuevo las sospechas recayeron en el hijo del exalcalde que también había rondado a la chica cuando el juez le prohibió acercarse a 50 metros de Maialen.

El edil cesado, entonces, empezó a relacionar la llegada de Àtef al pueblo con las dos violaciones y se inventó que a él le habían robado varias veces.

Algunos vecinos del pueblo, esos a los que no les gustan las gentes de color simplemente por ser distintas, siguieron con los rumores acusando al pobre chico senegalés de cosas variopintas. Desde el aborto de una vaca hasta la muerte repentina de tres cerdos. Incluso le acusaron de hacer Vudú.

El ambiente se fue caldeando y aquellos que antes trataban a Àtef como uno más, dejaron de hacerlo. Ahora le rehuían o se marchaban del bar cuando él llegaba. El dueño de la taberna, acabó prohibiéndole la entrada por miedo a perder a todos sus clientes.

Una tarde, el edil tramposo dijo haber encontrado un pasamontañas negro con los orificios de los ojos cosidos en la obra dónde Àtef trabajaba.

Todo se precipitó en un santiamén. Los vecinos fueron a buscarle a casa, le sacaron a golpes de la misma y le dieron una paliza de muerte.

Tres días después, Àtef debería haber declarado en el juzgado como testigo contra el alcalde.

Ni siquiera tuvieron la decencia de enterrarlo en el pueblo.

 

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Estratergias

Hace un tiempo, fue viral un vídeo en el que una niña se asustaba tanto de su sombra, que se ponía a llorar.

Esto que hizo mucha gracia a algunos, en realidad es algo normal en la naturaleza humana. El ser humano tiene miedo a lo desconocido. Y siente envidia y fobia por los vecinos. Casi todos los pueblos tienen un enemigo en alguno de los municipios aledaños, extendido durante generaciones sin que nadie sepa decir por qué. Si a eso le sumamos la insana costumbre de poner apelativos que denigran a esos “enemigos” ya tenemos el caldo de cultivo en el que los listos acaban sembrando el odio para recoger el fruto de los votos. Los vascos tienen fama de brutos, los maños, burros, los catalanes, agarraos, los burgaleses, fríos, los andaluces, vagos, los valencianos, malos,… En la realidad, hay un refrán castellano que lo explica fetén: “En todas las casas cuecen habas, y en la mía, a calderadas”. Esa es la realidad. En todos los sitios hay gente buena, gente mala, listos y tontos del culo.

No hace mucho, un compañero de trabajo me decía muy ofendido que los catalanes siempre nos han tenido envidia (él es de Madrid y se refería a ellos). Ese es el problema, me decía. Que se creen que son mejores que los demás pero en realidad son unos puñeteros envidiosos y unos agarraos. “Si se creen que van a salir adelante sin lo que les damos desde Madrid,…”.

Hace unos diez días, con motivo de que el Barça jugaba partido de liga en Leganés, mi vecino, ese que ya he contado alguna vez que cuando juega la selección española de futbol sale a la ventana a berrear cada uno de los goles, como si le fuera la vida en ello, sacó de nuevo los pies del tiesto para berrear “¡España!, ¡España!,… ” porque el Lega había ganado al equipo azulgrana. ¿Qué le pasa por la cabeza a este tipo para relacionar Leganés con España? Si no consideran que Barcelona, y por ende toda Catalunya, no es España, ¿por qué narices no dejan que se independicen? Este tipo de gente con un problema serio de incultura, antipatía, prepotencia e incivismo existe y son más de lo que queremos reconocer. Son de esa clase de personas que cuando la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, visita mi barrio, la reciben con banderas de España en las ventanas (debe de ser porque no consideran que ella sea española). Porque para ellos, España son ellos. Sus ideas, sus sentimientos y sus intereses. Nada más. Todo lo que no sea eso, no es digno de estar en este país, y por tanto deben abandonarlo. Pero no dejan que se independicen o que se adhieran a otro estado. No. Lo que dicen es que nos vayamos fuera, a otro sitio con una mano delante y otra detrás porque como España son ellos, lo que hay aquí les pertenece.

Sobre este caldo de cultivo siembran los medios de incomunicación, tortura mediática, desinformación y adoctrinamiento en el pensamiento único, sus soflamas. Diatribas que acaba germinando en los que, sin estar infectados de odio, asumen el discurso por ser uniforme y único. Ignorando que nada es verdad ni mentira. Y que los intereses de una minoría son los que mandan. Intereses que no son los suyos y que además, van contra su integridad como persona y como ciudadano.

Recordaba Jonathan Martínez en Twitter que en abril de 1977, el gobierno salido de las primeras elecciones democráticas (la UCD de Suarez) ilegalizaba partidos vascos y gallegos por “atentar contra la unidad de la patria” (RD 3096/1973 artículos 172 y 173). Así lo contaba el diario “El País”. Más tarde en 1998 con catorce diputados en el Parlamento Vasco y 224.000 votos (la tercera fuerza parlamentaria de Euskadi) el juez Baltasar Garzón inicia el proceso de ilegalización de Herri Batasuna. Para ello el Gobierno del PP se saca de la manga la ley de partidos y su polémico artículo 9. En muchos sectores de Euskadi se comenta que HB fue ilegalizada para que no llegara al poder. Lo cierto es que fuera así o no, en las elecciones del 2001, el PNV pasa de los 350 000 votos de 1998 a los 604 000. El PP de 251 000 (solo 30 000 votos más que HB) a 326 000. En este mismo sentido también en 1998 el Gobierno del innombrable déspota ilegaliza Egin, bajo la premisa de “todo es ETA”. Once años después el Tribunal Supremo declaraba ilegal el cierre, anulando la disolución de la empresa editora y la liquidación de su patrimonio.

Estos son los datos. En aquella coyuntura aquello de “todo es ETA” gustaba a una población hastiada de tanto crimen y tanto asesinato. Que fueran o no ETA daba igual. Y eso al déspota de la guerra de Irak y a su cuadrilla le vino al pelo para ganar las elecciones del 2000 por mayoría absoluta. Mayoría que nos ha deparado, como todos sabemos, la vuelta a 1941 y esta serie de corruptelas que ellos llaman casos “aislados”.

Una nueva ola de fascismo ronda Europa. De aquí nunca se ha ido. Lo que nos jugamos es algo más que la libertad y la democracia. Nos estamos jugando el futuro de las nuevas generaciones.

La violencia genera rechazo y pone a la opinión pública (con ayuda de los «falsimedios») en contra del que es acusado de ejercerla (que casi nunca es el verdadero causante). Contaba Layla Martínez, justo ahora hace 6 años, que en las manifestaciones de “Rodea el Congreso” entre el 25 y el 29 de septiembre de 2012, la estrategia del poder llevó al inicio del fin de los movimientos sociales que por aquel entonces reclamábamos día sí y día también, en la calle, el fin de los desahucios, el fin de las medidas que el liberalismo denominaba como “apretarse el cinturón” y el fin del latrocinio constante que los gobiernos sometían al pueblo para el rescate de sus amigos los banqueros. En aquellos días, el gobierno del Partido Popular utilizó la estrategia de cargar contra los manifestantes a una hora determinada, pasase lo que pasase. El fin era doble, dividir al movimiento ciudadano y desviar el foco de atención de la gente hacia el uso de la violencia en lugar de hacia nuestras reivindicaciones. Muchos de los que estuvimos en esas y otras manifestaciones observábamos como a una hora determinada, sin que sucediera nada diferente, los antidisturbios colocaban su casco, que llevaban colgado de sus cinturones, en sus cabezas. Era el momento de apartarse porque llegaban las cargas y los palos. Luego, las imágenes de unos pocos, muy pocos, que utilizaban botellas, palos o adoquines contra los policías. Todos recordamos la famosa frase de “¡que soy compañero, coño!” y muchos suponemos de dónde venía el entramado violento. Lo cierto es que al día siguiente, falsimedia y el resto de medios de difusión del poder, centraban el debate en los contenedores volcados, las hogueras, las carreras y las cargas. Ninguno mostraba las redadas en los bares del barrio de las letras buscando manifestantes, los golpes a personas solitarias o los golpes a una adolescente en los alrededores de Sol. Ninguno mostraba cuáles eran las reivindicaciones de los manifestantes. Ninguno mostraba la realidad de un pueblo sumido en el paro, la desesperación, los desahucios, la vuelta a casa de los padres con la mujer, (o el marido) y los hijos o las colas en Cáritas o en los Bancos de Alimentos.

La historia se repite, siempre por parte de los mismos. Los que se sirven de la cerrazón, la indigencia intelectual o la desinformación de un pueblo y de ese sentimiento de nacionalismo excluyente de los ciudadanos para coartar libertades, para seguir o recuperar el gobierno (porque el poder nunca lo dejan) y para continuar con sus casos aislados.

Cuando Pablo Casado, apoyado por el ególatra piojoso de la guerra de Irak y por el nacional-fascista de los anaranjados dice que hay que ilegalizar a ERC, la CUP o el PDeCAT, no es que sea un idiota que ha perdido el juicio (aunque su coeficiente intelectual no dé para mucho y nunca haya tenido ninguna sensatez ni cordura). Sabe muy bien lo que dice. Cuando el 1-O ordenaron a la policía cargar y cometer todas las insensateces violentas que hemos visto en infinidad de videos, (acciones que entonces negaban y hoy reconocen aunque sigan mintiendo diciendo que fueron proporcionales y necesarias) estaban siguiendo la misma estrategia que siguieron con el 15-M: desviar el foco de atención hacia la violencia para que no se hable de lo que realmente ha pasado en Catalunya, donde miles de ciudadanos no independentistas fueron a votar y votaron que SÍ a la independencia porque están hasta el gorro de fanatismo y fascismo.

Porque para ellos, España son ellos. Sus ideas, sus sentimientos y sus intereses. Nada más. Todo lo que no sea eso, no es digno de estar en este país, y por tanto deben abandonarlo.

Cuando el hombre que aprobó media carrera en cuatro meses habla de ilegalizar partidos y de modificar la ley de partidos, antes con la excusa de la no condena del terrorismo, ahora con la de tener una estrategia independentista (como en el Código Penal del 77, una nueva vuelta de tuerca al franquismo), se está asegurando pasar de ser insignificantes en las elecciones de Catalunya a poder contar y ayudar a los otros fascistas a ganar las elecciones. Por eso Vals no se presenta por Ciudadanos, sino por una agrupación electoral. Por eso el exministro Margallo aboga por ir en coalición con los de la Falange de Rivera. Están temblando de rabia y de miedo. Porque si están mucho tiempo fuera del gobierno y pierden fuerza en el Congreso, cuando haya que volver a renovar el CGPJ, el TS y el TC y no podrán forzar la elección de los suyos. Eso podría suponer la vuelta del Poder Judicial a la normalidad democrática y el fin de las tropelías de los casos aislados.

Una nueva ola de fascismo ronda Europa. De aquí nunca se ha ido. Lo que nos jugamos es algo más que la libertad y la democracia. Nos estamos jugando el futuro de las nuevas generaciones.

Por eso, si lees esto, no es cuestión de que te creas lo que yo digo, sino, simplemente que acabes pensando que hay otras realidades, que hay otros pensamientos y que hay otras noticias y otros medios. De ti depende buscar todas las alternativas y hacerte una opinión propia. Lo aquí escrito, no es ni verdad, ni mentira. Es solo opinión subjetiva con el único objetivo de despertar tu conciencia. Lo que dicen los falsimedios no son noticias, sino realidades interesadas.

Ahora más que nunca,

Salud, república y más escuelas.

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