El primer ministro estonio, Kaja Kallas, ordenó la remoción de un monumento a los soldados del Ejército Rojo que murieron luchando contra el nazismo en una ciudad del este, diciendo que privaría a Rusia de la “oportunidad de usar el pasado para perturbar la paz”.
El monumento, con un tanque T-34, fue desmantelado de inmediato y los trabajadores retiraron los tributos colocados allí por los residentes.
“El operativo se hará de manera digna, con flores y velas llevadas a un cementerio, no tiradas a la basura”, dijo el ministro del Interior, Lauri Laanemets.
La advertencia refleja las sensibilidades sobre la remoción del monumento en Narva, una ciudad fronteriza con Rusia donde el 85 por ciento de los habitantes son de etnia rusa.
Casi una cuarta parte de los residentes estonios son de etnia rusa y poco más de la mitad de ellos carecen de la ciudadanía estonia, que después de la independencia se la negó a los descendientes de inmigrantes de otras partes de la URSS durante el período soviético. Casi el 9 por ciento de los residentes estonios tienen ciudadanía rusa, lo que los líderes del país consideran una amenaza para la seguridad.
Morning Star
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