Por Alberto Vila
“Pretendemos comprender la vida a través de sus coherencias e identidades, cuando ciertamente estas se explican por si solas y no nos aportan nada. Deberíamos buscar la comprensión a partir de sus contradicciones pues estas si nos aportan información de la vida y la realidad.”
José Saramago
En la España de misa y perdón de los pecados todo fue posible. Inclusive 40 años de franquismo y su transición. Quizá por ello nos volvemos a encontrar con la resistencia a darle a la mayoría de la población española un respiro a sus abusos. Se dicen patriotas pero estarían dispuestos a la eliminación física de otros españoles por el mero hecho de no pensar como ellos lo hacen. De aquí que hablen permanentemente del terrorismo, al tiempo que evitan hablar de “su” terrorismo. Ese terrorismo, la Cruzada, que el Estado llevó a cabo con formas que fueron propias de los exterminios estalinistas o nazis. Cerca de 200.000 víctimas en cunetas y fosas comunes de la postguerra civil lo atestiguan. Ese Terrorismo de Estado que alimentó el saqueo para satisfacer el botín de guerra. El Pazo de Meirás y las figuras del Maestro Mateo, junto con la complacencia de la Justicia en su opacidad, son un ejemplo válido. Le atribuyen a Franco la máxima “a los amigos hasta el culo, a los enemigos por el culo… y al resto les aplico mi justicia”. Cierto o no, todo indica que así fue. También que los falangistas conversos en nuevos socialistas se resisten a la disrupción que supuso el 15M. Estos pseudo socialistas, están en su aporía. Al menos tanto como la confusión de la ultraderecha y la ultraultraderecha española. Parte de cuyos miembros militan en el sector más afín con la Transición. Porque aquellos acuerdos se hicieron para preservarlos. No es admisible una democracia con el franquismo dentro. Es una aporía.
Aporía significa dificultad, camino sin salida, duda de difícil solución racional. Desde el punto de vista filosófico, se trata de una proposición sin base lógica, un problema que no se puede superar, un razonamiento cuya conclusión es un juicio contradictorio que se puede identificar con la antinomia o la paradoja.
Cuando surge la noticia de que un banco modifica el sentido de un voto en una investidura no nos escandalizamos por el hecho en sí, sino por la vulnerabilidad del sistema. En algunas fuentes se alude a que las presiones se incrementan. Porque España no puede permitirse claudicar frente a la voracidad inmobiliaria de los fondos buitre, el negocio bancario, el proseguir con el sostenimiento de la Iglesia Católica y la política de contrataciones públicas con sus sospechosos sobrecostes. Ya no, entre otras razones, porque de modificar esos privilegios depende nuestra sanidad y educación públicas, las pensiones, la dependencia y la economía de la ciudadanía que, paradójicamente son quienes los financian. Es una aporía creer que se pueden mantener esas condiciones. Al menos en condiciones democráticas. La propia aporía contradice al sistema democrático. Esa es la tragedia que la justicia europea nos evidencia caso tras caso.
Si no se considera la gravedad de la situación, entonces es que regresaremos a las viejas aporías y, de allí, al precipicio. Para superarlas, hay que imponer un cambio de paradigma con mano firme y sin dilaciones… o habremos fracasado en el intento.
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